UN CORONEL, UNA TENIENTE Y UNA CAMA
Vicenta
Gitana termina de limpiarme la sangre que me sacó Esteban cuando me ahorcó contra el piso pues no solo enrolló sus dedos contra mi carne, sino que me clavó sus uñas dejándome unos espantosos rasguños que arden.
Mis amigos, esos que me lo quitaron de encima antes de que me asesinara, me observan con evidente preocupación y puedo entenderlos. Se supone que Esteban es el coronel ejemplar cuyo matrimonio es perfecto, pero lo que hizo nada más evidenció el horror que vivo día a día cuando estamos juntos y a solas.
-Estoy bien, chicos -les digo, mi voz saliendo rasposa ya que él en verdad iba a matarme. Jamás me había tomado así de fuerte y estoy... ni siquiera sé cómo estoy. Solo sé que no debí dispararle para separarlo de Bestia, pero si no lo hacía iba a asesinarlo pues él en verdad estaba muy enojado-. Mejor díganme, ¿Esteban ya despertó?
-Fue trasladado al hospital pues su mano derecha se hizo mierda, literalmente.
Me alegro tanto que haya sido así. Ojalá le dé una sepsis y muera.
-¿Y Bestia? -cuestiono, recordando lo mal que lo vi antes de ordenar a los soldados que los separaran.
-En una carpa curándose las heridas. No quiso recibir ayuda de nadie.
No me gustó verlo herido; la forma en que Esteban lo estaba golpeando no era normal, él quería matarlo, sus golpes lo dejaron en claro y eso me desconcierta pues qué diablos pasó para hacerlo reaccionar así.
Esteban nunca pierde el control frente a los demás, cuando se enoja siempre es en privado o conmigo, pero no con tantos espectadores y eso indica que tuvieron que tener algún choque de palabras demasiado duro lo cual es desconcertante.
El recuerdo de Esteban queriendo destrozarle la nuca con su bota militar me eriza la piel ya que ese golpe lo habría dejado paralítico o, en el peor de los casos, sin vida. Y yo podría tolerar todo, menos perder a ese hombre que me hizo sentir mujer.
La médico militar me hace entrega de una pastilla para el dolor y la tomo sin dudar. Cada una de las personas que están aquí dentro observan con meticulosidad mis movimientos y sé lo que desean preguntarme.
-Eso que pasó... -inicia Sandhi, pero la interrumpo alzando mi mano y negando porque no pasó nada.
-Ha sido un accidente -le digo sin más. Problemas no quiero y no me conviene que indaguen en mi matrimonio. Si lo hacen encontrarían horrores que no deseo explicarle a nadie por vergüenza y coraje, así que es mejor callar, fingir que todo está bien, que fue un accidente y listo-. No debí meterle un balazo sabiendo cuan fuera de sí estaba.
-Pudo matarte, Vic -agrega Kaan, el esposo de Sandhi, con evidente indignación y preocupación. Sus ojos miel destilando furia, una hacia el hombre que es nuestro jefe-. La forma en que te habló... El cómo te agarró... ¡Mierda! Si no hubiésemos intervenido él te habría disparado, joder.
-Pero no lo hizo y estoy bien. Míralo como un gaje del oficio.
-Créeme que eso lució como todo menos un gaje, Chenta. -La rabia que capto en la voz de Jesús me hiela la sangre porque él es inteligente y si ata cabos o, en este caso, se mete al sistema de seguridad de la FESM una vez que lleguemos a México, podrá acceder a vídeos donde mi esposo me ha violado en la Unidad de Operaciones Especiales. Aunque dudo que haya evidencias pues Esteban no es pendejo-. Él en verdad iba a matarte.
-No solo a mí, sino a Bestia también -me excuso, sintiendo que sudor frío baja por mi columna porque esta situación es muy comprometedora-. Como te digo, estaba furioso y aquí todos sabemos lo peligroso que es interceptar a un soldado cuando está enojado.
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Tornado (Libro 1)
AksiSirena y Bestia son los nombres clave que utilizan la teniente mexicana y el coronel ruso que se encuentran combatiendo el crimen en diferentes países. Ambos tienen mucho en común: la profesión que ejercen en la milicia, la edad, un pasado, la forma...