Capítulo XXVIII

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—Señorita Fanny, espere por favor. No es lo que usted piensa.

—¿No es lo que pienso? —ella no dosificó su ritmo, al contrario, aceleró sus pasos para ganar más distancia del traidor—. La llegada de Liam al país y su abrupta invitación... ¡Es obvio que me has traicionado!

—Señorita...

Fanny entró al edificio dejando a su guardaespaldas con la palabra en la boca. Tito se ganó su cariño en las pocas semanas que habían compartido; pero, había olvidado algo muy importante: su lealtad estaba con Liam, no con ella.

Chasqueó con la lengua al ser bañada con la luz amarillenta de la recepción. Le dio la bienvenida un espacio atiborrado con sillones, jarrones y mesitas que parecían estar cubiertas de oro macizo. Todo ese oropel se le antojó innecesario y de mal gusto. No estuvo vagando por mucho tiempo. Al minuto de haber entrado un mesero se le acercó y le indicó que lo siguiera. Fanny accedió de buena manera, o eso pensó. No estaba de buen humor. Es más, no podía aseverar que estuviera malhumorada. ¡Sólo tenía unas ganas enormes de iniciar la tercera guerra mundial!

¡¿Qué le sucedía a Liam?!

Un día le salvaba la vida; al otro, se marchaba sin decirle nada; y después, terminaba teniendo una aventura en Madrid. Y, para poner la cereza al pastel, ahora la obligaba a prestarle atención cuando él había sido incapaz de tratarla de una manera decente desde que habían tenido la desgracia de conocerse. Ella no era un juguete para entretenerlo cuando estuviera aburrido. ¡Merecía respeto!

El hombre de mediana edad la condujo hacia la entrada de un salón privado en el primer piso. Fanny irguió la cabeza al tiempo que bajaba un poco el ajustado vestido romántico de tono pastel y flores enredadas. No pudo retener el calor furioso que inundó su rostro al pasar las dos puertas de cristal y observarlo degustando un trago. Él la vio y ella le mantuvo la mirada. La fría indiferencia grisácea atizó su deseo de querer dejar todos los puntos claros sobre la mesa, sí o sí.

Si esa noche todo se iba al infierno, ¡qué se fuera!

*

*

Fanny tomó asiento. Dejó su cartera sobre sus piernas y dirigió su atención al hombre que ya la esperaba con una libreta y una pluma en manos. En esa ocasión Liam no se apresuró a pedir por ella. Cuando el mesero se fue, ambos quedaron en aquel salón apenas acompañados por una pareja más. El ambiente no era pesado como el de la recepción. Los colores utilizados eran más sobrios: rojo para los manteles y blanco para las paredes.

La joven Díaz inhaló largamente antes de posar sus ojos en él. Se sorprendió. Liam no reparaba en ella. Él yacía demasiado ingerido en su celular como para notarla.

Sintió que lo aborreció más.

No demoraron en traerle el jugo de piña. Ansiosa, se lo llevó a los labios. Cuando puso el vaso vacío sobre la mesa, su corazón sufrió un ligero vuelco.

Liam ya la miraba.

—¿Te has divertido en mi ausencia? —empezó él, interrogándola con un tono igual de displicente que sus gestos.

—No mucho —se limitó a contestar, molesta por lo ilógica de su pregunta. Era evidente que Tito lo tenía al tanto de cada paso que daba. ¿A qué venía aquello?

—Ana y su familia, ¿cómo están?

—Bien... Siempre te mandan saludos.

Liam dio el último sorbo a su whisky.

—Tito me comentó que estás asistiendo a la repostería con frecuencia.

Fanny asintió con la cabeza. Liam alzó el brazo e hizo una seña para que le trajeran otro trago. En ese momento, un celular vibró. La joven Díaz no pudo reprimir un resoplido al advertir que de nuevo sería ignorada por él.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora