Tres golpes secos se volvieron a repetir.
—¡Señorita, abra por favor!
Fanny se cubrió con la colcha. Queriendo desentenderse, inició a mecerse y sus ojos pronto aprobaron la coquetería de Morfeo.
Un tranquilo suspiro surgió de sus labios y...
—¡Despierte, por favor!
Más golpes quisieron derribar la puerta. Molesta, hundió la cabeza debajo de la almohada y apretó los ojos con fuerza. Pasó alrededor de un minuto hasta que los murmullos del exterior cesaron. La joven Díaz fue aflojando su cuerpo, mientras, contenta, pensaba en las largas horas de sueño que le esperaban.
—¡Fanny Cristina Díaz Amado, abre ahora mismo!
La voz había cambiado.
No tuvo la necesidad de indagar de quién se trataba. Como si hubiera sido hincada con una vara de fuego, se descubrió del calor de las colchas y se alzó de la cama. Sus pies, aún adormilados, se enredaron entre sí y la llevaron directo al piso. Rezongó al sentir el dolor en su trasero; sin embargo, su cuerpo tuvo que reactivarse cuando los reclamos desde el pasillo retornaron.
—¡Buenos días! —dijo, al tiempo que entreabría la puerta e intentaba poner buena cara.
—Once de la mañana y todavía dormida, Fanny. Te entendí aquella noche que regresaste tarde de la fiesta, era justificable que no te levantaras temprano después de tanta emoción, pero... —Helena se detuvo y arrugó el entrecejo. Con la palma, su madre terminó de abrir la puerta. Fanny no necesitó voltear para saber de la ropa tirada sobre la cama, del desorden del librero y de la basura sobre la mesita de noche—. ¿Una semana de encierro?
La joven contuvo un suspiro antes de contestar:
—No me he sentido bien, mamá. Mi estómago...
—Tus dolores son algo que se pueden resolver cerrándote la boca. Mira esas cajas amontonadas bajo la cama, ni siquiera te molestaste en esconderlas.
Empujándola para hacerse espacio, Cruz Helena se adentró y se agachó lo necesario para coger unas pequeñas cajas doradas. Las abrió y sus dedos mostraron envoltorios donde antes hubo de haber chocolate.
—Eres una glotona —le reclamó, con las cejas juntas y los labios tensos—. ¿Cómo no te vas a sentir enferma tragándote tanta porquería? Eres un desastre Fanny, pero no más. He tratado de ser paciente y dejarte correr, pero de ahora en adelante estaré encima de ti.
Su madre tiró la basura al piso y se fue acercando hacia ella. Matilda, quien había permanecido en silencio junto a la puerta, adoptó la misma postura que Fanny: cabeza baja y un brazo cruzado y agarrado al otro.
Helena se detuvo. Transcurrieron unos segundos y habló:
—Por el momento arréglate, que tienes visita.
—¿Quién? —inquirió nerviosa, presintiendo la mención de "Liam" como lo más funesto.
Tembló esperando por una respuesta.
—Luciana.
—¿Luciana? ¿Quién es ella?
—Eso mismo me estaba preguntando yo.
*
*
Fanny volvió por tercera vez la mirada hacia Luciana; pero ella, igual a las dos veces anteriores, le apartó el rostro. Helena carraspeó, ruidosa, y fue entonces que la recién llegada olvidó la requisa de la casa y se dignó a reparar en sus anfitrionas.
ESTÁS LEYENDO
Amor Forzado (Completa)
RomanceFanny Díaz ama en secreto a su mejor amigo. El día que decide despojarse de sus inseguridades se confiesa, pero el desenlace no es el esperado. Dolida, accede a una unión por conveniencia con Liam Hoffman, un pedante y orgulloso empresario que perso...