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Capítulo 6: Somos infinitos.

-Que sueño tengo.-Bosteza Cameron sobre el asiento del tren, acurrucándose.

Nos habíamos levantado a las siete de la mañana, en un sábado. Eso era un gran esfuerzo para cualquier adolescente. Yo por mi parte, casi no me podía mantener de pié. Tuvimos que coger un tren desde el internado hasta Charlotte, para coger ahora un tren hacia Miami. Algo confuso. Prácticamente no hemos hablado mucho en todo este rato. Había sueño en el aire.

Recuesto mi mejilla en el hombro de Rachel, entonces levanto mis piernas atrevidamente y las dejo descansar sobre el regazo de Hayes. Él no dice nada, solo sonríe y empieza a juguetear con la correa de mis sandalias, hasta el punto de que me las desata y luego tira mis sandalias al suelo, creando un fuerte y seco sonido. Nash despierta sobresaltado, y nosotros dos reímos como niños pequeños. Hayes acerca su mano y hacemos un high five*, con orgullo por nuestra pequeña gamberrada.

-Ja, ja, que graciosos.-Dice Nash en un intento de regaño, pero solo consigue que nuestras burlas aumenten de sonido. Nash inspecciona a su hermano con los ojos entrecerrados.- ¿Esos no son mis pantalones?- Los señala. Hayes lleva unos pantalones bañador negros, con rayas que parecen flores naranjas. Miro de un hermano a otro ¿Como puede ser que puedan llevar los mismos pantalones?

-Si.-Contesta Hayes sin prestarle mucha atención.

-Te he dicho mil veces que lo mío no es tuyo.-Contesta el otro oji-azul, con tono cansado, como si hubiera repetido esa frase mil veces. Hayes se encoge de hombros y Nash niega.- De verdad que eres un cabezota.

-Genes de familia.-Comenta Hayes con tono burlón. Los dos se miran desafiantes y luego explotan a carcajadas. Parece que en ellos las peleas de hermanos son banales; pero no podría decirlo con exactitud, ya que no tengo hermanos como para entenderlo.

Decido sacar mi movil durante el resto del viaje, con la única modalidad de distracción. Dos horas después llegamos a la estación central de Miami, donde mi tío y mi primo nos reciben con su camioneta. Rachel se sienta delante con Shawn, ya que siente dolores de cabeza y se marearía aquí atrás. Yo junto al resto de chicos y mi primo, de doce años, nos sentamos en la parte al descubierto, con la leve brisa del mar revolviéndome el pelo.

-¿Y cómo os llamais?-Pregunta mi primo, acercándose a mí.

-Cameron.-Chasquea la lengua y decide continuar con el resto.- Carter, Nash y Hayes.-Los señala a cada uno.

-Yo soy Rudy.

-Pero yo lo llamo Austin.-Explico y todos me miran.-¿Qué? Es su segundo nombre, y se lo puse yo.-Comento con orgullo, llevándome una mano al pecho.

-Abuela tienes muchas ganas de verte, y abuelo, y...-Hace una pausa y sonríe.- Todos tienen muchas ganas de verte.-Desde la última vez que vine a Miami, no he visto a ninguno de mis familiares.-Oye, ¿No sois un poco mayores para ser amigos de mi prima?

-Lo que me faltaba, un primo pequeño sobreprotector...-Murmura Hayes con recelo y le fulmino con la mirada. Este levanta las manos, en símbolo de paz.

Algunos minutos después, llegamos a la casa de mi abuela. No era una mansión, pero era lo suficientemente grande como para que pudieran vivir diez o doce personas en ella. La construcción era muy extraña, ya que la casa la construyeron mis abuelos poco después de que mi madre naciera. Tenía una escalera exterior, que llevaba al segundo piso y desde el interior de este podías bajar al primer piso, o subir hasta el tercero. Repito, la construcción era un desmadre. Subo las escaleras con mi tío delante, y mi primo y Hayes detrás. Rachel y el resto de los chicos habíamos pactado en reunirnos en media hora en casa de mi abuela, o como debería empezar a llamarla: mi casa. Mi tío le da una sacudida a la puerta de rejas, ya que como repito, la construcción era muy rara y a lo primero que dabas es a una amplia terraza, o más bien un portal, completamente rodeado de unas bonitas rejas blancas.

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