Decidí mirar el teléfono, ya que tenía curiosidad por saber quién era. Mi cara cambió por completo al ver el nombre en la pantalla, Sofía. Había olvidado la cena.
La noche caía con una solemnidad casi palpable, y las luces de la ciudad titilaban en la distancia, creando un espectáculo que contrastaba con mi agitado estado de ánimo. Sentado al volante, el interior del coche se inundaba de una penumbra sutil, mientras mi mirada se perdía en el horizonte borroso.
Cada golpe que mi puño propinaba al volante parecía resonar en la quietud de la cabina, como un eco de mi frustración y arrepentimiento. Mis manos, aferradas al volante con una tensión palpable, buscaban desesperadamente encontrar un alivio para la carga emocional que pesaba sobre mis hombros.
El zumbido insistente del teléfono rompió el silencio opresivo del coche, y al ver el nombre de Sofía parpadeando en la pantalla, mi corazón se aceleró con un latido ansioso. La culpabilidad se apoderó de mí, envolviéndome en un remolino de emociones tumultuosas.
Al contestar la llamada de Sofía, mi corazón latía con una mezcla de nerviosismo y alivio. Escuchar su voz suave y reconfortante a través del auricular fue como un bálsamo para mi alma atribulada.
—Sofía, lo siento mucho. He olvidado completamente nuestra cena— comencé, con mi voz cargada de sinceridad y arrepentimiento.
Hubo una breve pausa al otro lado de la línea antes de que Sofía respondiera, su tono calmado pero con un deje de decepción apenas perceptible. —No te preocupes, Connor. Entiendo que las cosas a veces pueden salirse de control— dijo con una comprensión que me hizo sentir un poco menos culpable.
—Es solo que ha sido un día tan frenético, y...— intenté explicarme, pero Sofía me interrumpió suavemente.
—No tienes que darme explicaciones, cariño. Estoy aquí para ti— dijo con una ternura que hizo que el nudo en mi garganta se aflojara un poco.
Respiré hondo, sintiendo un peso levantarse de mis hombros. —Gracias, Sofía. Eres increíblemente comprensiva— dije con gratitud, mi voz ligeramente apagada por la emoción.
—No hay de qué preocuparse, Connor. ¿Qué te parece si reprogramamos nuestra cena para otro día?— sugirió Sofía, su tono lleno de amabilidad y cariño.
Una sonrisa se formó en mis labios. —Me encantaría. Te prometo que esta vez no olvidaré— dije con determinación, sintiendo un renovado sentido de compromiso hacia Sofía.
Sofía fue comprensiva y su apoyo me reconfortó. Cada palabra de aliento parecía ser un bálsamo para mi alma inquieta. Agradecí sinceramente su comprensión antes de finalizar la llamada, aunque la sensación de inquietud persistía en mi mente.
Cuando me di cuenta de que no podía volver a casa, la ansiedad se apoderó de mí. Era tarde y no tenía a dónde ir. Pensé en llamar a Jordan, mi amigo más cercano, pero la vergüenza me paralizaba. No quería admitir mi situación de vulnerabilidad.
Aparqué en una calle tranquila, sumido en mis pensamientos. Marqué el número de Jordan con la esperanza de que me ayudase, sin embargo, la ausencia de respuesta agravó mi preocupación, haciendo que la incertidumbre se tornara aún más aguda.
El agobio comenzó a nublar mi juicio. Miré mi cartera, encontrándome con la escasez de recursos. Solo 50 dólares, una cantidad insuficiente para buscar refugio en un hotel decente. La perspectiva de pasar la noche en un hostal de mala muerte me llenaba de desagrado, pero parecía ser la única opción viable.
Con resignación, me encaminé hacia una gasolinera iluminada por tenues luces LED, la decisión de dormir en mi coche se imponía como la única alternativa razonable, a pesar de mi intento de convencerme de la bondad de esta idea, una sensación incómoda persistía en mi interior.
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Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•
RandomEn las brillantes y deslumbrantes calles de la alta sociedad de Beverly Hills, donde el poder y la riqueza se entrelazan en un juego peligroso, se encuentra Connor Carter, un joven ambicioso con un talento innato para los negocios y una determinació...