CAPÍTULO 32

1K 61 11
                                    

6 meses pasaron desde que perdoné a Enzo. En todo ese tiempo, muchas cosas cambiaron, no solo entre él y yo.

En mi trabajo, finalmente las cosas se acomodaron y dejé de estresarme por absolutamente todo. 

Con mis compañeros nos volvimos aún más unidos, somos un grupo muy lindo.

Con Mateo, bueno, seguimos siendo amigos y hace unos días me contó que está conociendo a alguien. Me puse muy feliz, por supuesto, pero a la vez verlo me trae recuerdos de cuando estábamos juntos. De verdad lo quise mucho, pero no se lo demostré lo suficiente.

Y volviendo a Enzo, ese día en el evento, al fin lo dejé hablar y explicarme cómo había sucedido, ¿por qué sentía cosas por mí?

Le pregunté, me saqué toda duda. 

—¿Por qué no me buscaste antes entonces?

—Porque ni siquiera yo entendía qué me pasaba en ese momento, tenía que estar seguro y también estaba mi trabajo. En algún que otro momento llegué a pensar que vos me ibas a escribir, pero no lo hiciste y cuando pensaba en vos, la diferencia de edad entre nosotros aparecía en mi mente. 
Cuando nos encontramos en esa fiesta, todo lo que había estado intentando reprimir me sobrepasó y pensé en decirte todo en ese momento, pero te vi en pareja, no tenía chances ahí. 

Después, encontrarte en España fue totalmente inesperado. El hecho de que jamás hayamos forzado nada y que la vida sola se halla encargado de encontrarnos me hizo pensar en que eran señales y sin más te dije lo que sentía. Pero ahora, entiendo que, aunque no era de la manera en la que esperaba, tengo la suerte de conocerte como amiga. Gracias.

Al escucharlo, mi respuesta fue simple y concisa. 

—De mi parte lo que puedo decirte de ese tiempo es que me dejé llevar y cuando te bese me arrepentí, no de hacerlo, sino de cómo lo hice, me desubiqué y me avergoncé mucho. Sé que te incomodé, entonces no me daba la cara para volver a hablarte—.

—También tengamos en cuenta que ya pasó 1 año o un poco menos. Yo cambié muchísimo después y por ende mi opinión sobre vos también cambió, por eso te evitaba. Pero finalmente las cosas están aclaradas ahora—.

 A raíz de eso, con el tiempo fuimos, ahora sí oficialmente creando una amistad. 
Cuando él tenía un tiempo libre y estaba en Argentina, nos juntamos con algunos amigos de ambos a pasar tiempo juntos o salir a comer, cosas de ese estilo.

Si se preguntan qué piensa Mateo de esto, la verdad es que no lo sé. Sé que sabe de mi amistad con Enzo, pero jamás tocó el tema. Aunque presiento que internamente sospecha algo más, pero simplemente no pregunta nada. Él está siguiendo con su vida, por lo tanto, me di cuenta de que yo también debo seguir con la mía.

Así fue que, en una salida con Enzo, después de volver de un bar, la mayoría de sus amigos y los míos se habían ido y los que quedaban estaban dormidos o muy borrachos que era como si no estuvieran ahí.

Solo estábamos conscientes él y yo, ya que habíamos tomado muy poco alcohol.

La noche nos estaba abandonando y, junto a ella, el sueño tomaba protagonismo. Ambos nos acurrucamos en el sillón de su departamento en Argentina, mientras comentábamos sobre algunos sucesos de la noche.

—¿Viste cómo estaba Rodrigo?

—Requebrado— respondo entre risas.

—Están todos así, los únicos bien somos nosotros.

—Sí, 1 punto para Enzo y otro para mí.

Hundidos en un bucle de carcajadas, nos callábamos entre nosotros para no despertar al resto que están distribuidos por cualquier parte del departamento.

Entre más nos reíamos, más nos acercábamos. Yo le daba golpecitos mientras trataba de recomponerme. Terminé casi encima de él y cuando me percato quedamos frente a frente, nuestras carcajadas disminuyeron pero seguíamos sonriendo. 

Hablando, él acarició suavemente mi rostro y dijo —qué afortunado soy—.

—¿De qué?—respondí con voz cálida.

—De poder mirarte—.

Sentí una descarga eléctrica por todo mi cuerpo al escucharlo y al verlo mientras sonrió tímidamente. El pasar tiempo juntos revivía el sentimiento.

Él me observa y sin decir nada se inclina lentamente hacia mí para besarme pasionalmente, yo solo me dejo llevar del movimiento de sus labios suaves que casi provocan que se me escape el corazón.

 Con la respiración acelerada, Enzo toma distancia de mí para tomar aire y decir. 

—Necesito que sepas que estos meses que pasamos juntos, como amigos o lo que sea, fueron lo mejor que me pudo pasar y no quiero ser un estúpido como lo fui antes. Yo quiero todo contigo, pero necesito saber si querés lo mismo.

Mi ritmo cardíaco se aceleraba aún más con cada palabra que Enzo pronunciaba. Ahora los roles se invirtieron. Era él el que me estaba diciendo lo que le dije ese día en la playa.

Embobada, confieso que durante estos meses de amistad con él, me retuve muchísimas cosas por respeto a Mateo, pero, finalmente, me rindo, él ya había rehecho su vida. 

La verdad era que cada vez que compartía algo con Enzo, la pasaba extremadamente bien, pero entonces mi corazón se volvía delator y yo tenía que evadirlo. 

—Creo que no hace falta ni que te responda— dije con la voz entrecortada mientras me mordía el labio inferior.

—Luz, estoy hablando muy en serio. Reviviste en mí algo que creía perdido, que nunca iba a volver a sentir y no solo eso, lo multiplicaste. 

Me quedo anonada mientras lo escucho y observo sus ojos que hablaron mucho antes que su voz. Brillosos como las estrellas, comenzaban a iluminar mi boca con una gran sonrisa.

—Hace meses que lo siento y traté de controlarlo, pero te respeto y, como te respeto, ahora te quiero hacer una pregunta.

—¿Sí?— respondo mientras corro un mechón de pelo que tapaba su rostro.

—¿Te gustaría estar conmigo?— Traga saliva para repetir —No, más bien digo. ¿Me-me permitirías ser tu novio?—dice tartamudeando.

Con el corazón en las manos, suspirando y tomándome unos segundos para asimilar, respondo. 

—Enzo... claro que me gustaría que seas mi novio. 

Su cara pasó de preocupación a emoción y felicidad, ni bien escuchó mi respuesta.

—¡Gracias, gracias en serio!— dice mientras me besa la mano y me cubre de un abrazo, para seguido agarrarme la cara y posar ligeramente sus labios sobre los míos, haciendo que mi piel se erice.

Comienzo a deslizar mi mano por todo su torso, desabrochando un botón de su camisa, provocándole una sonrisa.

—Esperá, si estás segura, vamos a otro lugar.

—Sí, sí— respondí agitada. 

Nos dirigimos hacia su cuarto, el cual, por suerte, estaba vacío, dejando atrás ese sillón que había sido testigo del comienzo de nuestro amor.


¡AL FIN!
Atentos que se vienen más capítulos 👀

𝐂𝐎𝐍𝐓𝐈𝐆𝐎 | 𝔼ℕℤ𝕆 𝕍𝕆𝔾ℝ𝕀ℕℂ𝕀ℂDonde viven las historias. Descúbrelo ahora