Capítulo 24

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NINFA DE OJOS PLATA

Vicenta

El pasado trágico de un villano o de cualquier persona "políticamente incorrecta" no borra las cosas malas y detestables que ha hecho a lo largo de su vida, pues sus antecedentes o trasfondo solamente sirve para ponernos en perspectiva.

El que hayas tenido una infancia o adolescencia de mierda de ningún modo justifica tus acciones de adulto. Sí, puede que se te «entienda» el por qué eres así, más no se justifica pues todos cuando crecemos tenemos la oportunidad de cambiar, de buscar ayuda para así resarcir un poco el daño y perdonar.

Un villano memorable siempre posee algunas características típicas que da a conocer en el primer vistazo de modo que sabes identificarlo, por ejemplo, tener el poder de intimidar con solo su presencia, el buscar causar desgracias y el estar dispuesto a hacer lo que sea necesario con tal de lograr sus objetivos incluso si esto significa implementar métodos como la tortura, el secuestro, el asesinato o el causar un genocidio. Incluso algunos llegan a ser carismáticos, pero el hombre que miro frente a mí dista mucho de ser un villano. Solo es un pelele con ínfulas de grandeza que secuestra y compra a humanos a diestra y siniestra para obtener dinero sucio que se gasta en lujos que ni necesita.

Por ejemplo, ¿para qué desea los anillos de oro que decoran sus dedos? ¿Para qué desea un teléfono último modelo?

Escupo el enjuague bucal que me han traído y miro con fingido miedo al hombre que se ha hinchado el pecho diciendo que cautivó a una ninfa de ojos plata. Algo absurdo si te pones a pensar porque yo solita me puse aquí para matarlo. Llevo apenas tres horas en Diamante Negro, pero siento que ha sido una eternidad desde que entré. Estoy impacientándome y eso no es bueno ya que esto recién comienza.

—Por hoy dormirás aquí, Malika —espeta Ahmed, su aliento olor a licor causándome náuseas. Odio a los borrachos, me dan muchísimo asco y hacen recordar cosas desagradables—. Ponte cómoda con las demás perras y convive, después de todo serán tus compañeras en esta travesía.

El árabe se va dejándome en una habitación de 4x4 que no tiene más que una cubeta para hacer del baño y un pequeño lavabo. Hay diez mujeres además de mí y la impotencia que siento me causa un ardor en mis ojos. Es demasiado injusto que personas inocentes tengan que experimentar situaciones así a diario.

¿Qué diablos tienen los secuestradores en la cabeza? ¿Estiércol? Encima, está el hecho de lo que les hacen. ¿En verdad convirtieron el abuso sexual en un acto morboso solo por dinero? Eso simplemente es aberrante.

Si cierro mis ojos todavía puedo recordar lo que miré hace tres horas, sobre todo el rostro de esa mujer. Ella está aquí, en una esquina temblando y llorando en silencio. Luce verdaderamente atormentada, destrozada, hecha ruinas.

Una parte de mi cerebro dice «no te metas en problemas, no eres psicóloga», pero mi parte empática, aquella que conoce de primera mano lo que es ser ultrajada cuando no lo deseas, me hace acercarme a ella para sentarme a su lado. Sin embargo, sé que es mala idea cuando tiembla al tenerme a escasos centímetros de su cuerpo. Algo dentro de mí se descose porque yo sé lo que se siente tener miedo a ser herida cuando ni siquiera te has recuperado del trauma anterior.

—No voy a lastimarte —le digo en griego, ella se limpia sus ojos inundados en lágrimas y me ve.

Una de las ventajas de ser militar es que en la base te facilitan profesores para que aprendas cualquier idioma que desees. En mi caso, elegí demasiados, unos que domino de modo que llevo la palabra políglota atada a mi persona y expediente militar.

—Por favor... No me... No me mires.

—¿Por qué? ¡Si eres hermosa! —Una cálida sonrisa aparece en mi boca, eso logra tranquilizarla un poco ya que baja sus defensas y medio se relaja.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora