Capítulo 45.

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DEPRAVADOS JUEGOS

Vicenta

El semen del hombre que tengo al frente cae encima de mis labios suturados, pero se resbala gracias a las lágrimas que escurren de mis ojos. No sé cuántas horas llevo atada, no sé si es de noche o de día, tampoco sé cuántas veces me he orinado encima, pero siento que en cualquier momento miraré cómo mis muñecas se desprenden de mis antebrazos.

A mi izquierda escucho gritos masculinos que maldicen a todo el mundo, sobre todo al bastardo que nos secuestró. Con dificultad muevo mis ojos y de soslayo noto como un hombre encapuchado embiste a mi esposo quien yace desnudo, ensangrentado y lleno de la sustancia lechosa que aún gotea de mi propio cuerpo.

Sé que algo está mal en mí cuando no siento ni una pizca de lástima por él, sino todo lo contrario. Me alegro tanto que al fin le estén dando a probar de su propia medicina, tal vez así se arrepienta de todas las veces que me ha violado, aunque lo dudo.

Esteban Morgado jamás se arrepiente de sus acciones.

El hombre que está tras de él sale y otro más se le acuclilla atrás para ensartarle su erección en su orificio anal, pero antes de iniciar con las rudas penetraciones, el coronel Morgado cae laxo al suelo. Se ha desmayado.

—Vaya, qué poquito aguanta la nena rubia —se mofa el ducentésimo hombre que me ha ensuciado de su semen posterior a violarme.

Si Esteban me lastimó la vagina cuando me abusó en la base militar, estos doscientos hombres ya me han destruido por completo cada minúsculo recoveco de carne ya que los corrientazos de cólicos que me azotan el vientre, la vagina y el ano, sumado a los hilos e hilos de sangre que bajan por la parte interna de mis muslos, no son normales, sino alarmantes.

Trago saliva con dificultad y siento como la piel se me enchina cuando noto que una fila de veinte hombres más se acerca a donde estoy.

Cada uno de ellos está desnudo, se masturban ante mi deplorable estado y sonríen como depredadores. Solo hay crueldad en sus ojos y eso me hace preguntarme si alguna vez conoceré a un hombre que no mire las violaciones como una diversión más. ¿Será que existen machos que no dañen así? Imagino que están extintos.

La humanidad está demasiado podrida y yo ya estoy más rota que ayer.

Ahmed Makalá se hace paso entre sus abusadores. Trae un vasito de licor en sus manos y bebe mientras recorre mi cuerpo y el suelo.

—¿Qué pasó, víbora? Te noto muy apagada.

«Vete a la puta mierda, pendejo», bramo en mi cabeza pues no soportó que le respondiera y por eso me coció los labios.

—Le han roto el cérvix, Don.

—¿Y? —responde él, mirando al que estuvo dentro de mí hace poco.

—Puede desangrarse y morir.

—Mejor —se mofa—, así dejo de mirarle su carita de muñeca diabólica.

—¿Podemos seguir divirtiéndonos con ella? —pregunta uno de los nuevos a lo que Ahmed hace una señal con su cabeza para que prosigan.

Esta vez son dos hombres los que me toman,

entre ambos lastimándome de una forma tan macabra que percibo como la vida se me va.

Quiero gritar, deseo tanto gritar, suplicar que ya me dejen en paz, pero es demasiado inútil pues para eso tendría que romper el hilo que me mantiene callada, y ese es un dolor extra que no pienso tolerar.

—¿Crees que si le mando un vídeo al coronel que cuidaba de sus cabezotas logre moverle alguna fibra sensible? —me pregunta Ahmed, sacando su móvil para empezar a grabar y casi deseo reírme porque Bestia no tiene razón alguna para sentir algo por mí ya que no somos nada—. ¿Sabes qué? Mejor mandaré este vídeo al presidente mexicano. Seguro disfrutará viendo como su nuera e hijo participan en mis depravados juegos.

Desde que estamos aquí el Don de la mafia siria no ha parado de mencionar a Román Morgado lo cual me parece extraño ya que no le encuentro lógica, o tal vez sí la hay, pero ahorita mi cabeza es una bruma llena de asquerosidades imborrables. Por más que intento idear alguna forma de liberarme de sus garras no encuentro nada pues estoy más jodida que un enfermo con cáncer terminal. Si llegase a escapar dudo llegar muy lejos pues mi cuerpo es inservible. Hay muchos huesos rotos y no dudo que tenga hemorragias internas. Esteban tampoco puede hacer mucho, no cuando lo han estado drogando a morir para amansarlo y violarlo.

Así que, lamentablemente, estamos a la merced de este bastardo sirio.

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Iniciamos otra vez con maratones para ya darle final al libro ;)

Así que agárrense los pantalones porque se viene fuerte.

Así que agárrense los pantalones porque se viene fuerte

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Tornado (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora