Capítulo 57.

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UNA BESTIA ROTA

Santiago

«Corazón roto».

Esas palabras retumban en cada parte de mi podrido cerebro haciéndome sentir un verdadero pendejo porque siempre me burlé de los idiotas que sentían de más por una hembra que recién conocen y ahora soy uno de ellos.

Sirena abandona la habitación sin decir ni una puñetera palabra más, dejándome con una bola de sentimientos y emociones que hace años no sentía. Me quedo inmóvil, anclado al piso de mármol negro el cual parece estar burlándose de esta bizarra situación. No sé qué hacer o cómo reaccionar, solo sé que muy dentro de mi pecho hay una molestia que crece como una bola de nieve.

Entonces algo truena en mi cabeza, es apenas un ligero chasquido que ataca mis tímpanos haciéndome temblar y respirar con dificultad.

Dolor y furia.

Furia y dolor.

Enojo.

Muchísimo enojo.

Esas tres puñeteras cosas me golpean como duros latigazos haciéndome caminar en círculos por la habitación mientras estiro mi cabello con fuerza a la par que grito de una forma que puedo sentir mis cuerdas vocales desgarrarse.

—¡Verga, verga, verga, verga! ¡Mil veces verga!

Pateo el buró que tengo a mi lado y lo destrozo, escuchando como la madera cruje bajo la violencia que no detengo porque arranco las sábanas de la cama para desgarrarlas tal como siento que todo en mi pecho se abre.

Regreso a la cama y rompo a patadas la base. Tomo los barrotes de esta para lanzarlos a la ventana que explota en mil pedazos.

Vuelvo a gritar, a sacar ese tornado de emociones que está quemándome en la peor de las hogueras mientras ojos grises aparecen en mi cabeza, taladrándola, lo cual me frustra demasiado porque no debí fijarme en ella.

Debí solo mantenerlo casual, debí solo cogérmela hasta que me cansara, pero me clavé con esa teniente descarada como un estúpido.

Rompí la promesa que le hice a Vicenta por ella.

Traicioné el recuerdo de Vicenta por ella.

Me la jugué como nunca me la había jugado por nadie y...

¡Y ella simplemente se alejó como si no fuese nada más que basura!

¡¿Cómo vergas pudo hacerme eso y por ese bastardo que tanto odio?!

Lágrimas pujan por escaparse de mis puñeteros ojos, pero no lo permito ya que un maricón no seré y menos por esa mujer. Podré sentirme como una bestia rota, pero eso no significa que externalizaré con esa acción mi sentir.

Cojo la espada que estúpidamente le mandé a hacer y salgo a paso rápido de la habitación que me prestaron para enrutarme a la salida ya que necesito aire.

Soldados se interponen en mi camino lo cual me enfurece porque entorpecen mi huida al exterior. Empujo a unos cuantos, escuchando sus reclamos, unos que me paso por los huevos porque no estoy de humor para soportar a nadie, ni siquiera a mí mismo.

Abro las puertas con tanta fuerza que estas se golpean contra la pared haciendo que los pequeños vidrios estallen en pedazos y me vale verga.

Ahorita todo me vale puñetera verga.

No destruyo la base porque no pienso sacar dinero de mi bolsillo que suficiente mierda debo hacer para reconstruir la base que me jodieron en Tartús.

La gélida brisa de Laponia me golpea la jeta haciéndome gruñir, no obstante, sigo avanzando hasta ir al área de los todoterrenos.

Cuando llego encuentro a soldados dándoles mantenimiento. A gritos pido que me entreguen uno y lo hacen sin dudar pues me conocen. Algunos de ellos estuvieron en Rusia bajo mi mandato.

Abordo el vehículo militar para salir a raja madre[1] sin reparar si aviento nieve en sus caras. Realmente me importa poco.

Avanzo por las calles que me sé de memoria pues he venido un par de veces cuando me toca monitorizar como van las cosas en esta base.

Tomo la desviación que me lleva al centro turístico de Kalevi, el rompehielos que tanto alboroto provoca en quienes visitan este lugar, pues lo necesitamos para ir por ese bastardo que ojalá esté ya muerto.

Conforme manejo siento como aquella opresión en mi pecho se va acentuando por lo que aprieto el volante con furia ya que no pretendo quedarme con estas mierdas.

No sé cómo vergas le voy a hacer, pero mataré lo que estoy sintiendo para enfocarme en lo que realmente vale la pena y eso es lo que tanto deseo alcanzar: el poder absoluto de las realidades que conozco como la palma de mi mano.

¿Amor? ¿Ser correspondido? Yo no ocupo esa verga en mi puñetera vida. Soy un hombre de hechos, no absurdas ilusiones que cualquiera puede aplastar.

«Ahora dilo sin llorar», se mofan en mi cabeza haciéndome gruñir, pero que quede claro que no seré un esclavo de mis emociones o sentimientos porque soy un grande, y los grandes nada más pensamos en alcanzar los objetivos que nos traerán jugosos beneficios.

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Que no se les olvide este capítulo, porque es por esto que Santiago se comporta como se comporta en Tempestad :(

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[1] Frase mexicana que significa "muy rápido".

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora