Encendí el motor del coche, y el ronroneo del motor llenó el espacio mientras me preparaba para poner en marcha el vehículo. En ese momento, noté que alguien se acercaba por el espejo retrovisor. Una figura familiar se dibujaba en la oscuridad, y pronto identifiqué a Madison, la hija del hombre con el que había compartido parte de mi noche.
Con un gesto rápido, abrió la puerta del copiloto y la vi subir con cierto aire de molestia en su expresión. El rostro de Madison reflejaba una mezcla de irritación y curiosidad, como si estuviera esperando una explicación que no estaba segura de querer escuchar.
—Bonito coche. ¿Por qué no me has llamado? —preguntó, su tono ligeramente agudo denotaba cierta tensión.
Intenté mantener la calma, consciente de que la situación podía volverse tensa si no manejaba sus emociones con cuidado.
—Porque estaba con tu padre, ¿quizás? —respondí, encogiéndome de hombros en un intento por restarle importancia al asunto.
Madison no pareció satisfecha con mi respuesta. Cruzó los brazos, su mirada fija en mí, como si estuviera buscando algo más en mis palabras. Resoplé, sintiendo la incomodidad aumentar con cada segundo que pasaba en silencio.
—Igualmente, tendrías que haberme llamado —añadió, insistente, su voz resonando en el interior del vehículo.
La noche se volvía más fresca, y el halo de luz de las farolas dibujaba destellos en su rostro. Me sentí observado, bajo la presión de justificar mis acciones ante ella, mientras el silencio se adueñaba del espacio entre nosotros.
—¿Qué? Arranca —exigió, dejando claro que no estaba dispuesta a esperar mucho más.
Inicié el coche, y el sonido del motor se mezcló con el tenso silencio que se había apoderado del habitáculo. La iluminación de las calles se deslizaba sobre su rostro, revelando una expresión que oscilaba entre la curiosidad y la molestia. Conduje por las calles, tratando de mantener la atención en la carretera, pero sentía la mirada penetrante de Madison a mi lado. La atmósfera estaba cargada de preguntas no formuladas y de una tensión que solo podía describirse como palpable.
La noche se extendía, cargada de tensiones y decisiones que podían cambiar el rumbo de nuestras vidas entrelazadas en un juego peligroso de desafíos y tentaciones. Estaba detenido en el semáforo, esperando que cambiara a verde, cuando de repente Madison se liberó del cinturón de seguridad y se acercó a mí. Sentí su presencia, pero no imaginé lo que estaba por venir. Sin previo aviso, comenzó a tocar mi rostro con sus suaves manos y a plantar pequeños y juguetones besos por toda mi cara.
—Madison, por favor —murmuré entre risas nerviosas, sin saber cómo reaccionar ante sus caricias.
Ella rodeó mi cuello con sus brazos, inclinándose hacia mí, y continuó besándome en la mejilla, la frente y hasta en la nariz. La situación era inesperada, y mi atención estaba dividida entre la carretera y la repentina cercanía de Madison.
—Por favor, ¿qué? —preguntó, riendo ante mi sorpresa.
El semáforo estaba a punto de cambiar, y me sentía atrapado entre la luz roja y la imprevista demostración de afecto de Madison. No sabía si reír o sentirme incómodo, pero la luz verde finalmente nos liberó de la inmovilidad.
—Madison, por favor, tenemos que esperar al menos hasta llegar a casa —le supliqué, intentando concentrarme en la conducción mientras ella seguía con sus besos.
Era una mezcla de risas y susurros, y el tráfico de la ciudad se convirtió en el testigo involuntario de nuestro peculiar momento en el coche. Mientras avanzábamos por las calles iluminadas por las luces de la ciudad, Madison continuaba con sus juegos, haciendo que cada semáforo en rojo fuera una pequeña pausa en nuestra travesía.
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Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•
RastgeleEn las brillantes y deslumbrantes calles de la alta sociedad de Beverly Hills, donde el poder y la riqueza se entrelazan en un juego peligroso, se encuentra Connor Carter, un joven ambicioso con un talento innato para los negocios y una determinació...