Capítulo XXVI

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En un abrir y cerrar de ojos pasaron tres semanas. Los días transcurrieron uno tras otro, sin ningún sobresalto y sólo con la agitación inherente de las horas de trabajo en la repostería. Liam no había regresado de Madrid, y por los comentarios de Abraham sabía que no tenía fecha prevista de retorno. Él ignoró su mensaje de voz por varios días. Cuando al fin se dignó a contestarle, lo hizo por mensaje de texto y con una parquedad de letras que no la sorprendió. "No tengo nada que considerar", escribió. Claramente, él estaba haciendo referencia a su petición de remover a Tito como su guardaespaldas. Desconocía los motivos de Liam para ponerle seguridad, pero lo que sí sabía es que no le ganaría a su tozudez, al menos no cuando ambos se encontraban en continentes diferentes.

Fanny pensó que con la partida de Liam disfrutaría de un poco de paz, pero fue imposible. Su madre constantemente la acosaba para tratar temas de su fiesta de compromiso y cumpleaños. A Helena no le importaba su opinión, sólo la quería tener sentada mientras ella soltaba una lluvia de ideas sobre la decoración, la comida y la música. Cruz Helena se jactaba de tener mejor gusto que cualquier organizadora de eventos y, aunque Fanny opinaba diferente, jamás se lo diría.

Queriendo hallar un poco de paz, se encontró saliendo todos los días de su casa. La repostería era su refugio. Amaba perderse haciendo mezclas y horneando sus creaciones; incluso, encontraba cierta complacencia al encargarse de la limpieza y recibir uno que otro cumplido por el brillo de los anaqueles recién tallados. Pero, aún en esos remansos de tranquilidad, su corazón se agitaba y una electricidad recorría su cuerpo. Una nueva manía había llegado a su vida, y tenía nombre y apellido: Liam Hoffman.

Si bien Liam se había ido, los momentos de convivencia se mantenían indelebles en su mente. Contrario a lo que le sucedía antes, estos no la llenaban de frustraciones o molestia, sino de anhelo; anhelo por compartir más con él; por sumergirse en discusiones sin sentido; por provocar un descuadre en sus gestos intransigentes... Más de alguna vez Ana María la encontró con una sonrisa bobalicona. Su amiga atribuía su estado a la expectación por su vida de casada. Fanny, abochornada, negaba esas resoluciones; sin embargo, Ana no estaba lejos de la realidad.

La joven Díaz desconoció el momento exacto en que dejó de ver su unión con Liam como un castigo. Cuando se percató de ese cambio, ya llevaba días cavilando sobre la casa que habitarían y de la necesidad de un patio amplio y privado, donde después de una larga jornada de trabajo, se sentarían a ver el cielo nocturno y compartirían los sucesos del día. Imaginar esa vida rutinaria, tranquila y aburrida la hacía sentir bien, más que bien, podría decirse que hasta contenta.

Entre ellos no existía el amor, pero sí había un sentir de gratitud de su parte por haberle salvado la vida, además de un entendimiento mutuo y silencioso. Ambos tenían secretos que los dañaban, pero creía firmemente que la compañía del otro podía llegar anestesiar cualquier dolor. El único problema era que ese cambio de perspectiva venía de su lado. ¿Qué pensaba Liam de ella? Sabía que él se comunicaba con Tito. Todos los días a las dos de la tarde en punto, su guardaespaldas se alejaba buscando privacidad. Fanny, escondida detrás de una puerta, lo escuchaba exponer su informe, el cual iba intercalado con monosílabos y consistía en un detalle de los lugares visitados. Entonces, si Liam estaba tan al pendiente de sus actividades, ¿por qué no la llamaba? En varias ocasiones estuvo a punto de caer en la tentación y dar el primer paso, sólo para oír su voz; pero, el juicio la dominaba.

En la madrugada, era usual encontrarla con los ojos abiertos y en medio de comparaciones con mujeres imaginarias; todas ellas hermosas, inteligentes y con clase; y luego estaba ella, nada bonita, torpe y poco delicada. Estaba segura que si poseyera alguna de las características físicas que eran atractivas para cualquier hombre, Liam no hubiera mostrado la parquedad de las últimas semanas, ni Santiago se hubiera encerrado en la burbuja impenetrable en la que vivía ahora. Esas resoluciones la hacían naufragar entre dos aguas que le causaban similares sin sabores, pero por diferentes razones.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora