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Capítulo 9: Expedición nocturna.

Después de darme una ducha y vestirme, prácticamente salí como un rayo hasta las rejas. Estuve alrededor de cinco minutos sola, con la única iluminación de mi movil, y un enorme revuelo en el estomago, en parte por el nerviosismo y en parte por el hambre.

Odiaba estar sola, era una de las mayores formas de desesperarme. Era uno de mis mayores miedos. La soledad. Me sentía como en mitad del vacío, sin estrellas o luces que me mirasen, sin aire para que pudieran oírse mis gritos. Era simplemente horrible.

Tampoco me gustaba la oscuridad. No por nada, si no que mi propia mente se hundía en tinieblas estremecedoras, que imaginaban por si solas un sinfín de criaturas y sensaciones que me aterraban. ¿Increíble, verdad? Era otra de las maneras con las que conseguía auto destruirme.

El cuerpo de Hayes apareció por la esquina de la pared en la que estaba recostada. De un salto me levanté y corrí hacia él.

-Llegas tarde.-Pero al percatarme de las dos siluetas a sus espaldas comprendo la razón. Instintivamente retrocedo un par de pasos. Me quedo mirándoles con los ojos entrecerrados y continuo.-¿Que hacen ellos aquí?

-Más bien la pregunta es: ¿Qué pretendéis hacer vosotros?-Rachel se acerca a mí, impidiendo a Hayes articular ninguna palabra.-Se supone que eres mi mejor amiga,¿Porque no me lo has contado?

-Oye, Rache, yo...-Intento decir pero la lengua se me enreda. La noto furiosa, pero a la vez decepcionada.

-Deberíamos darnos prisa.-Informa Hayes. Justo cuando se va acercar al agujero Shawn lo agarra por el hombro.

-Si vais a ir algún sitio, nosotros también.-Hayes se queda varios segundos mirándolo y al final se rinde.

Los cuatro pasamos por el agujero con poca dificultad. Cada uno conecta la linterna de su movil y Hayes nos dirige al lugar donde nos quedamos el otro día. Por la noche esto es aún más terrorífico. Los árboles proyectan miles de sombras extrañas y algo amenazantes. Todavía oigo algunos graznidos, que solo consiguen que tenga escalofríos hasta en los huesos.

No hacía frío, solo se sentía algo de humedad en el ambiente. El sonido de las hojas bajo mis pies me estaba volviendo loca.

-¿Cómo...-Shawn contemplaba todo con los ojos muy abiertos.-...habéis descubierto esto?

-Pura curiosidad.-Se encogió de hombros el chico de los ojos de hielo.

En aquel momento me rugió el estomago. Mierda. Soy tan inteligente que ni pasé por la cafetería. Paré en seco y los tres me miraron.

-Joder...¿Y cuando sea el toque de queda?

-Eso ya lo arreglé yo, porque por lo visto sois tan inútiles que ni de eso os acordáis.-La voz de Rachel era áspera, dura. No mentiría que me sentaba como un golpe bajo que ella se enfadara conmigo, y mucho más que se decepcionara.-También trajimos comida.

Un gran alivio me recorrió el cuerpo. Por lo menos iba a comer. El edificio estaba igual que como lo dejamos. El ventanal roto nos dejaba suficiente espacio para pasar si rozar ni un solo cristal, aunque estaba un poco alto.

-¿Pretendes saltar eso?-Pregunta Shawn perplejo.-Tío, esos malditos cristales te van a rebanar el estomago.

-Vale, entonces que alguien suba primero y quite todos los cristales y ya está.-Hayes se cruzó de brazos, algo irritado. Los dos me miraron.-¿Puedes?-Simplemente me acerqué a él y le sonreí.

Hayes se agachó de espaldas a mí y levantó sus brazos. Agarré con fuerza cada una de sus manos en busca de equilibrio. Puse un pie en su hombro y luego en el otro. Hayes se levantó, quedando yo con las piernas de gelatina sobre él. Se acercó a la ventana y bajó un poco. Pasé mi pierna por el umbral de esta, rezando mentalmente no arañarme con ningún cristal. Mi otra pierna se unió y me dejé caer en el polvoriento suelo lleno de cristales los cuales crujían a cada paso que daba.

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