Capítulo XXXVII

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Fanny soltó el libro que tenía entre las manos y se dejó ir hacia él, más emocionada que sorprendida.

—Amor, ¿qué haces aquí? Pensé qué estarías en Madrid por unas semanas.

Liam metió la maleta que había dejado atrás y cerró la puerta.

—¿Y Tito?

Ella no tuvo necesidad de contestarle. El grandulón salió de una de las estancias y se reportó ante él.

—Puedes tomarte la noche libre —le dijo, ocupándose de quitarse el saco y luego de poner sus llaves en el cuenco de la entrada.

—¡Gracias, señor!

Tito se despidió de su protegida y en un parpadear estuvo fuera de la casa. Liam, fingiendo estar solo, se desplazó hacia la sala e inició a revisar la correspondencia que yacía sobre una mesa baja de madera.

—¿Me puedes decir de qué me he perdido? —apareció Fanny enfrente de él. Liam retuvo el deseo de verla y se concentró en ojear una invitación para un evento al que no asistiría.

—Liam, te estoy hablando.

La joven Díaz puso su mano sobre su lectura y él no tuvo otra opción que alzarle la mirada. El rostro preocupado de ella, lo trastocó.

—Estoy cansado.

Quiso escabullirse a la habitación, pero fue impedido por los dedos delgados de su mujer.

—¿Qué sucede? ¿Tiene que ver con lo que pasó ayer? Si es así, entiendo que estés preocupado, pero esa no es justificación para que tomes esa actitud conmigo. Mucho menos, para que me tengas encerrada y...

—Ahora, no Fanny —se desprendió, brusco, de su toque—. Creo que... Necesito tomar una ducha.

*

*

El agua caía, fría, sobre su cabeza y su cuerpo; sin embargo, aquello no conseguía sacarlo del ciclo tortuoso. Cualquier cosa detonaba un recuerdo, y un recuerdo venía asociado con un sentimiento, y éste inherentemente acompañado de dolor.

Estaba cansado de tanta dolencia.

Cerró los ojos y permitió que un suspiro nervioso saliera por sus labios. Al huir de su oficina en Madrid lo había hecho casi en medio de un ataque de ansiedad. La crítica de Abraham lo había tocado; pero, fue la certeza de sus palabras aun en su omisión de la realidad, lo que lo lastimó. Después de tantos años, creyó estar medianamente preparado para enfrentar el rechazo por sus acciones pasadas, pero ahora, entendía que nunca estaría listo.

Abrió los ojos y se ingirió en la pared de mármol.

Fanny... —susurró apenas.

Lo que sucedía con ella aceleraba su boleto a la demencia. Pensarla y que se le vinieran imágenes dónde estaba en peligro y él yacía como espectador pasivo, le generaba un desgaste mental increíble. Pero, al mismo tiempo, le daba fuerza para no acobardarse cuando llegara el momento de hablar.

La separación era una decisión tomada. Por mucho que quisiera mantener a Fanny a su lado, su seguridad estaba primero. Él actuaría de acuerdo a las recomendaciones de Paul y terminaría el compromiso sin dejar esperanza de una amistad, menos de una reconciliación. Cortaría los lazos desde la raíz. Mentiría. Se comportaría como un verdadero canalla y diría que ella nunca había sido importante para él. El rompimiento sería duro, sobre todo, porque sería definitivo.

Fanny era su centro. El ancla de su barco. Su conexión iba más allá del entusiasmo inicial de una relación. Como nunca, Liam se había despojado de sus aprensiones y se había aferrado a la paz hipnótica que Fanny emanaba. Con ella, su pesimismo se derrumbaba y sus penas eran relegadas al lugar más recóndito de su mente. Ambos figuraban ser las piezas contiguas de un rompecabezas. Sabía que necesitaba de ella y, con la misma intensidad, aunque de una forma diferente, ella también necesitaba de él. Pero, en ese momento, estaba viviendo en la incertidumbre. Las cosas podrían arreglarse de un día para otro, al igual que nunca resolverse. Fanny merecía más que un hombre condenado por su pasado. Ella debía florecer, aunque no fuera en su jardín.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora