Capítulo XXV

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—Estoy ocupado. Deja un mensaje de voz y si me parece importante, devolveré la llamada.

—Hola, Liam. Espero que hayas llegado bien a Madrid. Pensé verte aquí, pero... No deseo quitarte mucho tiempo. Sólo quería decirte que ya estoy en casa y que me siento mejor. Ana me contó lo que pasó. Mis recuerdos están fragmentados, pero sé lo suficiente: tengo una deuda contigo. Bueno, no me extenderé más. Espero verte pronto... ¡Por cierto! Quería comentarte sobre el guardaespaldas que me asignaste. Agradezco el gesto, pero no era necesario. ¡Mi vida es tan aburrida! El pobre hombre no tiene nada contra qué protegerme. Te pido que hables con él y lo hagas que vuelva contigo o como desees. Eso es todo. Adiós... ¡Soy Fanny, por cierto!

*

*

—Con que quiere reactivar el caso.

—Sí.

Comiéndose su malhumor, Liam trató de acomodarse mejor en la silla mientras pasaba los dedos sobre una barba incipiente.

—Esa nota que tienes sobre el escritorio es la primera que recibo.

El hombre bajó la mirada, pero no mencionó nada. Liam odiaba la parquedad de Paul cuando se ingería en sus elucubraciones. Nunca podía adivinar lo que estaba pensando; no obstante, confiaba en él más que en cualquier otra persona.

Liam carraspeó y el robusto hombre de cabello amarillo destilado levantó la vista y habló.

—Hemos tenido inconvenientes en el pasado.

—Esta vez no detendré el caso, Paul. Tienes mi palabra.

—La palabra de un Hoffman es muy valiosa, pero no es necesaria. Aunque lo conozco poco, me inclinaré a confiar en usted. Además, creo firmemente en que hay que detener este tipo de proceder abusivo e irregular.

Liam asintió, agradecido.

—La persona responsable de esto está actuando de nuevo y hay que averiguar por qué —Paul puso ambos codos sobre el escritorio y entrelazó las manos—. Dejamos el caso congelado hace cinco años. Por aquella época, usted había estado recibiendo notas respecto a un incidente que lo involucraba. Aquellos escritos iban con la intención de importunarlo.

—Sí, por eso te contacté —le interrumpió Liam, cruzando una pierna sobre la otra, ávido por frenar el ansioso mover de sus extremidades—. Las notas llegaban casi a diario. Las podía recibir en mi casa, la oficina o el club. Quien las mandó estuvo atento a cada uno de mis pasos.

—Y en un momento de la investigación usted decidió olvidar todo y archivar el caso. ¿Me dirá ahora qué fue lo que sucedió o continuará manteniendo su postura de silencio?

Liam se pasó una mano por el pelo. Sintiendo la garganta reseca se inclinó y tomó un sorbo de la taza que le dieron cuando recién había llegado: era café, aunque figuraba ser agua caliente con azúcar. Se tragó el asco del dulce junto con unas ganas urgentes de vociferar en reclamo a la vida por volverlo a poner en esa situación.

—Hubo una nota que nunca llegó a tus manos —le dijo, volviendo el pocillo a su lugar—. Ésta contenía una dirección y la petición de un monto específico de dinero. No había burla referente al incidente, pero sí una amenaza directa contra una persona cercana. La situación fue diferente... —Liam tragó en seco—. No quise arriesgarme.

—Con esta nueva información deduzco que esa persona o grupo de personas, querrán sacarle más dinero. Si ya una vez lo intimidaron y cedió, quieren repetir esa fórmula.

—¡¿Qué querías que hiciera?! ¡Jamás pondría en peligro a alguien por mis errores! ¡Nunca!

Liam se alzó de la silla llevándose todos sus demonios consigo y estrellándolos contra el escritorio en forma de puños. Paul, ya conocedor de su temperamento, se limitó a mover las manos en un pedido de calma. El hombre no se miraba asustado ante la fisonomía rabiosa del poderoso Hoffman.

—No lo estoy censurando, Liam. Estoy exponiendo un punto. El objetivo principal del sujeto es desquiciarlo con las culpas del pasado. El dinero parece ser un extra, algo que probó y terminó funcionando. No es aleatorio lo que le está sucediendo...

—Muchos me odian, pero esto sobrepasa el límite.

Liam volvió a su asiento, aunque no sin antes despotricar dos o tres malas palabras.

—Debemos determinar el factor que provocó que las burlas fueran sustituidas por una amenaza, y la intención de hostigarlo a deseo de sus activos —Paúl subió sus gafas al tiempo que su vista descendía hacia la diminuta hoja—. Puedo saber con quién lo extorsionaron. ¿Fue un familiar?

—No —soltó con una emoción no propia en su corazón y su estómago—. Salió una noticia que me involucró sentimentalmente con una mujer. Lo más probable es que se hayan aprovechado de eso.

Paul extendió uno de sus brazos y encendió una lamparilla. Movió hacia sí un cuaderno bastante grueso y, tomando un bolígrafo, inició a hacer unos garabatos.

—Enviaré esta nota a investigar. Nunca recogimos evidencia de una huella, pero jamás podemos dejar de apostar a que haya cometido un error. Mientras permanezca en Madrid, pondré a mi gente a vigilar toda su correspondencia y reforzar la seguridad de su edificio.

—Necesito que encuentres a ese maldito sin importar el costo, los esfuerzos, ni siquiera mi seguridad. No puedo permitir que nadie salga lastimado por mi culpa.

—Y no será así. Está vez iremos un paso adelante.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora