Capítulo 55.

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MÁS HERMOSA ESTÁS TÚ

Vicenta

Sé que está analizándome, puedo verlo en la forma en que la noche violenta que tiene por ojos me observan con demasiada atención, y aunque pudiese ofenderme o enojarme con él, no lo hago porque estoy disfrutando esta pequeña caminata en Laponia, una región en Finlandia, incluso cuando ya ni siento mi nariz o párpados.

Hace un frío infernal, todo está cubierto en nieve y esta incluso me cubre los zapatos médicos especiales que traigo puestos ya que no quisimos tomar un trineo de perros, uno que nos ofrecieron apenas llegamos.

Mi cabello corto ya tiene nieve acumulada, pero ni así le digo a Bestia que busquemos un hotel. Simplemente continúo avanzando, fingiendo ser una turista mientras analizo el perímetro de forma discreta.

Estamos a solo un kilómetro de la base paramilitar y puedo sentir cierta tensión en el ambiente, sobre todo en las personas que de tanto en tanto aparecen caminando a nuestro lado. De reojo miro como la barba del coronel empieza a ponerse blanca y eso me hace genuinamente sonreír porque es como un mono de nieve: grandote y perfecto.

Me detengo a solo unos pasos frente a él para mirarlo con más detenimiento. Porta un gabán que le llega poco más debajo de medio muslo. Es color grisáceo, un color idéntico al de mis ojos. Bajo este lleva una playera de cuello alto color negra y unos jeans de mezclilla los cuales son ocultados en su extremo final por unas botas militares negras. Su rostro está sonrosado mientras su entrecejo luce fruncido.

—¿Estás enojado? —le pregunto, acercándome para deshacerle ese surco en medio de las cejas con mis dedos.

—No.

—Entonces quita tu expresión de amargura que parece que deseas asesinar a alguien, Bestia. ¡Se supone que somos turistas felices!

Su mano va a mi cintura y me atrae bruscamente hacia él, un quejido escapando de mi boca ya que mis costillas duelen. Pese a eso, no me alejo.

—Bésame —ordena con voz demandante y hambrienta, su cabeza inclinándose para alcanzarme.

—Tengo los labios entumecidos...

—Me vale verga porque deseo probarte aquí y ahora —brama, para entonces reclamarme en un duro beso que me sacude cada fibra en mi cuerpo logrando que el frío desaparezca de mi sistema dejando solamente una ola de calor tan abrumante que este empieza a desplazarse con gusto de extremo a extremo.

Descanso mis brazos en sus hombros y desearía tanto poder colocarme de puntitas para rodearle el cuello, pero me es imposible debido a mis dedos fracturados. Por ello, solo me quedo así, haciendo que se incline un poco más ya que no lo alcanzo y eso me encanta, pero también desespera pues no creí que existieran hombres tan grandes. Su mano traviesa, una que está enfundada en guantes tácticos, bajan a mis glúteos para amasarlos con deleite, importándole poco que estamos en la calle donde cualquiera puede vernos, incluso mis amigos.

Poco a poco la excitación va avivándose en mis entrañas, pero apenas percibo el corrientazo en mi clítoris me alejo de él porque no me siento lista para abrirme de piernas a él o a nadie porque lo que viví en aquella base paramilitar con todos esos hombres es un trauma que me tiene sintiendo asquerosa.

Más de doscientos fueron los que me hirieron y echaron su eyaculación en mí. Más de doscientos falos ingresaron en mi ano y vagina que de solo imaginarme en una situación similar me hace temblar.

El ceño de Bestia se frunce y, antes de que pueda decir algo, toma mi mano y nos guía a la pequeña villa de iglús de cristal que está a pocos pasos de nosotros. Apenas llegamos renta uno y la señorita nos guía hacia él. Va explicándonos algunas cosas que me ponen la cabeza a doler.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora