Capítulo 52.

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ME SALVASTE

Vicenta

Sabía que lucía como la mierda, pero tener a más de mil ojos mirándome con curiosidad y burla dejan en claro que soy todo menos lo que ellos esperaban, algo que sinceramente me da igual ya que hay un hombre al cual rescatar, uno que tiene información de ciertas personitas que necesito recuperar a como dé lugar.

—¡Mi nombre es Vicenta Aileen Ferrer! —vocifero con potencia, mi voz haciendo eco por toda la explanada—. ¡Soy teniente del grupo élite uno llamado Águilas Doradas de la FESM mexicana y, a partir de este momento, estoy a cargo de ustedes!

De acuerdo, cuando me visualicé en un momento así esperé respeto, no que sus expresiones empeoraran a unas llenas de incredulidad. Unos incluso se ríen repasándome de pies a cabeza, detallando el camuflado verde que pedí prestado a una rusa que miré en el pasillo.

—¿Está de joda? —dice uno cuya insignia deja en claro que es capitán.

—No. Si no me cree llámele a su presidente para que corrobore lo que estoy diciéndoles.

—Fairbanks jamás haría esto —agrega otro, saliendo de la fila a la par que su capitán. Ambos empiezan a caminar como depredadores hacía mí, más no flaqueo, me mantengo firme como una varilla.

—Pues lo hizo, así que regrese a su fila y escuche lo que voy a decirles porque el tiempo corre y dudo mucho que puedan atraparlo.

El capitán y su teniente sueltan una risa, ambos ya frente a mí. Los demás soldados cuchichean, observando con mucha atención la escena que me tiene un poco tensa pues así me observaban los que me violaron en aquella base.

—No pretendo seguir órdenes de la puta del presidente.

Qué insinúe tal cosa me hace preguntarme si el tío de Esteban ha tenido sus amoríos con las soldados de su ejército.

—Mantenga su lengua a raya, soldado —espeto, alzando el mentón incluso cuando justo ahora algo me dice que huya. A veces hay que tragarse el miedo por el bien común—. Regrese a la fila, no lo vuelvo a repetir.

Entonces él alza su mano e intenta tomarme del cuello, pero una enorme y bestial sombra nos cubre por completo al tiempo que una mano mucho más grande que la suya aparece frente a mis ojos de modo que atrapa su muñeca para frenarlo en seco con tal brutalidad que un jadeo lastimero escapa de su irrespetuosa boca. Las facciones del estadounidense se desfiguran en dolor.

—¿No la escuchó o qué vergas, capitán? —ruge el coronel Bestia en tono mortecino a mi lado, parte de su tórax quedando tras mi espalda, su calor dándome esa minúscula seguridad que me faltaba—. Regrese a la puñetera fila y escuche lo que su líder tiene que decir.

El capitán estadounidense tensa la mandíbula y mira con demasiada furia al coronel quien suelta su mano con fuerza haciéndolo incluso trastabillar. El teniente que está a su lado hace amago de sacar su arma para apuntarnos, pero rápidamente localizo la que Bestia tiene en su uniforme para quitársela, cargarla y apuntarle en la glabela al estadounidense machista.

—Ni se le ocurra hacerlo, teniente —le espeto, clavándole la mirada en sus comunes ojos azules los cuales tintinean en un bravío sentir que deja en claro cuánto desea arrancarme los cabellos de la cabeza—. Andando, haga caso.

—Maldita put... —pero él no logra terminar de hablar porque Bestia se aparta de mí con rapidez para ir hacía él y meterle un duro puñetazo en la cara mandándolo al piso.

—¡En mí país y en mi puñetera base no acepto ningún insulto o agresión hacia las hembras de mi ejército y esto va para todos! —Bestia regresa a mí colocándose detrás, su mano yendo a mi cintura lo cual acelera mi jodido corazón—. ¡Si vuelvo a escuchar que la insultan o que intentan siquiera tocarla, me encargaré de exiliarlos a cada uno de ustedes donde su único lugar de escondite será la maldita cárcel! ¡¿He sido claro?!

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora