Capítulo 80

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Sin embargo, dar vueltas en la cama no sirvió de nada, me quedé tumbado, mirando el techo, sintiendo la inquietud crecer dentro de mí, cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Louis siendo encantador con Sofía se manifestaba con intensidad, alimentando mi frustración y celos.

Finalmente, me levanté de la cama, incapaz de soportar la tensión, me dirigí al  saco de boxeo. Sin pensarlo dos veces, me até las vendas en las manos y comencé a golpear el saco con toda la fuerza que tenía, cada golpe era un grito mudo de rabia y dolor, un intento desesperado por liberar la angustia que me atormentaba.

El sonido de mis golpes resonaba, llenando el espacio con un ritmo constante y brutal, golpeé con furia, sintiendo cómo mis músculos se tensaban y mi respiración se aceleraba, el sudor corría por mi frente, mezclándose con las lágrimas no derramadas, cada impacto era un intento de disipar el nublado dolor emocional que me envolvía.

El dolor físico comenzó a igualar al emocional, sentí un agudo dolor en mi nudillo derecho, pero seguí golpeando, ignorando las señales de mi cuerpo, solo cuando el dolor se volvió insoportable, me detuve, respirando pesadamente con el corazón latiendo con fuerza.

Me quité las vendas lentamente, observando cómo mis nudillos estaban rojos e hinchados. Me dejé caer en una silla cercana, sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento, aunque el dolor seguía presente, tanto físico como emocional, al menos había encontrado una manera de liberar parte de la tensión acumulada.

Me quedé allí en silencio, dejando que mi respiración se calmara, sabía que necesitaba encontrar una manera de manejar mis emociones y centrarme en lo que realmente importaba: preparar el futuro para mi familia, pero por ahora, solo necesitaba un momento de paz para recuperar las fuerzas y seguir adelante.

Decidí darme una ducha. El agua helada golpeó mi piel, enviando un escalofrío por mi espina dorsal, dejé que el frío me despejara la mente y aliviara la hinchazón de mis nudillos, sentí cómo el agua arrastraba el sudor y la tensión acumulada, proporcionándome un respiro temporal.

Después de secarme, me vestí rápidamente y salí de la casa, necesitaba hablar con alguien, pero más que nada, necesitaba hablar con mi padre, conduje rápidamente hacia el cementerio, el lugar donde siempre encontraba un poco de consuelo.

Llegué a la tumba de mi padre, el lugar tranquilo rodeado de árboles y flores, las flores que había dejado la última vez ya estaban marchitándose, un recordatorio de lo rápido que pasa el tiempo, me arrodillé frente a la lápida, mis ojos llenándose de lágrimas.

—Papá —susurré, mi voz quebrándose—. Te echo tanto de menos, no sé qué hacer, todo se siente tan confuso sin ti aquí.

Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas mientras hablaba, derramando todo el dolor y la frustración que había estado conteniendo, me sentí vulnerable, como un niño perdido sin su guía.

—Las flores que te traje se están marchitando —dije, acariciando los pétalos secos—. Lo siento, no he venido antes, prometo traerte flores nuevas, las más bonitas que encuentre.

Me quedé en silencio por un momento, dejando que mis palabras flotaran en el aire. Finalmente, me incliné y besé la lápida.

—Te quiero, papá, espero que estés orgulloso de mí.

Me levanté, limpiándome las lágrimas con la manga de mi camisa, y me dirigí de vuelta al coche. La tristeza seguía presente, pero sentía una determinación renovada, tenía que seguir adelante, por mí y por mi familia.

De regreso a casa, me preparé un café, mientras el aroma del café recién hecho llenaba la cocina, me sentí un poco más tranquilo, tomé mi taza y me dirigí al salón, donde me senté para disfrutar del calor reconfortante de la bebida.

Después de terminar mi café, decidí llamar nuevamente al número de teléfono de la oficina en alquiler. Esta vez, alguien contestó.

—Buenos días, somos Summit Realty,  le atiende Michelle ¿En qué puedo ayudarle? —dijo una voz femenina al otro lado de la línea.

—Hola, he visto una oficina de alquiler en el centro y me interesa ¿Podría pasar a verla esta mañana? —pregunté, tratando de sonar profesional.

—Claro, podemos agendar una visita para dentro de media hora —respondió ella.

Agradecí y colgué, sintiendo un pequeño destello de emoción,  salí corriendo hacia el centro, al llegar, vi la oficina y me gustó de inmediato, aunque me parecía cara, sabía que era una inversión necesaria.

Llamé a Jordan, quien contestó con voz adormilada.

—¿Connor? ¿Qué hora es? —preguntó, bostezando.

—Son casi las ocho y media, necesito que vengas a ver una oficina, creo que es perfecta para nosotros —le dije, tratando de sonar convincente.

Jordan suspiró, aún medio dormido.

—Está bien, pero no firmes nada hasta que llegue, dame unos cuarenta minutos.

Decidí esperar en el coche, revisando algunos correos y haciendo planes en mi cabeza. Finalmente, vi a Jordan acercarse, luciendo un poco más despierto.

—¿Listo para esto? —le pregunté mientras nos dirigíamos a la oficina.

Entramos juntos y comenzamos a examinar el espacio, hablamos sobre la pintura que tendríamos que echarle, los muebles que necesitaríamos comprar y los posibles socios que podríamos conseguir.

—Va a ser mucho trabajo —dijo Jordan, mirando las paredes blancas y vacías.

—Lo sé, pero vale la pena, no podemos seguir yendo a casa de los chicos, ellos se toman las reuniones como un lugar para hacer fiestas y no es posible, necesitamos un lugar que refleje nuestra profesionalidad y nuestros planes futuros —respondí con determinación.

Jordan asintió, y ambos nos quedamos allí, visualizando el futuro de nuestra empresa en ese espacio, con cada detalle que discutíamos, sentía que estaba dando un paso más hacia la vida que quería construir para mi empresa.

—Este espacio es perfecto para nuestras reuniones y para recibir a los socios—comenté, mirando alrededor con satisfacción.

—Sí, definitivamente mejor que hacer las reuniones en la casa de uno de los borrachos de Harvard —respondió Jordan con una sonrisa irónica.

Subimos la escalera al segundo piso, que tenía varias habitaciones pequeñas que podrían servir como oficinas privadas o salas de reuniones más íntimas, una de las habitaciones tenía una gran ventana que daba a un balcón, ideal para tomar un descanso y respirar aire fresco durante el día.

—Podemos convertir esta en nuestra sala de conferencias —dijo Jordan, señalando una de las habitaciones más grandes—. Solo necesitamos una buena mesa de reuniones y algunas sillas cómodas.

—Y una buena capa de pintura —añadí, pasando la mano por una de las paredes—. Tal vez un tono más cálido para que se sienta más acogedor.

Seguimos explorando el espacio, discutiendo ideas sobre la decoración y el mobiliario. 

—Esto va a ser mucho trabajo, pero vale la pena —dijo Jordan, mirando alrededor con una mezcla de entusiasmo y preocupación.

—Podría encargarme de pintar yo mismo para ahorrar algo de dinero —propuse.

—Buena idea. Y yo hablaré con un conocido para que nos deje los muebles más baratos, incluidos dos ordenadores —dijo Jordan.

Nos abrazamos, emocionados por nuestro nuevo futuro, discutimos más detalles sobre la pintura, los muebles y los posibles socios que podríamos conseguir, sabíamos que nos esperaba mucho trabajo, pero estábamos decididos a hacer que funcionara. Esta oficina sería el lugar donde construiríamos nuestro futuro, y haríamos todo lo necesario para que fuera un éxito.

Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora