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Capítulo 13: Live a life you will remenber (Parte 2).

Estaba apunto de acabar de escribir el borrador de mi última novela cuando alguna perra me pegó en el trasero.
La iba a matar.
Me giré hacia Camille con furia y le propiné una buena patada en la espinilla de esta, consiguiendo que saltase mientras maldecía a la pata coja.

-Puta.-Espeté intentando no reírme de su cara de pez globo.

Me lanzó una mirada asesina y le pegó una patada a la tumbona donde yo estaba acostada boca abajo.

-Cállate, yo no ando enseñado culo a todo el lago.

Agarré la toalla más cercana y me tapé con ella sentándome de una manera más decente. Bebí algo de mi refresco y empecé a escribir la nota de autora. Alguien se sentó a mi lado, muy cerca de mí. No hacía falta que le mirara, Hayes era el único que se acercaba tanto a mí para cualquier cosa. Era casi excesivo.

-¿Eso qué es? ¿Un blog?-Preguntó con el ceño fruncido.

Le miro durante unos segundos con la boca algo virada y los ojos entrecerrados, como resaltando la ironía.

-Primero: ¿Un blog? ¿En qué siglo crees que estamos?-Le dije sarcástica con una pequeña risa.-Y segundo: Es Wattpad, y es una novela.

-¿Eres escritora?-Asiento ante su cara anonadada.-A ver, déjame leer que escribes.

Aparté mi movil cerca suyo y lo bloqueé. Le saqué la lengua y negué.

-Ni de broma.-Sentencié.

-Jo, venga, solo un poco.-Hizo puchero. Volví a negar.-Vale, tu lo has querido.

Intentó arrebatarme el movil de la mano pero alejé mi brazo todo lo posible moviéndolo con desespero. Intenté empujar a Hayes, pero era mucho más pesado de lo que pensaba. En un movimiento se abalanzó sobre mí, medio que aplastándome contra la tumbona. Llevé mis brazos por encima de mi cabeza, mientras Hayes apoyaba la suya en mi estomago estirando sus manos hasta llegar a quitarme mi querido iPhone. Hice sonidos aburridos cuando lo agarró entre sus manos, apoyando sus codos y rodillas para dejar de aplastarme.
Pero no se alejó.
La mejilla derecha estaba apoyada en mi estomago mientras miraba mi móvil, intentando descifrar la contraseña. Sentía cosquillas en el estomago, no mariposas ni ningún de esos clichés. Eran solo cosquillas, por dentro y por fuera. La piel se me había erizado y algo de calor subió a mis mejillas.
Mierda.
Hayes dejó caer el resto de su cara, rendido por no poder desbloquearlo y lo dejó a un lado de nuestros cuerpos. Sus respiración chocaba con mi piel y me costaba algo más respirar.

-¿Estás cómodo?-Intenté sonar lo más segura posible, pero me temblaba algo la voz.

Dirigió su mirada hacia mí y asintió, acariciandome con su mejilla.
Llevé mis manos a su pelo, revolviéndolo y volviéndolo a peinar.
Estuvimos un rato así, sin hacer absolutamente nada más que eso. Luego, el resto llegó, y debo añadir que estaban empapados del agua congelada del lago.

-Ni se te ocurra.-Le amenazó Hayes a Cameron, incorporándose en sus brazos.

El chico sonrió con malicia y los otros dos se acercaron de la misma manera. Antes de que restregaran toda el agua sucia sobre nosotros, Hayes agarró la toalla con la que yo me había cubierto y la pasó por encima nuestro, inclinándose para quedar a la misma altura que yo. La toalla se empapó, al igual que nuestros pies al descubierto.
Santo Dios, Hayes Grier acababa de salvarme de ser un perro mojado. Sí, estaba exagerando.
Sonreí inconscientemente, pero cuando abrí mis ojos la sonrisa se desvaneció. Hayes se encontraba tan cerca de mí que nuestras narices casi se tocaban. La respiración se me trabó por un momento, el mismo en el que los dos llegamos a ese fenómeno llamado contacto visual. No iba a mentir; Hayes poseía los ojos más bonitos que haya podido apreciar en este mundo. Incliné mi cabeza a un lado, intentando alejarme todo lo posible de Hayes. De un posible beso.

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