Capítulo 33: Rumores y peleas.
—¡Lo tengo!—Exclamé levantando mi cabeza bruscamente. Ay, creo que ese crujido en mi cuello no significa nada bueno.
—¿Qué pasa?—La cabeza de Hayes se asomó por la puerta de la sala de estar de casa de mi abuela.
Las mejillas se me tiñeron de carmín. Los recuerdos de Hayes y yo besándonos ayer rondaban mi cabeza con frecuencia. Y me sonrojaba cada vez que me acordaba, por dos simples razones que iban tomadas de la mano; el beso y que Carter nos hubiera interrumpido de una forma increíblemente vergonzosa. Sí, digamos que me sonrojaba de pura vergüenza. Me aclaré la garganta antes de hablar, y pasé la mano por mi cabello, casual.
—El código, ya sé que significa.
—Ay madre...¡Dime ahora mismo qué es!—Se tiró de un salto a mi lado en el sofá.
—Vale, estate atento.—Le indiqué. Señalé la hoja donde estaba escrito el anagrama.— Pone "Boca pilla jala". No hay comas. Si descomponemos las palabras, obtenemos las consonantes "b","c","p","l" tres veces y "j"; y las vocales "o", "a" cuatro veces e "i". Si las colocamos de cierta manera, no hace falta seguir un patrón o algo por el estilo, podemos encontrar las palabras "Bajo la capilla".—La boca de Hayes se abrió lentamente y miró el anagrama y me miró a mí, sucesivamente. Entonces se me tiró encima y me abrazó como un gato, raspando su cabeza en mi brazos.—Hayes...me ahogo.
—Lo siento.—Soltó un poco el agarre pero no se separó de mí.—Es que eres genial, tienes una mente prodigiosa.
—No es que tenga nada prodigioso, sino que simplemente tú eres tonto.—Me burlé, pero no se quejó.
Nos mantuvimos en silencio por minutos. Yo lo miraba de reojo. Tenía el ceño fruncido y los labios entreabiertos, relamiéndoselos de vez en cuando, pensativo. Me encontré acariciándole el pelo distraídamente.
—Entonces la serie de números será la contraseña del teclado.—Murmuró. Asentí, yo ya lo había pensado.—¿Y la llave?
Guardé silencio. Hayes despegó su cabeza de mi brazo para verme mejor. Tenía la mano helada, así que me quejé cuando metí mi mano por dentro de mi camiseta, para sacar la llave que colgaba de mi cuello. La sostuve entre mis dedos, observándola con cauteloso cuidado.
—Aún no sé qué habré, tendremos que averiguarlo más adelante.
[...]
Alisé los pliegues de la falda del uniforme. Estaba caminando por los pasillos, y de vez en cuando el viento entraba por una ventana y me removía la falda. Era bastante incomodo que los chicos pervertidos que había se quedaran recostados a las paredes, esperando a que alguna chica se le viera más de lo debido. Rachel a mi lado siempre reclamaba atención sin que lo quisiera. Su cuerpo era precioso incluso con un par de kilos de más. Y ella lo sabía, aunque no de una manera egocéntrica. A Rachel le gustaba llevar falda corta, cosa que le había causado problemas. Ya se había oído por los pasillos que la llamaban puta, a Camille también. Y bueno, a mí una o dos veces lo había oído ¿Y que por qué nos insultaban? Fácil. El rumor de los futuros reyes del baile ya estaba en todo el internado. Así que habían chicas envidiosas e hipócritas que solo nos insultaban por qué ellas no se encontraban en ese lista ¡Ni que yo quisiera ser el centro de atención! Así que circulaba el rumor de que Rachel era una puta que había engañado a Shawn con medio campus, y que le encantaba provocar a todo Dios. Que Camille era puta, drogadicta y había salido en películas porno de lesbianas. Y de mí, pues que era puta -cuando ni siquiera me visto de manera provocativa-, que perseguía a Hayes porque estaba necesitada y quería aprovecharme de su popularidad ¿Y qué era eso? Puras mentiras, y encima muy malas. Rachel no hacía caso a lo que susurraban muchas chicas cuando pasábamos por su lado, y alguna que otra vez había soltado un "Sí, la más puta de todas ¿acaso te importa?", consiguiendo que se quedarán cohibidas y calladas. Camille directamente los mandaba a la mierda a todos. Y yo cuando oía que hablaban de mí, pues me hacía la sorprendida y con una voz melosa exclama "¡Oh! Están hablando otra vez de mí" con todo el sarcasmo posible.
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FanfictionGabriella estaba de vuelta en su país, pero no precisamente en su estado natal ni en su casa. Ahora vivía en un internado en las entrañas de un bosque en Carolina del Norte. Su vida allí nunca se torna monótona, ya que desde un principio convive con...