Capítulo 16

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SIRENA Y TRITÓN

Santiago

La noche está helada, el Mediterráneo tranquilo, los alrededores silenciosos y lo único que deseo hacer es empalarla con furia por cómo me ha hablado.

Me acomodo la verga que reaccionó ante su altivez y furioso camino tras ella sintiendo ganas de meterle también un balazo porque es increíble que no respete mi rango.

¿Quién vergas sé cree?

Ninguna mujer me había hablado así y mucho menos alguien inferior militarmente. Sin embargo, le doy crédito. Tiene los ovarios bien puestos porque no cualquiera se atreve a desafiarme como ella lo está haciendo.

—¿Sabía qué, quien me falta al respeto, termina golpeado y, en el peor de los casos, muerto? —le pregunto, alcanzándola con solo dos pisadas pues mis piernas, a comparación de las suyas que parecen de duendes, son largas.

—¿Sabía que no me asusta esa pregunta? —refuta mirándome de soslayo, su entrecejo fruncido—. Déjese de niñerías y enfóquese en lo que hacemos.

—¡Es una jodida respondona!

—¡Y usted un gritón que, para todo, alza la voz! —me enfrenta, deteniéndose y alzando el mentón de forma desafiante. Sus hermosos ojos tempestad rutilan en rabia pura—. Ya me duelen las orejas de escucharlo. ¿Podría dejar de aumentar decibeles? Un grito más y juro que el tímpano me tronará.

Mis dientes se aprietan con fuerza tal cómo mis manos las cuales se hacen puños, y si fuese hombre ya le habría partido la boca a puñetazos.

Pero desgraciadamente es una hembra, y yo no golpeo a mujeres.

Furioso, la dejo atrás para seguir el camino hacia la puerta, pero, apenas llego, noto que estas están abiertas mostrando un camino lleno de sangre y muertos.

Sirena me alcanza a zancadas, pronto está a mi lado soltando un jadeo de horror que la hace cubrirse la boca con ambas manos.

—Esto no fue un simple robo de un buque... —espeta bajito, queriendo ingresar a la base naval, pero rápidamente enrollo mi brazo torno a su cintura, pegándola a mi cuerpo y por la verga que se desarrolló en la cuenca de la mujer que me parió, el corazón se me desboca al tiempo que un bochornoso calor me azota la piel.

—Hay que informar esto a Monstruo antes de ingresar —dictamino, refiriéndome a Esteban puesto que aquí no conviene decir apellidos. Tiro de ella hacia atrás para alejarnos de la escena de crimen bancándome el refunfuño que suelta esa irrespetuosa boca que gustoso me comería a besos. Una vez afuera saco el radio militar, inspecciono el perímetro y al no ver a nadie, hago la llamada—. Habla Bestia, estoy frente a la puerta que da paso al interior de la base.

—¿Y? ¿Quieres que te aplauda o qué? —Otro pinche irrespetuoso. Ruedo mis ojos y mantengo mi carácter al margen que discutir cansa.

—Pues deberías —bien, creo que no puedo mantener mi carácter al margen y menos con alguien cómo Esteban que solo está tocándome los cojones a cada nada—, porque gracias a mí sabrás que han masacrado a muchos soldados de la base naval los cuales están desperdigados en todo el piso uno. Así que sugiero que cierres el hocico y pongas atención.

—Tú a mí no me...

Sirena y yo entraremos a inspeccionar las instalaciones —lo interrumpo con voz autoritaria, firme, logrando que se calle—. Si en una hora no recibes llamada de nosotros, mandas refuerzo aéreo, ¿entiendes?

—Bien.

—Informa esto a Romanov y Montalvo.

—Ok. —Cuelgo la llamada y guardo el radio en la ropa que robé del muerto.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora