Amor Forzado (Completa)

Capítulo XXVII

—¿Por qué llamas a estas horas? —bostezó—... Espera, ¡¿le ha sucedido algo a Fanny?! ¡Mierda! —brincó de la cama tal como si le hubieran echado un balde de agua fría.

En segundos ya estaba de pie, buscando en plena oscuridad sus pantalones y las llaves de su coche.

—No señor —habló el otro hombre, claro y fuerte—. Pero usted me dijo que le llamara cuando se diera una interacción entre la señorita Fanny y el señor Santiago Tavares.

—¿Se han encontrado?

—Sí señor, esta tarde. Me mantuve oculto, pero lo suficiente cerca para escuchar su conversación...

—¿Qué se dijeron? —le cortó con un ansia que ya le causaba cefalea.

—Bueno, no mucho...

—¡¿Cómo que no mucho, Tito?! ¡Tu misión a parte de cuidar a Fanny es investigar a ese hombre! —soltó un bufido e intentó serenarse. Respiró profundo—. Admito que has hecho bien recolectando información sobre él, pero lo primordial era que...

—No creo que sean amantes, señor. Las palabras que intercambiaron fueron bastantes cordiales, tanto que, si no fuera por la información obtenida de Anita —carraspeó—. Digo, de doña Ana María, dudaría que ellos fueron tan cercanos como suponemos.

Sus pies se detuvieron y dejaron de transitar el espacio entre el dormitorio y el baño.

Su arritmia decreció.

—¿Nada de miradas o acercamientos? Quizá, pudieron verte escondido y...

—No, señor —Tito lo interrumpió—. No se tocaron. Es más, en el poco tiempo que estuvieron juntos casi ni se miraron. Aunque...

—Aunque, ¿qué?

—La señorita Fanny quedó bastante afectada. Estuvo llorando todo el rato hasta que consiguió conciliar el sueño hace unos momentos.

—¿Estará enferma?

—No, señor. Por las confidencias de Doña Ana y la actitud de la propia señorita, temo que ellos pudieron tener una historia que no terminó muy bien... Señor, me preocupa mucho la señorita, no se ha estado alimentando bien.

—No hables de esto con nadie —le ordenó Liam, retomando su tarea de abrocharse el pantalón y ponerse la camisa—. Salgo ya mismo para el aeropuerto.