Caminé hacia la entrada del edificio con el corazón pesado. Todo lo que Jordan había dicho resonaba en mi cabeza, al abrir el buzón, un montón de sobres cayeron desordenadamente al suelo, me agaché para recogerlos, y lo primero que vi fueron las facturas acumuladas: la electricidad, el agua y otras tantas que ni siquiera me atrevía a mirar detenidamente.
Subí las escaleras con las facturas en la mano, sintiendo cómo el peso de cada una de ellas se transformaba en un peso en mi pecho, abrí la puerta de mi apartamento y entré, dejando las facturas en la mesa del salón, me desplomé en el sofá mirando los sobres con desesperación.
¿Cómo llegamos a esto? pensé, recordando los días en los que todo parecía más sencillo. Sofía y yo habíamos empezado con grandes sueños y esperanzas, pero ahora todo se estaba desmoronando.
Me eché las manos a la cabeza, tratando de contener la angustia, el dinero que debía era abrumador, y con cada día que pasaba, parecía que la deuda solo crecía, había invertido tanto en tratar de mantener un estilo de vida como el de mis compañeros de Harvard que ahora parecía una carga imposible de sostener.
El sonido del teléfono rompió el silencio, me levanté y busqué mi teléfono en el bolsillo, miré la pantalla: era Sofía, contesté, tratando de sonar lo más tranquilo posible.
—Hola, Sofía.
—Hola, amor, quería decirte que me voy a quedar a comer en el trabajo, Louis me ha invitado a comer con él y con otros artistas con los que compartiré galería en Londres.
Sentí un nudo en el estómago al escuchar el nombre de Louis, su jefe no me gustaba nada, pero hoy, con todo lo que estaba pasando, la noticia me golpeó más fuerte.
—Está bien, disfruta y ten cuidado, ¿vale? —respondí, tratando de ocultar mi preocupación.
—Lo haré, te quiero.
Colgué el teléfono y volví a sentarme, mirando las facturas que aún estaban esparcidas sobre la mesa, tenía que encontrar una manera de salir de esta situación, no podía dejar que todo se desmoronara.
Miré el reloj y me di cuenta de que tenía una reunión con un amigo del padre de Jordan, en menos de una hora, no podía permitirme el lujo de perder esa oportunidad, especialmente en este momento, decidí darme una ducha rápida para despejarme.
Entré al baño, dejando que el agua caliente cayera sobre mí, intentando relajarme aunque fuera un poco, pero los pensamientos sobre las deudas, Sofía y el futuro seguían atormentándome. Salí de la ducha y me sequé rápidamente, sabiendo que no tenía mucho tiempo.
Me dirigí al armario y escogí un traje oscuro, una camisa blanca y una corbata sobria, quería proyectar una imagen de seguridad y éxito, aunque por dentro me sintiera todo lo contrario, me vestí con cuidado, ajustando cada detalle para parecer impecable.
Cuando terminé, me miré en el espejo, la persona que me devolvió la mirada parecía un extraño, los ojos cansados, las arrugas de preocupación en mi frente, y la expresión tensa no eran las de alguien que tenía todo bajo control, sentí una punzada de tristeza al darme cuenta de cuánto había cambiado.
Con un último suspiro de resignación, me ajusté la corbata y me preparé para enfrentar la reunión, tomé mi maletín y salí de casa, sintiendo el peso de las facturas y las deudas que había dejado en la mesa del salón, me subí enseguida al coche y conduje lo más rápido que me permitía la ley, eran casi las 2 de la tarde, la gente iba de camino a casa a comer, a estar con su familia y yo iba camino a una reunión, definitivamente hoy no era mi día.
Por suerte no vivíamos tan lejos, él vivía en una de las zonas más lujosas de la ciudad, su casa no tenía perdida, tenía un estilo colonial y un jardín bien cuidado, me bajé del coche, agarré mi maletín y toqué el timbre, a los pocos segundos me recibió en la puerta, un hombre de unos setenta años con cabello blanco y una expresión bondadosa.
—Buenas tardes, señor Connor, pase, por favor —dijo aquel hombre, estrechándome la mano con una sonrisa cálida.
Entré, notando la decoración clásica y el ambiente acogedor del hogar, nos dirigimos a la sala de estar, donde una mesa de caoba estaba preparada con documentos y una cafetera humeante.
—Gracias por recibirme, señor Harris —dije, tomando asiento—. Espero que podamos hablar todos los detalles y llegar a un acuerdo beneficioso para ambos.
Harris asintió, sirviendo café para ambos.
—Como mencioné en una de nuestras conversaciones previas con su socio Jordan, estoy buscando una inversión segura para poder pagar la universidad de mis seis nietos, la BBC ha prometido una bonificación del 30%, lo cual me da mucha tranquilidad.
Sentí un nudo en el estómago, sabía que esa bonificación era una mentira, una promesa vacía creada para atraer inversores, pero también sabía que necesitaba ese dinero desesperadamente, tomé un sorbo de café, el calor del líquido contrastando con el frío que sentía en mi interior.
—Entiendo, señor Harris, esa bonificación es una gran oportunidad, y haré todo lo posible para asegurarme de que su inversión sea fructífera —dije, esforzándome por mantener mi voz calmada y convincente.
La reunión continuó con una serie de preguntas y explicaciones detalladas. Harris era meticuloso y quería estar seguro de cada aspecto de la inversión, finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Harris firmó los documentos y me entregó el cheque 100.000$.
—Gracias por su confianza, señor Harris, le prometo que no se arrepentirá de esta decisión —dije, estrechándole la mano una vez más.
Antes de que pudiera irme, Harris sonrió y me hizo una invitación inesperada.
—Connor, estaba pensando en jugar al golf este fin de semana. ¿Te gustaría acompañarme? Podríamos continuar nuestra conversación en un entorno más relajado.
Asentí, agradecido por la oportunidad de fortalecer nuestra relación.
—Sería un placer, señor Harris, estaré allí.
Lo ultimo en lo que estaba pensando era en irme a jugar el golf, pero no tenía otra opción, me despedí del señor Harris, salí con mi maletín y un cheque nuevo de 100.000$ que serviría para pagar a los anteriores socios su bonificación del 30%.
De vuelta en mi coche, me quedé sentado unos minutos, mirando fijamente el volante, la culpabilidad me consumía, pero me repetía que estaba haciendo lo necesario para sobrevivir, necesitaba ese dinero más que el señor Harris, o al menos eso me decía a mí mismo para poder seguir adelante.
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Los Chicos De Harvard •Madison Beer• Megan Fox• Sofía Carson•
AléatoireEn las brillantes y deslumbrantes calles de la alta sociedad de Beverly Hills, donde el poder y la riqueza se entrelazan en un juego peligroso, se encuentra Connor Carter, un joven ambicioso con un talento innato para los negocios y una determinació...