Capítulo 41

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La oscuridad de la noche envolvía mi casa en un manto de silencio, roto únicamente por el sonido monótono y repetitivo de mis puños golpeando el saco de boxeo. Cada impacto resonaba en el pequeño gimnasio, acompañado por el eco de mis propios pensamientos tumultuosos.

No sabía que no me dejaba dormir si el miedo a ser descubierto o la decepción que mi padre tenía en mi.

Maldito hijo de puta.

El sudor empapaba mi cuerpo, reflejando el esfuerzo físico y emocional que había estado soportando durante horas. Cada golpe al saco era una liberación momentánea de la ira y la frustración que amenazaban con consumirme por completo.

Mis manos temblaban mientras me quitaba los guantes de boxeo, la rabia aún palpable en cada fibra de mi ser. No podía permitirme descansar, no cuando la culpa me pesaba como una losa sobre los hombros y el miedo a ser descubierto acechaba en las sombras de mi mente.

Continué golpeando el saco, ignorando el dolor en mis nudillos y la fatiga que se apoderaba de mi cuerpo.  Mientras mis puños seguían impactando contra el saco con una ferocidad creciente, el resplandor del sol comenzó a filtrarse por las ventanas del gimnasio, tiñendo el ambiente con tonos dorados y desvaneciendo la oscuridad de la noche.

Fue entonces cuando los golpes en la puerta resonaron a través de la casa, sacándome bruscamente de mi trance autoimpuesto. Un escalofrío recorrió mi espalda, el temor de que fueran las autoridades viniendo a llevarme esposado me paralizó por un instante.

Con un esfuerzo sobrehumano, me obligué a secar las lágrimas que amenazaban con desbordarse y me dirigí hacia la puerta con paso vacilante. Cada golpe resonaba en mis oídos como un eco de mi propia angustia, cada latido de mi corazón parecía anunciar el final inevitable de todo lo que conocía.

Mi rostro cambió al escuchar la voz de Jordan, abrí enseguida y ahí estaba él, con la misma cara de preocupación que yo.

—Llevo toda la puta noche llamándote ¿Por qué coño no respondías? —su voz era de recriminación.

No le hice mucho caso, decidí dejarle hablando solo y volví al gimnasio para desquitarme con el saco.

Oía los pasos de Jordan por el pasillo.

En el momento que vi el saco de boxeo volví a abalanzarme sobre el.

Al llegar al saco de boxeo, mi mente se nubló con un enjambre de emociones encontradas. La rabia y el dolor se entrelazaban en un torbellino tumultuoso, alimentando mi determinación de desquitarme con el mundo que me había fallado una vez más. Con un grito de furia reprimida, me abalancé sobre el saco con toda la fuerza que pude reunir, dejando que mis puños se convirtieran en un eco de mi propia angustia.

Pero incluso mientras me perdía en el frenesí de mi propia ira, una voz en el fondo de mi mente seguía susurrando la verdad que me negaba a enfrentar. A pesar de mis esfuerzos por ignorarla, sabía que no podía escapar de la culpa que me consumía, una sombra oscura que se cernía sobre mí como un espectro implacable.

—¿A esto es a lo que te has dedicado toda la maldita noche? ¿Qué cojones piensas?

Decidí ignorarle, pero las palabras de Jordan resonaban en mi mente como un eco persistente. No podía escapar de la tormenta de emociones que me consumía, y mi intento de contener las lágrimas fue en vano.

Entonces, sentí los brazos de Jordan rodeándome, envolviéndome en un abrazo reconfortante que me tomó por sorpresa. Su voz, calmada y serena, rompió el silencio que había envuelto la habitación.

—Entiendo cómo te sientes, yo me siento igual, calma—  susurró Jordan, sus palabras actuando como un bálsamo sobre mi alma herida. 

Me aferré a él, sintiendo cómo mis defensas se desmoronaban ante su comprensión y apoyo inquebrantables.

Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora