Capítulo 63

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Con la tarde en su apogeo y mis sentidos embriagados por el exceso de alcohol, decidí bajarme del taxi antes de llegar a casa, el mundo giraba a mi alrededor, y cada paso parecía una odisea. Tropezando y tambaleándome, me dirigí hacia el ascensor de mi edificio.

La tarea de subir por las escaleras se convirtió en una aventura desafiante, cada piso era un logro, y mi equilibrio se desvanecía con cada paso, las luces parpadeaban, distorsionando la realidad a mi alrededor. Finalmente, llegué al pasillo de mi piso, pero mis piernas ya no respondían con la misma destreza.

Arrastrándome por la puerta, experimenté un torbellino de sensaciones mientras el suelo parecía moverse bajo mí, la cerradura se convirtió en un enigma, pero con esfuerzo y determinación, logré abrir la puerta de casa, mi entrada fue más un colapso que un regreso triunfal, pero al menos estaba en casa, aunque mi estado de embriaguez desafiara la cordura.

—¿Connor, estás bien? —preguntó Sofía con preocupación al ver mi estado.

Me apoyé en la pared, sintiendo un repentino arrepentimiento por haberle dado las llaves de casa, la realidad golpeó con fuerza: no estaba preparado para este paso, sin embargo, intenté ocultar mi inquietud y forzar una sonrisa.

—Sofía, cariño, ¿qué haces aquí?

Ella me miró con determinación, respondiendo con una mezcla de emociones en sus ojos.

—Vamos a vivir juntos, Connor ¿lo recuerdas? esta mañana en el desayuno.

Aunque apreciaba su intención, la rapidez me tomó por sorpresa, mi mente, afectada por la bebida y la pelea tumultuosa, luchaba por procesar la situación, quería dar marcha atrás, pero mis acciones previas ya habían marcado un camino irreversible. 

Sofía se acercó con preocupación y me ayudó a sentarme en el sofá. Mientras lo hacía, sus ojos se posaron en mi camisa manchada de sangre, una sombra de inquietud cruzó su rostro, y sus manos temblaban ligeramente mientras intentaba procesar la situación.

—Connor, ¿qué ha pasado? ¿Estás herido? —preguntó, su tono reflejando la preocupación evidente.

Traté de sonreír, aunque la confusión y el cansancio pesaban en mis gestos.

—Fue solo una pelea en el baño, todo está bajo control ahora —respondí, intentando restarle importancia a la situación.

Sofía frunció el ceño, sin estar completamente convencida, pero decidió no presionar más en ese momento. En cambio, suspiró y se sentó a mi lado, preparándose para escuchar todo lo que había sucedido esa tarde.

Sofía se sentó a mi lado, sus ojos buscaban respuestas en los míos, la fatiga y la borrachera nublaban mi mente, pero me esforcé por relatar los acontecimientos.

—Hubo una discusión en el baño con un tipo llamado Rodrigo, se puso feo, pero no te preocupes, no estoy herido de gravedad —le expliqué, tratando de calmar sus preocupaciones.

Sofía, al escuchar el nombre de Rodrigo, quedó en shock, sus ojos se abrieron con sorpresa y preocupación.

—¿Rodrigo? ¿Fue él con quien tuviste la pelea? —preguntó, con la voz llena de angustia.

Asentí, sintiendo el peso de la situación, no quería que Sofía se viera involucrada en el conflicto familiar, pero la verdad debía salir a la luz.

—Sí, Sofía, lamento que hayas tenido que enterarte así, la discusión se volvió más intensa de lo que esperaba —confesé, sintiendo la necesidad de disculparme.

Sofía tomó una respiración profunda, procesando la revelación. La tensión en la habitación era palpable, Sofía me miró fijamente, tratando de entender la magnitud de lo ocurrido, sus ojos reflejaban una mezcla de emociones, desde la sorpresa hasta la preocupación.

—Connor, ¿por qué? ¿Por qué peleaste con Rodrigo? —preguntó, con un tono de voz marcado por la decepción.

Intenté explicar, buscando las palabras adecuadas para justificar mis acciones, aunque sabía que no había excusa válida.

—Fue una confrontación intensa, Sofía. Rodrigo tenía preocupaciones sobre nuestra relación, y la situación se salió de control. Lo lamento, no quería que te involucraras en esto.

Sofía se apartó un poco, procesando la información, la habitación estaba cargada de tensión, y yo me sentía atrapado entre la vergüenza y el remordimiento, sabía que debí haber manejado la situación de otra manera, pero ya no podía retroceder en el tiempo.

—Connor, necesitamos hablar sobre esto, no podemos ignorar lo que sucedió, Rodrigo es mi primo, y esto afectará a toda la familia —dijo Sofía, con determinación en su voz.

Asentí, consciente de que la conversación apenas comenzaba y de que enfrentábamos un desafío que iría más allá de nuestras vidas personales, la pelea con Rodrigo había desencadenado una serie de consecuencias imprevisibles, y ahora debíamos abordarlas juntos.

Con la tensión en el aire y los efectos del alcohol nublando mi juicio, Sofía me miró con seriedad y me hizo una petición que resonó en mi conciencia.

—Connor, prométeme que no volverás a pelear con Rodrigo, ¿de acuerdo? No quiero más problemas, ni violencia.

Mis sentimientos encontrados se manifestaban en mi rostro, pero, ante la mirada preocupada de Sofía, asentí con la cabeza, dispuesto a cumplir esa promesa en mi estado vulnerable.

—Te lo prometo, Sofía, no quiero más conflictos.

Aunque mis palabras estaban impregnadas de sinceridad, la incertidumbre flotaba en el aire, y la promesa parecía frágil, como un castillo de naipes que podía derrumbarse en cualquier momento.

Comencé a dormirme en el sofá, no sabía que hora era, pero yo ya estaba que me quería ir a dormir, Sofía se dió cuenta y me ayudó a levantarme para irme a la cama.

Por el pasillo oía las quejas de una Sofía molesta, pero ella fue la que decidió comprometerse conmigo.

Me ayudó a recostarme en la cama con mucho cuidado, sentí como toda la habitación me daba vueltas ¿El champán habrá sido de mala calidad? 

Noté como Sofía me comenzaba a quitar los zapatos.

—Nena, eres la mejor— dije con una risa producida por la borrachera.

Sofía se recostó en la cama para darme un dulce beso, después del dulce beso puso cara de asco.

—Sabes muchísimo a champán— se quejó.

Sofía vio como cerraba los ojos, ella quería ayudarme a ir a la bañera para echarme agua, pero yo pesaba 20 kilos más que ella y era imposible que ella pudiese llevarme así que se resignó y se sentó a mi lado en la cama con los brazos cruzados.

Sentía que estaba durmiendo en un barco, no entendía como Jordan podía tener este ritmo de vida.

Sofía, visiblemente molesta por la situación, se levantó y se dirigió a su neceser, mientras lo registraba en busca de algo, sacó los billetes de avión, me entregó los billetes, los cuales los veía borrosos.

Miré los billetes con mucha determinación y curiosidad, notando que el destino estaba oculto.

—¿Dónde iremos? —pregunté, sintiendo una mezcla de intriga y anticipación.

Sofía sonrió y respondió: —Nos vamos a México, quiero que tengamos un momento para nosotros, lejos de todo esto, y México parece el lugar perfecto.

—Genial, justo lo que yo quería— reí sarcásticamente y cerré los ojos para lanzarme en un profundo sueño.

A pesar de las complicaciones que enfrentábamos, la idea de escapar a un destino  como México nos brindó un rayo de esperanza. 

Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora