Capítulo XXXIV

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Fanny se detuvo al no atender el crujido de los pasos siguiéndola. Se humedeció los labios antes de girarse hacia él. Como lo esperó, Liam yacía al lado de la verja con una postura intransigente: hombros erguidos, cabeza alta, ojos empequeñecidos y la mandíbula apretada.

Los segundos iniciaron a transcurrir, pesados. Parecía que un reloj imaginario estuviera en medio de ellos y los hostigara con su tic tac, tic tac. Para Fanny hubiera sido grandioso poder extender la mano y acabar con ese sonido que sangraba los oídos, pero sabía que no podía. Por otro lado, la condena que Liam pronunciaba a través de su par de lunas, era tal y tan grande, que su valentía se evaporaba como hielo en el fuego.

—¿Un regalo?

La joven Díaz bajó la vista hacia el libro pegado contra su pecho.

—Sí —repasó la portada con sus yemas—. Es mi libro favorito.

—Habrás de estar feliz —dijo Liam, con un roce a ironía que ella no aprobó.

—Lo estoy —aseveró con decisión—. Estoy feliz por compartir este momento con nuestros amigos y familia. Pero, sobre todo, estoy feliz porque estoy contigo.

—Olvidaste mencionar a Santiago —se mofó, ladeando los labios hacia la derecha.

—No pensé en él.

—¡No mientas, Fanny!

—¡¿Por qué estas molesto?! —se mordió la lengua al atender el volumen de su voz. Sabía que en nada beneficiaría que ambos estuvieran fuera de sus casillas.

Uno de los dos debía de ser el pensante.

—No te entiendo, Liam —continuó, serena—. Yo soy la que debería estar enfadada por la forma tan imprudente e infantil como te comportaste, no tú.

—¿Disculpa?

—Lo que oíste —se acercó dos pasos, logrando obtener un nuevo foco de visión. Hasta ese momento, ella se percató del tiritar furioso de sus sienes—. No debiste ser tan torvo con Santiago, menos tirarte a los golpes con él.

—¿Terminaste? —trituró cada sílaba.

—Aún no. Me molesta la actitud que estás tomando. Incluso ahora no te muestras arrepentido; por el contrario, te encierras en las cosas que quieres ver y no como son en realidad. Y no sigas pensando mal, Santiago vino a dejarme un presente de cumpleaños. Estaba a punto de irse cuando tú llegaste sugestionado a increparlo... ¡Y sí!, no tienes que volver a preguntar, ahora sí terminé.

Fanny lo siguió con la vista cuando él se agachó y recogió un adorno que estaba tirado en medio del camino de piedras. Él examinó brevemente la pieza salpicada de lodo en la base, y después la ubicó en un lugar donde no estorbara.

—¿No dirás nada?

—No debe estar lejos —musitó Liam, viendo hacia la calle—. No vayas sola, ve con Tito.

La joven Díaz movió los labios para decir algo, pero en ese instante él dio media vuelta. Dejándose llevar, ella disolvió la postura en que estaba y lo retuvo por el brazo.

—¿A dónde tendría que ir?

—Con Santiago.

Fanny recibió sus palabras con un extraño calofrío que afectó sus sentidos. Sin esperarlo, el tic tac dejó de marcar y el apremio de aclarar una duda le corrió tan rápido como los latidos de su corazón.

—¿Ya renunciaste a mí? —le dejó ir en un suspiro fantasmal, mientras descansaba su frente en la amplia espalda masculina.

Liam no pronunció monosílabo alguno, y el miedo se hizo de ella.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora