Capítulo 36: Entrando al infierno.
—Hey, O'Neil.
—Rivera.—Le devolví el saludo a Brent con un asentimiento de cabeza y cada uno continuó por su camino.
Salí de la cafetería de forma casual. Miré a izquierda, miré a derecha. Nada. Corrí rodeando el edificio hasta llegar a la valla. Me escabullí entra la penumbra de la noche y atravesé el hueco que me conducía al ala restringida. Yo y mi sudadera negra disfrutábamos al camuflarnos en la oscuridad.
Odiaba la oscuridad, pero me sentía más segura al confundirme con ella.
Al trote llegué hasta el edifico de ciencias y de un salto me agarré al saliente de la ventana. Hice fuerza en mis brazos y me elevé hasta quedar de cintura para arriba sobre el marco. Aún con mis manos sujetas al marco alcé mis piernas y puse en práctica lo poco que sabía de gimnasia. Respiré con fuerza. Si esto salía mal me iba a doler. Confiando del equilibrio, levanté mis piernas sobre mi espalda hasta quedar haciendo el pino, entonces me dejé caer de espaldas, haciendo una especie de voltereta que no salió del todo bien y acabé chocando mi cadera en el suelo. Gemí en el suelo.
Nota mental: No volver a mofarme de gimnasia (de la cual no tengo ni puta idea).
Acometiendo a mis propias gilipolleces me levanté de la moqueta por fin. Subí hasta la biblioteca, donde ya esperaban todos.—Llegas tarde.—Apuntó Camille.
—No me digas.
Dejé mi mochila sobre un escritorio y saqué el rifle de imitación. Había extrañado usarlo. Observe que en la mesa contigua Hayes colocaba unas cajitas.
—El viejo de la tienda de armas me las ha regalado.—Dijo el chico.—Me retó a darle una lata a diez metros sobre un coche. Así que gané.
Sonreí.
Ese viejo loco algún día se buscaría problemas.
Al mirar a Camille noté que levantaba un arco en su mano con una flecha en la otra y apuntaba a la cabeza de Nash.—¡Mille!—Le regañó Rachel antes de que hiciera alguna tontería.
—Oh, Rachel, son de goma.—Se quejó la ojiazul.—De todas formas, ni una flecha de verdad le haría daño a ese cabeza hueca.
—¡Te he odio, querida!—Exclamó Nash mientras alistaba algunas cosas en su mochila.
—Ese era el punto, estúpido.—Camille rodó los ojos y se dio cuenta de algo.—¡Y no soy tu querida!
—Eso dijo ella.—Se burló Hayes y todos reímos.
Después de las risas llegó el silencio y todos nos quedamos callados, observando el espacio vacío que había dejado Carter. El dos de enero Carter se presentó en mi casa con los chicos de Carolina diciendo que quería estar otro día con todos nosotros, ya que no regresaría al internado. Lloró desconsoladamente explicando que no había tenido el valor para contárnoslo a todos en Navidad. La razón de que no volvería era porque su madre había decidido ayudar a su abuela con la floristería y necesitaba a Carter en la ciudad. El resto lo entendimos, pero le hicimos jurar que nos veríamos todos los fines de semana.
—Extraño a Carter.—Escuché decir a la voz de Shawn.
El resto asentimos dándole la razón.
Me crucé la correa del arma entre los hombros. Daniel llevaría mi mochila como buen amigo -o quizás porque yo lo haya obligado-. Alistamos todo y partimos a la iglesia. A veces miraba a Trevor de reojo. El chico era muy tranquilo, pero últimamente tenía un aura amarga. Todavía no sabía la razón por la que le interesaba tanto venir con nosotros. Los únicos con los que se llevaba bien era con Daniel, Rachel, Shawn y yo. De momento caí en algo que llevaba tiempo dándole vueltas.
Tomé la manga de la chaqueta de Hayes para que se detuviera. Me miró sobre su hombro y los chicos continuaron caminando, esquivándonos sin hacer preguntas.
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FanfictionGabriella estaba de vuelta en su país, pero no precisamente en su estado natal ni en su casa. Ahora vivía en un internado en las entrañas de un bosque en Carolina del Norte. Su vida allí nunca se torna monótona, ya que desde un principio convive con...