Capítulo 39.

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SOY PSICÓLOGO

Esteban

Andros Panteli, el comandante del ejército chipriota, el imbécil que tuvimos que seguir anoche antes de que cometiera una puta locura, apaga el monitor donde me enseñó fotografías de los hombres que terminaron despellejados peor que una vaca en el Rastro TIF de la SAGAPA.

Me recargo en la silla mientras cruzo mis brazos sobre el pecho. Panteli está que avienta fuego por la boca, oreja y ojos lo cual me hace reír, eso lo irrita.

—¿Le parece gracioso lo que su barbie curvilínea hizo?

—Sí —espeto, logrando que tire el control remoto lejos. En el poco tiempo que llevo conociéndolo, he notado que pierde muy fácilmente la paciencia—. Iban a matar a uno de mis soldados, la teniente Sirena solo hizo lo que yo habría hecho.

—Supongo que también sabe que descuartizó a Bassam Makalá.

Cualquier rastro de burla que había en mí es drenado cuando manualmente enciende la televisora que muestra un cadáver irreconocible, encima de él está su identificación. Podría pensar que esto lo hizo cualquiera, pero está claro que fue Vicenta porque esa mamada de sacarle los ojos es su firma. En las veces que he mirado lo que hace, noto que repite el patrón de dejarlos ciegos.

—Veo que no —ríe Panteli con evidente amargura—. ¿Tiene idea lo que esto significa, Monstruo? —Ni siquiera puedo responder, estoy en shock.

—Ilumíneme.

—Su barbie fue capturada en cámara porque de todas las habitaciones que pudo elegir para hacer sus cochinadas, se metió a una que tenía cámaras hasta en la puerta y ahora no solo quedó grabada en vivo descuartizando al hermano del hombre más peligroso de Medio Oriente, sino que dicho vídeo cayó en manos de Ahmed Makalá y él la está buscando. ¿Pero sabe qué es lo horrendo? —Niego, porque no tengo idea. Estoy sin palabras—. ¡Nos han vinculado a nosotros!

—Bueno, usted la involucró primero a ella. ¿Qué esperaba?

—Resuelva esta mierda ahora mismo, Monstruo —sisea—. Mis hombres y base militar están en peligro.

—Nah, paso. Además, mi teniente claro dijo que lo mataría si se propasaba con ella y usted básicamente le dio luz verde para eso —contraataco, alzándome de la silla y caminando a la salida porque no tengo tiempo de estas mierdas.

Suficiente tengo con tener a Siria tras de mí pues no se me olvida que le pusieron precio a cada cabeza en la FESM mexicana y que por esa razón Cárdenas y sus changos están aquí.

—Hijo de...

—¡Arrégleselas como pueda! —lo corto antes de que me insulte—. Sacrifique a una de sus putas, pero deje a mi teniente en paz.

Estoy por abrir la puerta cuando un balazo pasa rozándome el brazo. Llevo la mano a la zona notando como la sangre se desliza, tenso la mandíbula y me giro para encararlo.

—Lo que su maldita teniente hizo no fue una simple matanza. ¡¿Qué carajos no miró las imágenes?! ¡Lo descuartizó, Monstruo! ¡Su zorra descuartizó al hermano de Ahmed Makalá!

Camino hasta él con la rabia bulléndome en las venas y lo encuello tan fuerte que su arma cae al piso disparándose una vez más. Lo estampo contra la pared, su cabeza tronando.

—Vuelve a llamarle zorra a mi esposa y te mataré, Andros —amenazo, llamándolo por su nombre y logrando que sus asquerosos ojos se abran en asombro. A esa mujer solamente yo puedo insultarla, nadie más—. Te recuerdo que el presidente de tu país hizo un trato con el mío y, a menos que desees conservar los beneficios y recompensas que te daremos una vez se acabe esto, sugiero que cierres tu maldito hocico.

Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora