Chiara era una joven farmacéutica que acababa de finalizar sus estudios en Barcelona. Originariamente era de Menorca, pero debido a pequeños caprichos de su día a día y la caótica doble vida que llevaba entre la isla e Inglaterra, por su familia británica, había optado por un punto intermedio que le permitiera centrar su carrera profesional.
Había conseguido que la contrataran de becaria en la farmacia donde hizo las prácticas obligatorias de la carrera y aunque se aprovechaban un poco de su inocencia en el mundo laboral, estaba realmente cómoda con su puesto allí. Respetaban sus descansos, le enseñaban los entresijos del mundo de los medicamentos y, lo que más le gustaba, le permitían atender a los clientes a ella sola, dotándole de esa autonomía que tanto había soñado durante sus estudios.
Era una mañana completamente normal, Chiara abría la farmacia bien temprano con el ímpetu de siempre. Por algún extraño motivo, levantar aquella persiana, encender las luces y ponerlo todo a punto, hacia que sintiera una emoción especial. Como cuando escuchas tu canción favorita y necesitas tenerla en bucle durante unos cuantos minutos... Para ella, esa sinfonía por las mañanas era la banda sonora perfecta para empezar el día.
El tránsito de la gente en aquel local era bastante movido. Pese a no ser una farmacia en pleno centro de la capital, estaba situada muy cerca de la playa, y a mediados de agosto siempre había alguien que necesitaba alguna tirita, pastillas para el dolor e incluso algún que otro método anticonceptivo. Al ser un local pequeño, le permitían llevarlo sola las primeras horas de la mañana, la responsabilidad e insistencia de la menorquina habían logrado que sus superiores confiarán bastante en ella y desde el primer mes la notaban resolutiva, así que en pocas semanas ya estaba llevando la farmacia sin mucha ayuda salvo días muy señalados.
Nada más abrir al público ,su primer y más adorado cliente, entró con una sonrisa vivaracha.
- ¿Cómo ha amanecido la niña más bonita de todo el barrio?- el anciano entró apoyándose en su bastón mientras miraba a la pelinegra con intriga.
- ¡Maravillosamente, Paco! Ya sabe usted que aquí uno no se aburre nunca.
- Eso es cierto, la de cosas que pasan en este barrio en verano... Sin ir más lejos ayer me contaron que la hija de la Concha lo había vuelto a dejar con el novio. ¡A este paso no va a tener nietos!
La medio inglesa no pudo evitar llevarse una mano a la boca tratando de ocultar su sonrisa. Definitivamente las mañanas con los cotilleos de aquel simpático señor se llevaban mucho mejor y aunque muchas veces no supiera de quien le hablaba, verlo con aquella ilusión en el rostro la llenaba a ella de una felicidad desbordante.
- Bueno, ya sabe usted que hoy en día las relaciones son más difíciles, seguro que encuentra a otro mejor...
- ¡O a otra! En estos tiempos nunca se sabe.
La morena abrió los ojos al ver la apertura que tenía el mayor con respecto a ese tipo de relaciones. Ella era la primera que siempre hacía esa aclaración cuando hablaba debido a su orientación y le fue muy agradable escucharla de él.
- Y que lo diga. Mientras sea feliz, que es lo importante...
- Y tú bonita, ¿qué? Nunca me has contado si te gusta un muchacho o una muchacha.
- Realmente estaba tan centrada en mis estudios que pasé un poco desapercibida estos años en Barcelona. Así que me temo que no tengo nada jugoso que contarle.- Chiara encendió el ordenador mientras charlaba con el señor mientras pensaba en sus años durante la carrera.
Era cierto que habia tenido algunos líos casuales con alguna compañera de la universidad, pero hacía mucho tiempo que no sentía esas mariposas en el estómago, esa devoción por hacer feliz a alguien... Ese enamoramiento que nos lleva a hacer locuras...
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Valium | KIVI
Hayran KurguChiara, una farmacéutica profesional y dispuesta a la que el mundo se le pone patas arriba por una pelirroja sin receta. ⚠️ +18 (incluye contenido explícito y lenguaje soez)