Capítulo 88

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Me desperté antes de que el primer rayo de luz se filtrara por las ventanas, envuelto en la tenue oscuridad de la madrugada. No había dormido más que un par de horas en el sillón del salón, y mi cuerpo se sentía entumecido y pesado, como si hubiera cargado con todo el peso del mundo durante la noche. El teléfono, aún en mi mano, parecía una presencia acusatoria, un testigo mudo de la debilidad que había demostrado al llamar a Megan.

La conversación –o más bien, el fracaso de la conversación– resonaba en mi mente. Megan me había colgado, su voz en un susurro molesto y firme, recriminándome por lo que hice la última vez en su casa, cuando había perdido el control y golpeé a su esposo. Me pregunté si en algún momento se arrepentía de lo que habíamos compartido o si yo, en mi desesperación, simplemente le había parecido una carga insoportable.

Suspiré pesadamente, restregándome la cara con las manos. ¿En qué demonios estaba pensando al llamarla? No solo había sido una estupidez, sino también un acto de absoluta irresponsabilidad. Y ahora, cualquier cosa que hiciera solo añadiría más leña al fuego que ya ardía entre nosotros. Sofía no sabía nada de lo que había ocurrido con Megan, y no podía siquiera imaginarme cómo reaccionaría si se enterara. Era un secreto que ya estaba enterrado, pero que seguía vivo en las sombras de mi mente, amenazando con arrastrarme si no tenía cuidado.

Me puse de pie con dificultad, sintiendo cómo mi cuerpo protestaba, y miré hacia el dormitorio. La puerta estaba entreabierta, y podía ver a Sofía durmiendo profundamente, acurrucada bajo las sábanas, su figura apenas visible en la penumbra. Verla así, tan serena e inocente, solo hizo que me sintiera más culpable. ¿Qué clase de futuro podía ofrecerle cuando ni siquiera podía mantener mi vida bajo control? Había prometido estar a la altura, ser el hombre que ella pensaba que era, pero la verdad es que ni yo mismo sabía si podría hacerlo.

El pensamiento de enfrentarme a sus padres se cernía como una nube oscura sobre mí. La última vez que nos habíamos visto había sido un desastre absoluto. Ellos no solo me miraban como si fuera un intruso en la vida de su hija, sino también como alguien que nunca estaría a su nivel. Para colmo, la noticia del embarazo había sido la gota que colmó el vaso. Su desaprobación había sido palpable. Pero ahora, de alguna manera, querían "intentarlo de nuevo", querían "aceptarme" por el bien de Sofía y del bebé. Algo en todo eso me olía a hipocresía.

 La puerta del dormitorio estaba entreabierta, y desde allí podía ver el cuerpo de Sofía, acurrucado bajo las sábanas. Mi corazón se encogió al verla tan tranquila, su pecho subiendo y bajando con un ritmo constante y relajado. Me detuve un segundo en la entrada, contemplándola. Podría haberme quedado así toda la vida, observando la paz en su rostro mientras dormía, como si en este pequeño mundo nuestro, todo estuviera bien.

Respiré hondo y di un paso hacia adentro. No quería despertarla, pero tampoco quería que ella supiera que había pasado la noche en el sillón o, peor aún, fuera de casa. Necesitaba estar junto a ella, fingir que todo había sido como debía, que había estado a su lado como un buen prometido. Con movimientos suaves, me acerqué despacio a la cama. Las sábanas estaban desordenadas en su lado, y el mío estaba casi intacto, lo que podría delatarme si se fijaba. Tiré de las mantas con cuidado y, con la mayor sutileza posible, me deslicé en la cama, acomodándome junto a ella.

El colchón se hundió ligeramente bajo mi peso y Sofía se movió, murmurando algo en sueños. Contuve el aliento, tratando de no hacer ningún ruido. Coloqué mi brazo alrededor de su cintura, acercándola hacia mí, y cerré los ojos, fingiendo que todo era normal, que había estado allí toda la noche. La sensación de tenerla tan cerca me llenó de un calor reconfortante, y por un momento, me permití olvidar el caos que bullía en mi cabeza.

Pero mi paz duró poco. Sofía se removió de nuevo, esta vez girándose ligeramente para mirarme, sus ojos entreabiertos y adormilados. La suave luz de la mañana iluminaba su rostro, y pude ver cómo una leve expresión de desconcierto aparecía en sus facciones. Pestañeó, su mirada confusa mientras sus ojos intentaban enfocarme.

Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora