Capítulo XXXII

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Las noticias concluyeron y Liam pasó al siguiente canal. El volumen estaba demasiado alto, por lo que se apresuró a bajarle. Se quedó atento a la extraña conductora que daba saltos de un lugar a otro mientras anunciaba el video de una canción. La música comenzó a sonar y él cambió el canal lo más rápido que pudo.

—¿Fue idea mía o escuché la canción de mi grupo? —inquirió Fanny, saliendo del pasillo y acercándose con un tazón en las manos.

—Idea tuya.

Ella vio la tele y luego a él.

—Supongo que sí —se sentó a su lado al tiempo que se llevaba un puño de palomitas a la boca. Liam se hizo el desentendido y retomó su labor de cambiar los canales. Se había salvado y, por muy poco, de escuchar por decimoquinta vez en el día pop coreano. Jamás hubiera imaginado que Fanny fuera una súper fan de esos ídolos, menos que demostrara un carácter de horror cada vez que él hiciera un comentario no tan favorable sobre ellos. Era infantil de su parte reconocerlo, pero sentía celos cada vez que ella se quedaba ingerida viendo a esos hombres.

¡Él estaba mucho mejor!

—¡Liam, deja eso! —señaló la televisión, emocionada—. Hace tiempo que no veía Coraje, el perro cobarde. Me trae bonitos recuerdos de mi infancia. ¡Qué adorable que son Muriel y Coraje!

Él no contempló la pantalla, sino a ella. Adoraba ver esa sonrisa candorosa en sus labios y, con la misma intensidad, deseaba poder prolongarle esa felicidad. Liam dejó el control remoto sobre el reposabrazos del sofá. Fanny puso el tazón con palomitas sobre las piernas de él y se acomodó de forma que su cabeza quedó sobre su hombro. Sentir su calor le procuró una sensación de paz a la que ya se había vuelto adicto.

No retuvo el tierno suspiro que le nació.

Por primera vez en muchos años, él había resuelto darse unos días libres del trabajo e invertir su tiempo en ella. Si bien lo hacía porque quería estar con Fanny, también era para alejarla de la influencia de Helena y estar más al pendiente de su alimentación. La noticia la había alegrado mucho, y esa emoción se había traspasado íntegra a él.

Sus días eran una montaña rusa de actividades y sentimientos. Iniciaban muy de mañana con un desayuno en el hotel o en una cafetería cercana. Luego, pasaban por la repostería y le ayudaban a Ana; bueno, Fanny y Tito lo hacían mientras él aprovechaba para mandar algunos correos. Por las tardes, ella se decidía entre una caminata bajo el sol o una salida al cine. Sin embargo, por las noches, él era quien dictaminaba las reglas...

Liam la vio de reojo y, con parsimonia, fue detallando los lugares expuestos que dejaban la camisola y los shorts cortos que vestía. Él contuvo una sonrisa ante la protesta maniática de su miembro por reclamarla. Habían estado juntos hacía medía hora y todavía quería más. Temía parecer un obseso, pero no podía controlarse. Su piel, su calor, su sabor... toda ella lo embrutecía y lo convertía en esclavo de sus necesidades.

Salió de sus calientes elucubraciones al escucharla lamentarse por el fin del programa. Él se animó ante la oportunidad de proponerle una segunda ronda amorosa. No obstante, el gritillo fanático de ella le hizo saber que tendría que esperar un poco más.

—¡Oh, es mi canción! —clamó Fanny, casi llevando las palomitas al piso al extender el brazo y querer tomar el mando.

Indulgente, Liam agarró el control y subió el volumen. En su desilusión, sus labios se curvaron al observarla tomar el celular sobre la mesa y ocuparlo como micrófono. La joven Díaz inició a moverse sin coordinación y sin gracia; y a cantar desafinada y sin ritmo. El coreano se le daba pésimo, bien ella podía estar balbuceando en una lengua antigua o invocando a un espíritu maligno. Pero, aquella escena pueril e infantil se le vislumbró como lo más maravilloso. Quizá, fue en ese momento que la posibilidad se convirtió en certeza. Realmente podía ser ella su verdadero amor. Jamás había conocido a una mujer tan auténtica. A alguien con quien se sintiera cómodo. Fanny era diferente a las demás. Estaba hecha para él.

La joven le acercó el celular- micrófono y lo instó a seguirla. Flanqueado por ella, no le quedó más remedio que tararear la melodía. Su coreano, su afinación y su ritmo eran pésimos.

Sin duda, estaban hechos el uno para el otro.



Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora