Capítulo XLIV

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—¡Liam!

Abrió abruptamente los ojos y su atención se dirigió hacia la ventana cubierta por una cortina azul. Atendió dos golpecitos contra el vidrio y después un cántico; era un llamado melancólico que iba y venía sin cesar. Se volvió hacia la puerta cuando ésta empezó a chirriar. Su pulso se aceleró al advertir la sombra de alguien.

En el acto, sus labios se separaron, sus ojos se agrandaron y... la decepción la abrumó.

Ana María entró al cuarto.

—Fanny, ¿qué pasa? Has pegado un grito que se ha escuchado por toda la casa. ¿Estás bien?

—Sí... Esa pesadilla de nuevo.

—¿Otra vez? —Ana se dirigió hacia la ventana y apartó las cortinas, permitiendo que el sol traspasara el cristal.

La joven Díaz pegó un brinco cuando su amiga soltó un sorpresivo alarido.

—¡Vete, animal! —abrió la ventana y echó con las manos al pajarito cantor—. ¿Ese pájaro te ha cantado?

Inquieta por el pálido semblante de Ana María, titubeó al asentir con la cabeza.

—A ese pájaro se le conoce como Cierto Güis. Mi madre me decía que cuando se posaba en una casa a cantar podía significar dos cosas: o traía consigo buenas noticias o era el anunciador de desgracias. En este caso, espero que sea lo primero —la repostera se persignó y figuró murmurar una conocida oración—. Mejor hablemos de otra cosa. Cuéntame, ¿has seguido mis consejos?

Fanny regresó la mirada hacia la ventana, recelosa. Respiró profundo y se tragó el sabor salubre que sintió en la boca. Resolvió no decirle a Ana María que no era la primera vez que ese pájaro le cantaba.

—Sí, y ya no sé qué hacer, Ana. No como nada pesado por las noches. Bebo un vaso de leche antes de acostarme. Trato de no dormir pensando en cosas malas, pero esa pesadilla vuelve y me atormenta. ¡No sé qué pasa conmigo! —rezongó frustrada al tiempo que dejaba descansar su espalda contra la suavidad de la cama—. Me siento muy preocupada. ¿Él estará bien?

—Ya has hablado con Abraham. Él te aseguró que Liam está muy bien.

—Pero no lo ha visto en días.

—Cariño, no seas tan negativa —Ana se aproximó y se sentó en la punta de la cama—. Si no lo ha visto, es porque Liam se refugió en una de las tantas casas que tiene en España. Abraham te dijo que tu Dios del sexo hace eso cuando quiere un momento para estar solo.

—¿Estar solo para qué?

—Eh, no estoy muy segura. Lo más probable es que se haya tomado unas vacaciones. Ya ves lo que nos cuenta Samuel cuando se decide a pasar de visita por aquí. Liam es un malhumorado adicto al trabajo. Ya era hora que se tomara un descanso.

—Espero que tengas razón —soltó un largo suspiro mientras se llevaba las manos a la cabeza—. Creo que me he obsesionado. Lo único que hago es pensar en él. Soy una triste enferma.

—Lo haces porque lo amas.

Fanny se reincorporó de su reposo y se sentó en la cama, cruzando ambas piernas. Con Ana no necesitaba mentir. Hacía meses le había confesado la verdad sobre lo que había pasado con Santiago, Liam y con su propia familia. Ana María se había portado a la altura, no la había juzgado o censurado, ni tampoco victimizado. Tenía muchas cosas que agradecerle, entre ellas el espacio que le había dado en su casa, en la repostería... y, sobre todo, el apoyo que le seguía dando en los momentos que la depresión jugaba con ella.

—¿Crees que sea tonto seguir amando a alguien que no quiere estar contigo?

—No me parece tonto, sino admirable —Ana le ofreció la mano y Fanny se la tomó. Ambas se estrecharon—. Sé que ha pasado mucho desde la última vez que lo viste.

—A veces pienso que debí insistirle más, pero conozco el carácter de Liam. Él es muy cerrado con sus cosas; incluso, con él mismo. Si lo presionaba, no hubiera logrado más que su desprecio. Reconozco que ahora la ansiedad me está ganando y que me gustaría dar el primer paso para acercarme.

—¿Temes que no quiera verte?

Fanny desvió la mirada.

—Sí.

Ana María río, y ella no requirió tener un espejo para saber lo enrojecido que debía estar su rostro.

—No seas mala, Ana. Sabes todas las inseguridades que tengo respecto a él. A veces la incertidumbre y los celos al imaginarlo con otras mujeres me ganan. Por eso en ocasiones me encuentras afanada horneando o haciendo cualquier otra cosa hasta muy tarde, todo para distraerme y dejar de pensarlo. Pero siempre fracaso y lo veo hasta en mis sueños.

—Disculpa cariño, pero eres adorable cuando pones esa miradita —la jaló y la encerró en un abrazo. Fanny se sintió más tranquila al ser arropada por ella—. Estoy de acuerdo en algo contigo. Mucho tiempo le has dado para que resuelva cualquier cosa que tenga pendiente. Ya es momento que decida que hará con su vida.

Ana María la soltó y la contempló con unos ojos suspicaces.

—No quiero que te quedes estancada, Fanny. Has logrado muchas cosas, pero necesitas seguir avanzando. Y si él no es el indicado, tendrás que decirle adiós para siempre.

—Lo sé, Ana... Lo sé.




Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora