Capítulo 26

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CELOS

Vicenta

Debí de suponerlo. Alguien como él puede tener a la mujer que deseé y hoy lo comprobé. Algo me decía que ella era cercana al coronel desde el momento en que me vio mal cuando le rezongué al recién llegar.

—¿Qué tienes, Chenta? —cuestiona Jesús, llegando a mi lado con dos manzanas. Me regala una lo cual agradezco y no dudo en apretarla contra mis manos.

—Estoy cansada, nada más —le miento sin pensármelo, no siendo capaz de confiar en él para decirle que me dolió mirar a Bestia tragándose la boca de otra mujer, tal como lo hizo conmigo.

«Es hombre, no esperes mucho», dice esa voz en mi cabeza, haciéndome apretar los dientes porque realmente creí que era la única.

Espera, ¿qué diablos estoy pensando? Si yo estoy casada y ni siquiera se lo dije, debería importarme poco o nada que esté besándose a otras.

—Sí, yo también —resopla mi amigo y se deja caer de forma brusca encima de la caja negra que contiene armas—. Ya quiero irme a México, pero aún nos queda tramo por recorrer.

—¿Has sabido algo de Esteban?

—No, pero su rastreador indica que está en Tartús.

Seguramente inspeccionando la base naval lo cual era de esperarse considerando que eso se le fue asignado. Me pregunto si está maldiciéndonos a todos porque esto que hicimos fue básicamente excluirlo de toda la acción.

—Sospecho entonces que pronto obtendremos noticias sobre el buque robado.

Jesús resopla y se pasa un brazo encima de sus ojos.

Decido morder la manzana que me trajo, su dulzura se derrama en todo mi paladar arrancándome un poco la decepción estúpida que siento por alguien quien solo fungió como amante. ¡Pero es que joder! No me gustó para nada verlo tragándose la boca de esa mujer, menos cuando ella está tan menudita, tan hermosa y luce como una bonita hada sacada de algún libro de fantasía.

Es perfecta.

Hermosa y perfecta.

En cambio, yo estoy gorda, llena de lonjas, estrías, cicatrices y moretones. No soy para nada femenina y no destilo inocencia como esa mujer. Apuesto mis ojos que ella nunca ha tenido brotes psicóticos como yo. Apuesto que jamás se ha manchado tanto en sangre como yo. Apuesto que está más limpia que yo.

Y apuesto que Bestia jamás le ha alzado la voz como a mí.

—Algo me dice que ese buque ya está lejos de Siria, pero aún dentro del Mediterráneo —espeta Jesús de repente. Con rabia me limpio una asquerosa lágrima que escapó de mi ojo izquierdo al estarme comparando con esa mujer.

—Esperemos —logro decir, pero el nudo en mi garganta hace que mi voz se escuche rara así que carraspeo—, sino no podremos avanzar a la fase de las drogas.

Un tema que por supuesto aún no quiero estudiar ya que debemos enfocarnos en esto. Ya culminó el tráfico de personas, pero lamentablemente sigue el problema del armamento robado de la base naval el cual complica todo ya que armas de ese tipo en manos de los malos es perjudicial.

Quién diría que un rescate de personas se convertiría en una persecución de objetos robados y de personas que merecen estar muertos pero que desgraciadamente están huyendo. Si tan solo los hubiera matado cuando los tuve a los tres al frente nada de esto estaría pasando.

Bajo la mirada para ver a Jesús, pero encuentro que está ya dormido. Así que evito hacer ruido y mejor veo hacia el frente esperando que Bestia y esa mujer aparezcan ya que la junta nos espera.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora