Capítulo XLVI

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Liam bajó sus párpados al tiempo que permitía que el aire desordenara su cabellera crecida. Su cuerpo se relajó y se sintió cómodo para dejar que su cabeza se fuera para atrás; pero, un dolor desde de un punto en su tórax, lo obligó a recomponerse y enfrentarse a la luz del sol.

Un leve gemido salió de sus labios.

Él intentó acomodarse recto mientras iniciaba una serie de ejercicios de respiración. Estuvo haciéndolos por cinco minutos hasta que los cánticos de los pájaros lo distrajeron. Aquellos pequeños seres eran los únicos a los que les había consentido acompañarlo durante su cautiverio. El proceso de recuperación había sido largo, pero sobre todo doloroso. No recordaba nada de lo que había sucedido luego de que Rodrigo se le abalanzara con todo y el coche. Había despertado dos días después, anestesiado y con un par de sorpresas de las que aún no podía sobreponerse.

Ya no tenía miedo ni de la justicia terrenal, ni la divina. De la segunda ya padecía la pena que le habían impuesto. Sabía que merecía más; pero su espíritu, débil, tenía la desfachatez de implorar por menos.

Atendió el clic de la puerta a su espalda; Paul había llegado. Su investigador se había convertido en más que un empleado, él era ahora un amigo al que le había confiado el secreto de su condición y rehabilitación. Incluso, se aprovechó un poco más de él y tomó su casa para pasar su exilio del mundo.

—Ya era tiempo que llegaras. ¿Cómo te fue con Abraham y Samuel?

Cuando salió a la luz la muerte de Rodrigo, su tío había duplicado su necedad por saber su paradero. Liam anteriormente había hablado por teléfono con él, en un intento de crear una coartada; pero ya no le funcionaba. A fuerza, había tenido que mandar a Paul a la ciudad. Su misión era la de sosegar las inquietudes de Abraham y Samuel, y hacerles creer que seguía disfrutando de sus vacaciones. No estaba dispuesto a informarles del accidente o los cambios obvios que notarían en su persona cuando lo vieran. Él no necesitaba de la lástima de nadie. Con la propia era más que suficiente.

—Has venido muy callado, Paul. Eso es señal que no te fue nada bien.

Liam hizo un movimiento que le generó un profundo dolor.

—¡Maldición, Paul! —bramó, empuñando la mano derecha sobre el mango de la silla—. ¡Sabes qué me es doloroso voltear en esta posición!

—Debes tener más cuidado —apareció, débil, la voz de Paul—. Llevas apenas unas semanas fuera del hospital y aún te encuentras en recuperación.

—¡No me trates como un inválido! —En un impulso, Liam tomó el vaso de cristal que descansaba en la mesita de al lado y lo estrelló contra el suelo. Su lanzamiento fue tan suave, que éste cayó y no se quebró—. No digas nada... —gruñó entre dientes, avergonzado, pero más que todo, abatido.

En ese momento el aire sopló, fuerte, y él experimentó cómo la temperatura que había alcanzado, empezó a decrecer.

—Tu vida, como la habías dejado, ya no será la misma —profirió Paul, esta vez lejano.

—Lo sé... ¿Qué te dijeron Abraham y Samuel?

—En resumen, que me acusarán de secuestro.

Liam logró formar una débil sonrisa que rápido tuvo que contraer por el dolor.

—¿Cuándo le hablarás a Fanny sobre...?

—Te he dicho que no pronuncies ese nombre —le interrumpió, áspero—. No quiero saber nada de ella. Qué haga su vida y que sea feliz con otro, no me interesa.

—Me extraña que hables así cuando por las tardes divides tu tiempo entre los pájaros que se posan en esa cerca y la foto que tienes de ella en el celular. A pesar de que no ves bien, eso no es impedimento para ti.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora