Capítulo XXXI

797 50 2
                                    

—Qué pena, había preparado un poco de paella para Samuel. ¿Por qué me dijeron que no pudo venir?

—Trabajo acumulado —respondió Liam secamente.

—Oh, sí —Helena movió la cabeza y su interés se trasladó al asiento vacío de al lado. Su congoja pareció incrementar—. Tampoco Abraham se presentó.

—Cariño, ya te dije que mandó sus disculpas.

—Ya lo sé, Calixto —rezongó, malhumorada—. Es que hice una espléndida comida e invité a muchas personas, pero al final nadie pudo venir. Es lamentable no poder recibir ninguna felicitación por el arduo trabajo de esta tarde. Me esforcé mucho y nadie lo reconoce.

Calixto carraspeó y, Helena, consciente, siguió la dirección que él le indicó.

—Liamsito, ¿qué te ha parecido la comida?

—Bien.

—¿Sólo bien?

Liam estuvo tentado a soltar un comentario condimentado con sarcasmo; sin embargo, la mano de Fanny estrujando la suya bajo la mesa, lo frenó. Él se limitó a asentir con la cabeza. Cruz Helena no dijo más y Fanny lo recompensó con una hermosa sonrisa. Liam suspiró. Jamás hubiera pensado que contendría el filo de su lengua para mantenerse congraciado con una mujer; pero, Fanny no era cualquier mujer. En ella había desvelado un ser humano capaz de erradicar con su luz la oscuridad de su pasado. Y para él, eso valía demasiado.

Liam volvió la vista hacia Cruz. Había meditado sobre la historia de niña rica de la matriarca Díaz, pero su corazón no se había sensibilizado en lo más mínimo. Era imposible que un sentimiento positivo le naciera cuando era testigo de la maldad de Helena. Era más que evidente que el retraimiento, la baja autoestima y los arraigados prejuicios de Fanny habían sido cultivados y alimentados por la propia madre. Cruz Helena era consciente de su influencia y no dudaba en utilizarla para su propio beneficio. Algo detestable.

Liam llevó la mirada al extremo de la mesa y ahora escrutó al padre. Fanny lo había descrito bien. Calixto era un sujeto demasiado pasivo para dominar las extravagancias de su mujer. Analizándolo a fondo, puede que Fanny haya heredado parte del carácter reposado de su padre.

—Olvidé comentártelo, Fanny —prorrumpió Liam, lo suficientemente alto para que sus suegros siguieran la pista de su conversación—. Te inscribí en un concurso de repostería.

—Has hecho, ¡¿qué?! —exclamó la joven, haciendo un fuerte ruido al permitir que el tenedor se le resbalara de los dedos y se congraciara con el plato.

—Lo que escuchaste.

—Liam, pero... —Fanny se notó emocionada, pero de un momento a otro su sonrisa se perdió y calló.

Caviló que pudo ser algo brusco de su parte no consultarle, pero si lo hubiera hecho ella se hubiera negado. Tratando de mantener su pantalla de indiferencia, alzó el brazo y se llevó su copa a sus labios. Sorbió un poco de vino y luego procedió a cortar un pedazo de su pescado.

—No te preocupes, participarán personas con conocimiento empírico. Los jueces te darán tres retos y si lo haces bien ganarás cinco mil dólares.

—¿Cinco mil dólares? —inquirió Helena de repente—. Es imposible que en este país se dé un premio tan elevado a una ocupación tan estúpida.

—Helena, por favor.

—Pero es la verdad, Calixto. Mira, Liamsito. No dudo de tus buenas intenciones. Sé que estás buscando darle algo que hacer a Fanny. Ya te habrás dado cuenta que ella es perezosa —Cruz Helena le dedicó una mirada significativa a su hija. Liam notó como Fanny desviaba la mirada y se concentraba en su plato; aquello, le hirvió la sangre—. Pero, no es adecuado que se distraiga con tonterías. Si quieres, me encargaré de ella y la haré asistir al club como religión. Ahí podrá aprovechar el tiempo para hacer un poco de ejercicio, socializar...

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora