Capítulo 48.

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AGÁRRENSE LOS PANTALONES 

QUE SE VIENE EL CAPÍTULO QUE TODOS QUERÍAMOS

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BANDAZO

Vicenta

Estoy en la habitación curando a Santi quien está herido. Intento soportar mis lágrimas, pero estas deslizan con demasiada facilidad ya que duele mirarlo así.

Con manos temblorosas tomo la pequeña esponja naranja que meto en el cuenco rojo el cual tiene agua y jabón. Procuro exprimirla bien y luego acerco la esponja a sus heridas para limpiar despacito cada una de ellas intentando no lastimarlo más. Santi aprieta sus labios con fuerza lo cual me hace sollozar y sé que debería ser fuerte para él, pero no puedo. En verdad me duele verlo así.

Mientras limpio su bonita piel morena noto cómo va quedando libre de ese líquido rojo que tanto odio porque es el mismo que siempre sale entre mis piernas cuando papi juega bruscamente conmigo.

Una vez que termino le coloco un ungüento sanador para acelerar su recuperación. Le amarro una venda elástica color blanca suave, así como también le entrego una pastilla mágica para que su dolor disminuya. No sé muy bien para qué funcionan, pero he visto que mami las toma después de que papi la golpea.

—Ella es grande, no necesita que la defiendas —musito, sintiéndome celosa y enojada, triste y desesperada—. Él pudo matarte, pudo... ¡Pudiste dejarme sola! ¡No vuelvas a hacerlo, Santi!

—Es injusto lo que hace. Solo... Solo quiero matarlo —gruñe Santiago con mucha convicción, tan rabioso que lo creo capaz y en cierto modo eso me enorgullece porque justo eso ocupo: un chico de carácter fuerte que no tenga miedo a rebanar cuellos ni exterminar vidas tal como pasa en las películas que he mirado.

Santiago debe convertirse en un animal sádico para mí, en una verdadera bestia infernal que no le pese lastimar a nadie y no sé cómo le haré, pero lo convertiré porque lo necesito malo, lo quiero egoísta, lo ocupo soberbio, lo deseo inmoral a morir y no "bueno" porque él jamás será un superhéroe.

Antagonista o villano, no espero menos para él.

—No te detengas y hazlo —murmuro cerca de su oreja, desconcertándolo. Santiago parpadea y me mira, cómo preguntándose si en serio he dicho eso porque seguro me cree incapaz de querer hacer el mal pues siempre me he mostrado buena e inocente, pero ya estoy cansada de tanta oscuridad en mi vida—. No digo que ahorita —agrego, acariciándole el mentón y dejando un tierno besito en su pómulo que lo hace temblar—, pero sí en un futuro, Santi. Podrías convertirte en un hombre poderoso, alguien que haga a los malos temblar. ¿No te gustaría eso?

—Yo...

—Me protegerías —susurro en un tonito tan bajito y confidencial que él se queda embelesado—. Tú siendo fuerte y poderoso podrías hacer que nadie me lastime nunca más. Eres mi ángel, Santi. Protégeme. Conviértete en una bestia infernal para mí. Sé un animal sádico y no tengas contemplaciones con nadie.

Una pequeña sonrisa aparece en mis labios cuando miro el brillo en los ojos negros de mi chico favorito y eso me basta para regresar a mi escondite porque estoy muy cansada. Lo último que logro escuchar es un bonito:

«Te voy a proteger siempre, Sirena. Siempre».

El ruido de rápidas pisadas y gritos frustrados me hacen abrir los ojos abruptamente del hermoso sueño que estaba teniendo.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora