Capítulo XXIII

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Sin estar muy consciente del por qué, un mal presentimiento lo atacó.

—¡¿Fanny?! —gritó desde lo alto del árbol.

No obtuvo respuesta.

Liam la buscó con la mirada y no la encontró. Sin perder el tiempo, se cruzó entre ramas y saltó, cayendo en cuclillas sobre sus pies. En el acto, giró hacia un lado y hacia el otro, pero ella no estaba ahí.

—Fanny, ¡¿dónde te metiste?! —bramó, intentando que su voz fuera mayor al ruido de la lluvia.

Empezó a caminar sin apartar la vista de la corriente. No sabía qué era esa desazón que nacía en su pecho y acalambraba su cuerpo; pero, algo en su interior le decía que no parara de buscarla. Su insistencia dio frutos. Vio en el centro del río dos manos alzadas sobre la superficie. Éstas se movían sin coordinación, desesperadas. Luego, una cabeza salió debajo. No necesitó más para tirarse al río.

La experiencia y el coraje, lo ayudaron a agarrarse de una roca. Fanny continuaba siendo arrastrada, por lo que actuó rápido.

Uno,

Dos,

Tres segundos y se lanzó hacia ella. No la alcanzó. Fanny se había hundido, pero él no estaba dispuesto a dejarla ir. Tomando una bocanada de aire se metió bajo el agua; alargó el brazo lo más que pudo y consiguió agarrarla. Logró salir con ella hacia la superficie.

Los siguientes minutos fueron clave. Fanny no reaccionaba y él debía de apresurarse en asistirla. Sin dilación la recostó de espaldas a la orilla del río. La lluvia era una nefasta incomodidad, pero él trató de restarle importancia y centrarse exclusivamente en ella. Puso una de sus manos en su frente y la otra en la barbilla. Pellizcó su nariz y tiró del mentón para abrirle la boca. Aspiró todo el aire que pudo guardar en sus pulmones y cubrió sus labios. Liam inició a soplar poco a poco. Repitió este ejercicio dos veces más, hasta que a la tercera ella logró reaccionar.

—¡¿Fanny, estás bien?!

Ella escupió toda el agua. Pronto, empezó a movilizar sus brazos e intentó apoyarse sobre ellos. Liam profesó cómo el alma le regresaba al cuerpo.

Jamás en su vida se había sentido tan agradecido con la providencia como ese día.

*

*

—¡Por Dios, Liam! —gritó Ana María desde el umbral de la puerta—. ¡¿Qué les ha sucedido?!

—¡Necesito llevarla al cuarto! —pasó a su lado con el cuerpo de Fanny entre sus brazos—¡Trae candelas, agua, ungüento y todo lo que se te ocurra para limpiar una herida!

Liam entró a la habitación y depositó el cuerpo exiguo sobre la cama.

—Liam... —profirió Fanny, sin ser capaz de abrir los ojos.

—Ya llegamos. Ana María no tardará en traer algunas cosas para que te sientas mejor....

—¡Aquí están las velas!

—Perfecto. Enciéndelas, mientras la limpiaré.

Liam tomó el cuenco que Ana le ofreció y empezó a trabajar. Le quitó de la cabeza la camisa que le había enrollado y eliminó la sangre con agua y jabón. La herida no era profunda y tampoco necesitaría puntadas, por lo que se limitó a aplicar una crema en la inflamación rojiza. Continuó con el raspón del brazo, pero éste era tan leve que sólo requirió desinfectarlo.

—¿Estará bien?

—Sí, las heridas no son graves. Aunque le ayudarían unas pastillas para el dolor.

Amor Forzado (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora