Capítulo XIV

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—Todo terminó bien. El idiota sucumbió ante la presión y confesó que el video fue una farsa para desacreditar nuestros productos. Como has de suponer, esto no quedó impune. Interpusimos una demanda contra él y sus cómplices. Te busqué ayer para darte la noticia, pero no te encontré en la oficina. ¿Sucedió algo?

Liam, con la vista fija en la carretera, se limitó a negar con la cabeza. Como esperó, Samuel no se quedó conforme y retornó con otro cuestionamiento, más acertado.

—¿Será qué tu mala cara tiene que ver con Fanny Díaz?

Liam dio un brusco giro al volante provocando que las llantas rechinaran y que sus cuerpos fueran tirados a un lado. Seguidamente, metió cambio y la fuerza los impulsó hacia atrás, para después devolverlos con la misma poca delicadeza.

—¡¿Qué ha sido eso?! —llegó la voz preocupada de Abraham desde atrás—. ¡Ese coche casi nos golpea!

—No se preocupe —lo sosegó Samuel con una sonrisa trémula—. Lo que ocurre es que su sobrino está sufriendo de una crisis nerviosa.

—Pero, ¿de qué hablas Samuel?

—De que nuestro Liam finalmente está dejando su bestia interior para abrirse al mundo.

La aglomeración de arrugas en el avejentado rostro de su tío, exhibió su estado de confusión. Abraham pareció querer comentar algo, pero en ese momento su celular sonó. Se desatendió de ellos cuando contestó la llamada y empezó a removerse en busca de una mejor señal.

Samuel regresó la atención al frente y de inmediato se cruzó el cinturón.

—Amigo, sé que estás muy emocionado con esa mujer, pero por favor contrólate. No quisiera morir por tu descubrimiento de sensaciones humanas.

—Qué demonios dices, Samuel. Me pasé la roja. Un descuido, nada más.

—¿Un descuido?

—Sí, un descuido —repitió Liam, tensando la mandíbula.

—Está bien, no te enojes —se encogió de hombros, conciliador—. Te creo.

El moreno figuró olvidarse del asunto al entretenerse con el paisaje de grama, árboles y vacas que le regalaba la ventanilla del pasajero. Liam en resonancia, distendió un poco las manos y relajó los hombros. Sin embargo, su transitoria paz se esfumó cuando la voz animada de su amigo regresó a sus oídos.

—¿Te estás enamorando de Fanny?

Liam bufó.

—¿A qué viene eso?

—Abraham me comentó de una cena a la que deliberadamente no asistió para darles la oportunidad, a ti y a Fanny, de que departieran a solas... —Samuel calló por un momento, para luego volver con lo que Liam consideraba sería el dolor de cabeza de todo ese día—. ¿Me contarás lo que pasó o me harás investigarlo por mis propios medios?

—¿Qué te hace suponer que pasó algo?

—¿Y por qué te estás sonrojando?

Liam, cayendo en una candidez impropia, subió la vista hacia el retrovisor interior y examinó su rostro. El rubor, que antes no había existido, fue presentándose en forma de motas rojas en sus mejillas y frente. Si bien la vergüenza no era el sentimiento que lo había atacado, ahora ésta se había asociado con el enfado.

—Descarta cualquier idea. Apenas estuvimos media hora en el restaurante.

—¿Qué más me dirás? —inquirió el moreno con sorna—. ¿Qué tomaron té y discutieron sobre música instrumental?

Liam dio una rápida repasada al espejo y comprobó que Abraham seguía entretenido con el celular. Regresó la vista al camino y de mala gana se preparó para hablar. Conocía demasiado bien a su amigo para saber que con el objetivo de teorizar alguna de sus tantas hipótesis, era capaz de preguntarle a la propia Fanny sobre lo acontecido esa noche. Le disgustaba la idea, pero debía adelantarse a él y evitarse futuros problemas.

—Aunque no lo creas, eso sucedió. Con la excepción de que yo bebí whisky y... la incité a no continuar con la boda —terminó Liam de decir, como si hubiera confesado cualquier banalidad.

—Tú, ¡¿qué?!

—¡No grites! —le advirtió, mirando de soslayo a su tío—. Sólo quería saber si estaba segura de su decisión. De cualquier forma, los planes se mantienen. Me casaré y Abraham tendrá mi voto. No hay que buscar drama donde no lo hay.

Obviando el silencio censurador de Samuel, Liam se aclaró la garganta y chequeó el GPS del vehículo. Detuvo sus movimientos al atender la siguiente pregunta:

—Pasó algo entre ustedes, ¿verdad?

El cuestionamiento de Samuel, en otra situación y con otra involucrada, lo hubiera tomado a la ligera y sin ninguna reticencia; pero esa vez era diferente. No le era cómodo abrirse sobre ese episodio. Habían pasado muchas cosas; desde forcejeos hasta un beso emprendido por él y rechazado por ella. Liam no había razonado mucho al respecto, pero creía que se había dejado llevar por el alcohol y su natural villanía.

En un principio, la había acorralado con la intención de poner a prueba su bizarría. Había sido un inocente juego de voluntades que él estuvo seguro de ganar. No obstante, cuando sus labios lo hipnotizaron y el contacto de piel contra piel le quemó, las cosas se salieron de su control. Sin haberlo previsto, había caído preso de un anhelo que estuvo a punto de trastocar su respiración, y que justo en el momento que...

—Entonces, ¿pasó algo entre ustedes o no?

Liam agradeció la expulsión de sus pensamientos.

—Podría ser —compartió cauteloso, esperando que su amigo quedara satisfecho y lo dejara en paz.

—¿Podría ser? Tienes que ser más específico.

—Pudo haber algo, pero...

—¿Pero?

Liam inspiró hondo. Había elegido las palabras incorrectas. La mente de Samuel siempre volaba haciendo arcos dramáticos de todos para después meterlos en una novela y posteriormente sacar una saga. Ni a su tío ni a él, que lo conocían muy bien, les extrañaba su propensión por los compromisos y el término de éstos cuando se percataba que su historia de amor no era tan perfecta como la había esbozado en su cabeza.

Sin encontrar un argumento audaz que lo sacara impune, rotó su cuello un par de veces antes de pronunciar en un susurro seco e inseguro:

—Me rechazó.

—¿Qué?

Liam se abochornó. Aquello no era algo para sentirse orgulloso, sobre todo para él, que contaba con antecedentes intachables con las mujeres.

—Fanny me rechazó —profirió igual de bajo o quizá más.

—¿Quién?

—Fanny —murmuró.

—Habla alto, Liam. No estamos en una iglesia.

—¡Fanny me rechazó! —bramó entre encolerizado y avergonzado—. ¡Por Dios Samuel, necesitas verte los oídos!

—¡¿Fanny te rechazó?!

El grito de su amigo casi le reventó los tímpanos. Sofocado, Liam endureció sus facciones y fingió restarle importancia al asunto perdiéndose en el interminable tramo de cemento.

Uno, dos segundos pasaron y la reacción que faltaba no se hizo esperar.

—¡¿Quién te rechazó, hijo?! —exclamó Abraham, en el mismo tono de sorpresa y diversión.

Liam pasó una mano por su cabello. Temía que ese día iba a ser demasiado largo.

*

*

*

¿Han tenido un amigo como Samuel que con sólo verte el rostro puede deducir que algo te pasa?



Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora