Capítulo XV

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Había logrado, con mucho esfuerzo, desviar el interés sobre sus asuntos. Samuel se había dado cuenta muy a tiempo que, "lo sucedido esa noche", no era tema para tratar con Abraham. Así pues, su amigo fingió darse por vencido y pronto la conversación se encaminó hacia incipientes comentarios sobre el pronto regreso a España.

Cuando dejaron el coche y se subieron en la lancha que los llevaría a la isleta, estaba haciendo un tiempo excelente. En el cielo no se podía vislumbrar vestigios nubosos, todo lo contrario. El sol resplandecía en lo alto, logrando quemarlos bajo las telas de sus camisas mangas largas. Agradecieron los golpes de viento que los refrescó durante el recorrido. El paisaje, más allá de la simpleza que suponía transitar un lago, era encomiable. El agua verde, las aves pasando sobre sus cabezas y la belleza tranquila de las áreas arboladas, acarreaban una sensación de paz y tranquilidad.

El paseo en lancha les llevó unos veinte minutos. Cuando se bajaron de su transporte y se tomaron dos segundos para agradecer el fin del zangoloteo, ante sus ojos se presentó una elevación de tierra. En la cima se podía apreciar una casa sencilla de una sola planta, rodeada de bastante vegetación: árboles de mango, palmeras de coco, níspero y muchos otros que daban sombra en la parte delantera de la vivienda. El trecho para llegar a ella no era nada placentero, al menos para uno de ellos. Tendrían que subir tres tramos cruzados de escaleras, de diez escalones cada uno.

Samuel figuró tomárselo con mucho ánimo y propuso una carrera en la que sólo él terminó compitiendo. Por su parte, Liam observó el obstáculo y luego volvió hacia Abraham.

—¿Vas a poder subir, viejo? —inquirió con una inclinación de cejas.

—¡Por supuesto! No creas que estoy tan impedido como para perderme la diversión.

Su tío se adelantó e inició una lucha contra los primeros escalones de esa creación del mal y enemiga de muchos. El longevo transitó el primer tramo sin problemas, pero cuando pasaba por el segundo su cuerpo se vio arrastrado por la gravedad. Abraham había cerrado los ojos en espera del golpe, aunque nada pasó.

Al recobrar la visión, se encontró con la mirada de suficiencia de su sobrino.

—¿Qué decías, viejo?

Liam, sin darle tiempo de réplica, afianzó su agarre y a ritmo pausado lo ayudó a terminar los tramos faltantes. A razón del orgullo de su tío, que era el mismo suyo, lo soltó antes de que alguien pudiera notar la complicidad secreta entre ambos.

Abraham al llegar a la cima fue recibido por Helena y Calixto. Liam, sorteando ese grupo, avanzó y cumplió con la imperante necesidad de requisar el área en busca de... La vio. Siguiendo un impulso, que pronto podría tornarse en algo habitual, la detalló a libertad. Ella yacía de espaldas. Llevaba un sencillo vestido blanco, de mangas cortas y término debajo de las rodillas. Su pelo, suelto, ondeaba libre por su espalda, expidiendo un brillo sugerente. La notaba más baja, apreciación que podía atribuir a la elección de unas zapatillas en lugar de los usuales tacones.

Salió de su trance cuando Samuel le alzó la mano en un gesto de invitación. Fanny, hasta ese momento entretenida con la compañía del anfitrión de la casa, volvió en su dirección. En el acto, un bebistrajo de emociones se hizo de él, entre las cuales reconoció el enojo y la frustración.

Liam fue recibido por una sonrisa de Samuel y un saludo cortés de Rodrigo.

—Siento mucho lo que pasó, Rodrigo —le ofreció la mano, sincero.

Ambos se estrecharon.

—Gracias. Ha sido difícil, pero era lo mejor. Hubiera sido un error seguir con una boda de la que no estábamos seguros.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora