Liam sacó las manos de sus bolsillos y examinó sus palmas. Su corazón corrió a mil por hora cuando su mente le jugó una mala pasada y vio sangre cubriéndolas. Soportando la amenaza de mareo, dio unos pasos y profesó cómo sus piernas se tornaban flácidas. Se dejó caer en la silla en el momento que la puerta, sin ningún toque, se abrió.
Era Samuel.
—¡Increíble, hemos trabajado como asnos estos días! —exclamó el moreno, arrastrando los pies hasta el sofá de la esquina. Se tiró y permitió que su cabeza gozara del respaldo acolchonado—. Los trámites en este país son un asco. La tardanza para sacar un permiso es ridícula. Si los interesados se dedicaran a trabajar y no a perder el tiempo con tonterías, créeme que ayer hubiéramos tomado el primer vuelo a Madrid y hoy estaríamos acompañando a Abraham.
Liam dejó que las palpitaciones de su corazón volvieran a encauzarse cuando llevó las manos a la altura de su rostro y apreció el color natural de sus palmas.
Tan pronto se sintió capaz de hablar, dijo:
—Jamás he ido a misa.
—Pero sí al cementerio —replicó su amigo, precavido—. Sé que cada dieciocho de noviembre, por los últimos once años, no has dejado de visitarlos. Lamento que este año no haya sido igual.
Liam optó por arropar el silencio.
—¿Por qué no salimos un rato? —propuso Samuel, alzándose del sofá—. Estamos confinados a quedarnos en este país por unos días más. No hagamos que nuestra estadía se siga arruinando por la negligencia administrativa de terceros. A unos kilómetros hay un bar...
—No.
—Entendido. Un bar, no. ¿Qué tal un restaurante? El otro día probé un filete de carne que hasta me chupaba los dedos. Había bebida y comida abundante, y todo de calidad...
—No estoy de humor, Samuel. Ve tú sí tanto lo deseas.
Apostando a mantener su aplomo, Liam se movilizó hacia la amplia ventana de la oficina. Fijó los ojos en una nube esponjosa y sus recuerdos lo condujeron por un camino que le fue inevitable no adolecer.
Salió del trance al avistar la sonrisa de Samuel a través del cristal.
—Ya te dije que no tengo ganas de nada.
—¿Y qué harás, entonces?
—Descansar.
—¿Descansar? Hablas como un viejo de sesenta años. ¡Son apenas las una de la tarde!
Liam no respondió.
Samuel alzó los brazos en señal de derrota al tiempo que daba media vuelta y sacaba un paso. De pronto, retornó sobre sus talones y amplió una ladina sonrisa.
—Si tú no quieres, puede que Fanny sí esté dispuesta a salir conmigo. Podríamos aprovechar para conocernos mejor y hablar mal de ti. No creo que ella se niegue al proponerle lo último.
Samuel río, y Liam volteó con un semblante lúgubre.
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¡¿Qué le pasará a Liam?!
¡Leo sus teorías!
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Amor Forzado (Completa)
RomanceFanny Díaz ama en secreto a su mejor amigo. El día que decide despojarse de sus inseguridades se confiesa, pero el desenlace no es el esperado. Dolida, accede a una unión por conveniencia con Liam Hoffman, un pedante y orgulloso empresario que perso...