Capítulo 21

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La furia aún ardía en mi pecho mientras manejaba por las congestionadas calles de la ciudad. A pesar de que los destellos de las luces de la ciudad se deslizaban frente a mí, mi mente estaba atrapada en un remolino de pensamientos sobre mi relación con mi padre, mi abrupta partida de casa y las complicaciones de mi nueva vida empresarial.

El constante zumbido de mi teléfono interrumpió mis tumultuosos pensamientos. Miré la pantalla iluminada que mostraba un número desconocido. Por un momento, pensé que podría ser mi padre buscando reconciliación, pero decidí ignorar la llamada. La ciudad era testigo silencioso de mis emociones desbordantes mientras seguía avanzando.

Un semáforo en rojo me obligó a detenerme, y mientras esperaba impacientemente, noté un mensaje entrante. La ubicación del restaurante parpadeaba en la pantalla. Una mezcla de exasperación y resignación se apoderó de mí. Golpeé el volante con frustración, lamentando no haber respondido la llamada.

Decidí dirigirme al restaurante, aunque mi mente seguía nublada y mis emociones estaban en ebullición. Mientras conducía, golpeé el cristal con la esperanza de liberar algo de la tensión que me consumía. La luz de la ciudad bailaba en la oscuridad, pero mi atención estaba centrada en el dilema interno que me atormentaba.

Al entrar por las puertas de cristal del restaurante, sentí las miradas penetrantes de los hombres que me esperaban. Me acerqué con una sonrisa cortés cuando uno de ellos se adelantó para saludarme.

—Señor Carter, ¿es usted? —preguntó, ofreciéndome la mano con cordialidad, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de curiosidad y expectación.

Estreché su mano con firmeza, intentando mantener la compostura a pesar de la tensión palpable en el aire.

—Sí, soy yo. Disculpen la tardanza —mentí, esperando que mi disculpa fuera suficiente para disimular mi nerviosismo.

El hombre asintió comprensivamente.

—No se preocupe, acabamos de llegar también.

Observé con sorpresa cómo los tres hombres se dirigían hacia la mesa sin esperar a ser recibidos por el personal del restaurante. Era evidente que su estatus les otorgaba un cierto grado de libertad y privilegio que no pasaba desapercibido.

Nos sentamos en la mesa, y mientras el camarero tomaba nuestras órdenes, traté de romper el hielo.

—Bonito restaurante —comenté, buscando un tema de conversación neutral.

Uno de los hombres asintió con orgullo.

—Gracias, es mío —señaló, con una expresión de satisfacción en su rostro.

Me sorprendió descubrir que era propietario del lugar, lo que confirmaba aún más su posición de poder y riqueza. Me sentí un poco fuera de lugar, consciente de que, en comparación con ellos, mi posición financiera parecía modesta.

En la mesa, la formalidad inicial persistió, pero la presión de las futuras negociaciones y la incertidumbre sobre cómo abordar la situación se mantuvieron presentes como una espesa neblina que envolvía cada palabra y gesto. Mientras discutíamos los detalles comerciales, luchaba por mantenerme enfocado, pero mi mente divagaba entre las complejidades de mi vida personal y los aspectos prácticos del negocio, como si estuviera atrapado en un torbellino que amenazaba con arrastrarme lejos de la mesa de negociación.

La comida llegó, pero para mí fue más bien un mero trámite en medio de la vorágine de pensamientos y emociones que me consumían. Cada bocado parecía insípido, y cada sorbo de vino solo aumentaba la incertidumbre que pesaba sobre mis hombros. Aunque traté de mantener una apariencia calmada y profesional, por dentro me consumía la ansiedad y la preocupación por el resultado de esta crucial reunión.

Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora