Capítulo IX

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Con el corazón martillándole fue exponiendo su rostro a la luz que pasaba a través de una amplia ventana. No demoró en dar con él. Lo vio, sentado detrás del escritorio, con un antebrazo descansando sobre la superficie y una mano sosteniendo un bolígrafo. Él ladeó la cabeza. Sus ojos grises sobresalieron entre las tonalidades oscuras del decorado de la oficina. La observó, y Fanny se dio cuenta que había sido una tontería pensar que el peinado de Liam, liso y tirado hacia atrás, era anticuado.

Ella entrelazó las manos al tiempo que con paso dubitativo se acercaba al escritorio.

—Necesito hablar contigo.

—Ahora tienes mi atención.

¿Así, tan fácil? Estimó que Liam se comportaría obcecado; tal vez, intransigente por la forma tan burda como había entrado, pero no. Su postura la desconcertó.

—Recibí una visita esta mañana...

La joven Díaz se detuvo cuando él retornó hacia la ristra de hojas que antes lo habían mantenido absorto.

—Sé que estás ocupado —se obligó a expresar con propiedad. Hoffman continuó sin enfocarla, y esto disparó unos nervios que había creído poder controlar—. Mi padre me comentó que Abraham y tú habían puesto una oficina temporal. Él fue quien me dio la dirección...

Liam farfulló algo inaudible y Fanny inició a sudar frío. Odiaba las sensaciones que él le hacía sentir. No las comprendía y tampoco las quería, pero nada podía hacer para combatirlas. Era como si una ola se le viniera encima y ella no tuviera la posibilidad más que de chapotear y pedir auxilio.

Sacudió la cabeza y se exigió permanecer ahí el tiempo justo.

—Luciana se presentó esta mañana en mi casa. Según sus palabras, quería conocer a la mujer que le había arrebatado a su hombre.

Repitió lo último con una entonación caricaturizada de Luciana, lo que de inmediato la apenó. Hizo una mueca extraña antes de continuar:

—Me dejó claro que ella está interesada en ti, y no de manera fraternal.

Fanny guardó silencio en espera de una reacción que nunca llegó. Un ajeno hubiera creído que Liam padecía de sordera; pero, él no era sordo y ella no era muda.

—Siento mi franqueza, pero debo preguntar —la joven se inclinó y posó las puntas de sus dedos en el borde del escritorio. Al hacerlo, se percató del tiritar de sus manos. En consecuencia, tuvo que presionar fuerte la madera. Pronto sus dedos se quedaron quietos y su mente logró concentrarse en la pregunta que necesitaba evacuar—. ¿Luciana y tú fueron amantes?

Sintió su rostro arder cuando Liam detuvo abruptamente la pluma y volteó hacia ella. Creyendo consumirse en fuego, apartó las manos y las cruzó alrededor de su cintura. No soportaba la forma dura y vacía como él la observaba. Le causaba terror las impresiones que advertía en él sin siquiera oír una palabra de su boca.

—Liam...

—No es de tu incumbencia —sentenció, entregándose otra vez a la escritura.

—Sí lo es —le contradijo, cautelosa—. Decidí ser prudente respecto a la información que compartí con Luciana sobre nuestra relación, pero necesito saber la verdad. Tu prima... Ella parece estar muy enamorada de ti.

—¿Celos?

—Tú no estás de acuerdo en casarte, ¿verdad? —le cuestionó, obviando adrede la pregunta de él.

Liam paró de dar movimiento a su mano. En una acción letárgica, dejó el bolígrafo al lado de los papeles y descansó la barbilla sobre el enlace de sus dedos. Fanny notó las venas remarcadas en su dorso. Le asustó el color vistoso que irradiaban... Liam movió los labios, y ella pasó la vista de sus manos a su boca.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora