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Capítulo 39: También.



Capítulo 39: También

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Esto no era posible.


—¿Cómo hemos llegado aquí?—Oí la voz de Trevor.

—Por si no te has dado cuenta, hemos salido de ese agujero en el suelo.—Camille pasó delante de mí rodando los ojos.


Yo intentaba ajustar la poca luz que tenía para ver en la oscuridad. El sonido de las hojas a mi alrededor me obligó aferrarme con fuerza al rifle que colgaba en mi espalda. La linterna de Rachel alumbró a los ojos negros de una zarigüeya que desapareció entre la maleza en cuestión de segundos. Bajé la mano y la llevé a mi pecho.


—¿Por qué tanto rollo para llegar hasta el bosque?—Escuché murmurar a Hayes, que se había puesto a mi lado.


Le miré apartándome un mechón de cabello de mi cara. Estaba apunto de contestarle cuando una rama se rompió detrás nuestro. Giramos al mismo tiempo y escuche a Hayes levantar la pistola falsa entre sus manos. Daniel levantó las manos en alto cuando vio a Hayes apuntarle.


—Tranquilo tío, soy yo.—Musitó mi mejor amigo bajando con su propia mano el arma.


Me abracé a mí misma cuando una ráfaga de viento me azotó el cuerpo. Un búho voló sobre nuestras cabezas y todos alzamos las cabezas.


—Este sitio me pone los pelos de punta.—Manifestó mi mejor amiga.

—Y hace frío.—Añadió Cameron.

—Yo voto por irnos de aquí.—Levanté la mano y la mayoría -exceptuando a Camille, Trevor y Hayes- también lo hicieron.


Volvimos a el túnel. Tocando una pequeña pestaña que había aparecido en la pared la puerta se cerró. Caminamos de vuelta al internado en silencio, aunque Camille farfullaba algunas cosas por lo bajo.


—Vaya panda de gallinas.—Habló ahora en voz alta, pero todos la ignoramos.






[...]






—Vale, antes de entrar ahí, os aviso de que se va a volver un revuelo de gritos y muestras de afecto.—Señalé la escalera de entrada a casa de mi abuela.—Os lo he advertido.—Subí yo primero, con todos mis amigos siguiéndome. Abrí la reja y entré, dejando mi mochila recostada a la pared. —¡Abuela! He llegado.


Escuché voces en el patio trasero y me acerqué. Primero vi a mi abuelo que me envolvió en un abrazo y empezó a cantarme Las Mañanitas mexicanas. Luego llegó mi abuela para llenarme de besos.


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