Capítulo 23

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¡Hola! ¿Extrañaron tener capítulo de Tornado?

EL DIAMANTE NEGRO

Vicenta

Bestia subió a uno de los edificios para cuidarnos mientras ingresamos a las tiendas de ropa usada para encontrar algo ideal para el Diamante Negro.

Para mí he elegido el vestido más escandaloso que puede haber en el planeta el cual deja muy poco a la imaginación. Tiene un grotesco escote y me llega a solo dos dedos bajo la curva de mis glúteos. En los pies llevo unos tacones y mi cabello lo he desenredado con mis dedos. También encontré una paleta de maquillaje usado el cual ruego no me provoque alergias, pero en vista de que no hay nada nuevo, debo improvisar.

Cuando salgo de la covacha luzco como una verdadera prostituta.

Me acerco a Calixto quien es mi "dueño" en esta misión y lo dejo colocarme la correa de perro en mi cuello. Mi cuerpo entero se tensa cuando se pone tras de mí para cerrar el clip que tiene el cuero, pero más cuando su dedo acaricia intencionalmente mi hombro. Rápidamente me giro y golpeo su mano porque odio que me toque.

Los ojos azules de Calixto me recorren con descaro el cuerpo entero lo cual me hace apretar mis manos en puños.

Valentina, Sandhi y Cindy aún no salen de la boutique lo cual me hace ser la única al lado de este cerdo.

—¿Se te perdió algo? —lo cuestiono, mi tono saliendo hosco y nada tolerante porque lo aborrezco demasiado—. Hice una pregunta, capitán Falcón. ¿Se le perdió algo en mi cuerpo?

—Primero, no vuelvas a usar ese tono irrespetuoso conmigo que no estás a mi altura —grazna, buscando tomarme del brazo, seguro para zarandearme, pero retrocedo un paso.

—Tú a mí no me vuelves a tocar, Calixto.

—Hace años te dejaste, Vicenta —se mofa y exploto en rabia al escucharlo porque eso no es cierto.

Antes de asimilar lo que hago, un corrientazo de dolor me escala desde los nudillos hasta el brazo pues le he soltado un buen puñetazo que le provoca sangrado nasal.

—Me violaste que es distinto, hijo de perra.

—Tú te lo buscaste por lamer aquel cono de forma provocativa —sisea mientras se cubre la nariz que sangra con su mano.

—¡Solo era un maldito postre que me estaba comiendo mientras ustedes miraban ese maratón de películas que tanto les gustaba! —le grito, recordando perfecto ese día que me hizo odiar tanto los helados y las películas—. ¡Nunca te pedí que sexualizaras algo tan normal como lamer un puto cono, jodido enfermo!

Ese día fui a la casa de Calixto ya que él junto a Esteban y Reinaldo iban a mirar toda la saga de Rápidos y Furiosos ya que son aficionados a ese tipo de películas, así que para hacer más llevadera la tarde, pues a mí no me gustan ese tipo de filmes, decidí comprar un helado en la pequeña tienda que hay cruzando su casa.

Lo que nunca esperé fue que Calixto me interceptara cuando iba camino al baño para limpiarme pues derramé helado en mi blusa.

Me tomó del antebrazo con brusquedad y nos metió a ese lugar para entonces empezar a decirme de cosas asquerosas: que era una golfa provocativa, que nada más disfrutaba endurecer miembros, que mis pechos eran muy vulgares y, antes de poder siquiera escapar, él ya estaba encima de mí subiéndome mi falda para violarme. Ese día fue el primero en mi calvario con Calixto ya que no se detuvo.

Pasó lo mismo en la Unidad de Operaciones Especiales y en mi propia casa, se las ingenió para tocarme y me amenazaba diciendo que si no lo dejaba hacerlo le diría a Esteban que teníamos una relación. Eso por supuesto era falso, yo con él no tenía nada, de hecho, me daba tanto asco que incluso pedí cambiarme de tropa pues él solía ser mi capitán a cargo. Entonces maqueté un plan, conseguí pruebas de que él me estaba haciendo eso contra mi voluntad y lo amenacé con llevar mis pruebas con el general brigadier. Desde entonces no volvió a tocarme, ni a mirarme o hablarme hasta hace poco.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora