Capítulo 15 (Parte 3)

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Vicenta

Llegar a la base naval es tener que dejar el todoterreno escondido entre uno de los edificios bombardeados ya que encontramos bloqueos en ciertas calles que nos impedían avanzar y, para evitar un fuego cruzado, estamos recorriendo a pie el resto del camino procurando ser muy sigilosos.

Al final descartamos el traje ghillie por lo que nos quedamos con nuestros uniformes de combate que, gracias a esta noche donde parece haber un apagón, no se nota mucho. Cada uno metió dos Beretta en el uniforme junto a siete cajitas de municiones y es por eso que ahora sostengo bien una SR-25 mientras avanzo por las entrecalles solitarias seguida del coronel Bestia.

A través del lente observo las ruinas y una que otra vivienda en buenas condiciones. No hay personas caminando, ni siquiera los hombres que deberían monitorizar a los alrededores por lo que deduzco que la mayoría, si no es que todos, están concentrados en los bloqueos que miramos. Cruzamos un pequeño tramo de sácate para quedar justo atrás de los todoterrenos que tienen en la base. Están vacíos, no hay rastros de militares.

—Despejado —le digo al coronel en un susurro, avanzando entre los vehículos para acercarme al muelle.

—Alto —espeta el coronel, sacando unos binoculares de su uniforme—. Dime qué miras al frente. —Agudizo la vista mientras retrocedo para quedar al lado del coronel.

—Hay dos hombres armados caminando a lo largo del muelle.

—¿Nada más?

—Sí.

—Ejecútalos a mi señal. —El coronel sale de su escondite para encaminarse hacia ellos, algo que me alarma, pero entonces noto que me hace una seña con su mano, es una que indica que no dispare aún.

Bestia atrae la atención de esos hombres y rápidamente alza las manos al cielo cuando lo apuntan. Los Rebeldes no disparan, de hecho, empiezan a cuestionarle algo de una forma poco amistosa. Entonces el coronel alza ambos pulgares y no dudo en dispararle a cada uno en sus cabezas. Los hombres pierden la vida y Bestia los atrapa entre sus enormes brazos para arrastrarlos hacia nosotros.

—Ten —me lanza un muerto, pero me hago a un lado de modo que este termina en el piso—. Quítale la ropa y cámbiate. Vamos a infíltranos como uno de ellos. —Ni siquiera pregunto cómo se le ocurrió tal cosa ya que es obvio. Con agilidad me remuevo absolutamente todo quedando solo en sostén y bragas.

Los ojos negros del coronel reparan en mi imperfecto cuerpo más tiempo del necesario y por instantes me siento realmente apenada porque mi piel es todo menos hermosa. Está llena de moretones y cicatrices que nunca me he podido quitar con cirugías porque es un procedimiento demasiado costoso.

—¿Qué tanto me mira? —pregunto envalentonada, poniendo una máscara sobre mis emociones porque no pienso delatarme.

—Su cuerpo, es más que obvio.

—Pues deje de hacerlo, estamos en una misión importante.

—Eso no me impide de admirar la belleza exótica que tengo al frente.

—¿Se deja impresionar con tan poco, coronel? —Le tiro las palabras que me dijo en el vehículo usando su mismo tonito burlesco y eso parece no gustarle en lo absoluto porque me fulmina con la mirada, algo que me importa un comino[1]. Ya estamos a mano—. Vaya, qué básico resultó.

Él no dice nada y mejor. Me acuclillo para desnudar al tieso sintiendo los intensos ojos de ese hombre en mi espalda, pero no me dejo amedrentar.

Una vez que obtengo del muerto lo que deseo, me levanto y coloco su ropa, una que me queda gigante, pero está bien, así no se nota lo que cargo. Dentro de los bolsos me guardo las municiones y entre mis pechos guardo las Beretta. Esto último lo nota el hombre a mi lado porque enarca una ceja.

—¿Nunca había visto que los senos al tamaño de las sandías pudieran ocultar cosas o qué? —rebuzno, chasqueando mi lengua y alejándome de él para encaminarme al muelle. Ya me vio desnuda, no debería impresionarse por lo que hice ya que es muy normal que algunas mujeres escondan cosas entre sus pechos.

Pronto lo tengo siguiéndome.

Lado a lado caminamos hacia las puertas de la base naval. El coronel mira hacia el Mediterráneo y en voz baja cuenta los buques que hay.

—Eran once, falta uno.

—Obviamente. ¿Qué no recuerda lo que dijeron los Rebeldes? De ser así, se lo repito, coronel Bestia. ¡Han robado un buque para matar a los secuestrados!

Entonces su tosca mano se enrosca en mi adolorido antebrazo y me frena bruscamente a la par que tira de mí provocando que mi pecho impacte contra el suyo. El golpe es tan duro que suelto el aire de mis pulmones porque es cómo estrellarse contra un muro de piedra. Su aliento tibio me golpea la nariz cuando se inclina para estar a mi altura, hago el intento de apartarme, pero con la mano contraria aferra mi nuca para mantenerme en mi lugar y a su merced. La noche violenta que tiene por ojos me acribillan con odio animal lo cual aflora un inmoral sentimiento en mi cuerpo que aturde.

El corazón se me desboca ante la cruda adrenalina que siento cuando se inclina más logrando que nuestras narices se acaricien y no comprendo por qué ya que miedo no le tengo, pero me hace sentir vulnerable.

—Sugiero que deje de hablarme en ese puñetero tonito de mierda que tiene. No somos iguales, así que respéteme.

—¿O qué? ¿Pedirá mi exilio? —lo desafío, zafándome de su toque el cual arde y quema. Me acomodo la ropa del muerto—. Le recuerdo que está aquí para cuidarnos por órdenes del presidente mexicano. Además, no tiene autoridad alguna sobre mí porque usted no es mi coronel y no pertenece a la sede de México, así que sugiero que el que deje de hablar en ese tonito de mierda sea usted.

—¿Cuál es su maldito problema, teniente? —me encara, acercándose para acorralarme, pero retrocedo.

—Solo quiero llevar la fiesta en paz.

—Pues no lo parece.

Sí, me lo han dicho mucho. Pero no es mi culpa ser respondona.

—Vinimos a trabajar —rebato, emprendiendo de nuevo la caminata—. Si piensa reclamarme, hágalo cuando terminemos esto.

Bestia no refuta y tomo eso como un «le doy la razón, teniente». Claro está que seguramente está maldiciéndome en su cabeza y pensando en la forma de arruinarme o asesinarme, pero me tiene sin cuidado ya que si me jode lo joderé mucho peor. Eso es una promesa.

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[1] Expresión que significa "me importa poco".

[1] Expresión que significa "me importa poco"

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Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora