Capítulo 43

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Noté cómo mi respiración se volvía entrecortada después de la última embestida, mi cuerpo aún vibraba con la intensidad del momento. Katia yacía frente a mí, agotada pero radiante, su cabello rubio desordenado enmarcando su rostro sereno, murmuraba palabras en ruso, una melodía suave que apenas llegaba a mis oídos.

Con cuidado, decidí acariciar suavemente su espalda, sintiendo el calor que emanaba de su piel. Era un gesto íntimo, casi involuntario, pero parecía calmarla mientras se acurrucaba contra el cabecero de la cama.

Antes de apartarme, decidí darle una última nalgada, Katia respondió con una risita suave, y me miró con ojos chispeantes que reflejaban el cansancio pero también una profunda complicidad.

Al salirme de ella, sentí un vacío repentino, como si una parte de mí se hubiera quedado atrapada en aquel momento de pasión, me tumbé en el colchón, sintiendo el peso del cansancio y la satisfacción mezclarse en mis músculos tensos.

Katia, sin embargo, parecía más despierta que nunca, se movió con gracia hasta quedar sentada, su mirada fija en mí con una intensidad que me sorprendió. Habló en ruso, una mezcla de palabras que no entendí pero que resonaron en mi interior de manera profunda.

Luego, extendió su mano hacia mí, un gesto sencillo pero cargado de significado, me indicaba que me acercara, que compartiéramos juntos ese momento de intimidad y conexión.

A regañadientes, me moví hacia ella, dejando que nuestros cuerpos se rozaran con delicadeza. Me sorprendió la calidez de su abrazo, la suavidad de su piel contra la mía, lo último que tenía planeado era abrazar esta noche a una prostituta. 

Decidí cerrar los ojos y dejarme llevar, permitiendo que el calor de su cuerpo y el suave murmullo de su voz me envolvieran por completo. 

Juntos, nos quedamos así, abrazados en silencio, compartiendo un momento de paz y complicidad.

—Katia, esto se tiene que terminar —dije entre gemidos, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en el aire.

Ella me miró con incredulidad, sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y furia mientras buscaba una explicación.

—Me caes muy bien, pero como amiga —añadí, tratando de justificar mis palabras mientras mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

Katia, visiblemente disgustada por mi comentario, comenzó a lanzarme insultos en ruso con expresiones de furia, aunque no entendía la mayoría de las palabras, el tono de su voz dejaba claro que no estaba contenta con mi decisión.

Decidí recostarme en la cama, sintiendo el peso de la tensión entre nosotros. Observé en silencio cómo Katia buscaba su vestido de cuero negro en el suelo, cada movimiento cargado de resentimiento y desilusión.

—Katia, no te enfades, solo digo la verdad, soy un hombre exitoso, y no puedo estar con mujeres como tú —intenté explicar, aunque mis palabras sonaban más frías de lo que pretendía.

La mano de Katia aterrizó en mi mejilla con fuerza, dejando un zumbido en mis oídos, me tocaba la cara mientras procesaba el golpe, y su mirada furiosa me recordaba lo inapropiado de mis palabras.

—No tienes derecho a menospreciarme, Connor, no soy solo una mujer con la que puedes divertirte y luego descartar —espetó, acentuando cada palabra con un tono de desafío.

Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras golpeándome con fuerza. Había cruzado una línea, y era consciente de que mis acciones habían herido profundamente a Katia. Sin embargo, en lugar de disculparme, me sumí en un incómodo silencio, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para remediar la situación.

Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora