Maquinando un secuestro

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—¿Unas preguntas? —bufó Escorpión tendido bocarriba dentro de la camioneta, sin poder mover su traje—. Yo no voy a decir nada y menos a un maldito deforme pálido como tú.

Tombstone se mantuvo impasible, su rostro de facciones rígidas parecía una máscara, sus ojos hundidos seguían fijos en el rostro de Escorpión cuando añadió:

—Las preguntas son las siguientes: ¿Quién es el hombre de Kingpin que construyó tu traje y dónde se encuentra?

—¡Vete a la m#$%&! Jamás responderé eso, no importa cuánto me amenacen, no pueden hacerme daño, este traje es impenetrable —vociferó Escorpión y soltó una carcajada arrogante.

—Existen diferentes formas de matar a una persona —contestó Tombstone con voz gélida—. Tu traje será impenetrable pero no estás a salvo. Mis hombres nos están llevando al puerto, si no contestas las preguntas atascaremos el acelerador, te dejaremos dentro de la camioneta y te hundirás en el mar. No sé si tu traje tenga oxígeno pero tarde o temprano se acabará y tendrás una muerte lenta —hizo una pausa cuando la camioneta se detuvo—. Ya hemos llegado, ¿vas a cooperar?

*** 

Eran las diez de la mañana, Hobie despertó, la pérdida de sangre lo había tumbado en la cama hasta esa hora; se desperezó y todavía sintió ardor en algunas de sus heridas, cualquier movimiento brusco podría volver a abrirlas.

Deseaba ir con Vin para pedirle algo que acelerara la curación de esos cortes pero había ido hace poco y no quería levantar sospechas. Además, estaba seguro de que Vin le contaría a Michele sobre su estado y ella se preocuparía de sobremanera.

Hobie suspiró y se levantó con cuidado, no pensaba salir de su departamento durante todo el día y aprovechó para realizar las tareas del hogar. Entre esas labores rutinarias la imagen de Betty apareció en sus pensamientos. La extrañaba, quería estar con ella lo más pronto posible pero antes debía construirse una cámara. 

Dos días después todas sus heridas estaban cerradas por completo, seguía surcado por varias marcas de cortes pero estas ya estaban por desaparecer de su piel, podía moverse con rudeza si quería. Salió de su edificio con una mochila en la espalda, se dirigió al depósito de chatarra y en ese lugar escudriñó las montañas de trastos en busca de los componentes para su nueva cámara. Halló pieza por pieza, las fue guardando en su mochila, consiguió todo lo que necesitaba a las tres horas de haber llegado y para su sorpresa, cuando estaba por irse, notó que una joven que también pertenecía a su comunidad estaba ahí.

La había visto muy poco pero por lo que sabía esa chica de piel oscura, con la mitad de la cabeza rapada y la otra mitad mostrando una cabellera rizada era la otra persona que podía reparar los calentadores de agua, los paneles solares y otros aparatos. Se acercó a saludarla, la joven se crispó al verlo, como si la hubiera atrapado cometiendo un crimen.

—¿Que pex? También vives en el edificio que ocupamos, ¿no? —preguntó Hobie.

—¿En serio tienes que preguntarlo? —sonrió la chica—. Soy Riri, y sí, llevamos viviendo en el mismo edificio por más de un año Hobie, por eso sé tu nombre. Deberías conocer más a tus vecinos.

Hobie esbozó una sonrisa a medias y se encogió de hombros, aunque era cierto lo que le decía, debía conocer y convivir más con el resto de su comunidad. Quiso preguntarle qué hacía ahí pero tendría que responder lo mismo.

—Pues un gusto Riri.

—¿Ya encontraste todo lo que necesitabas? —Riri señaló la mochila que él llevaba—. Yo todavía me voy a quedar otro rato en este lugar lleno de puntas filosas llenas de tétanos, sin mencionar el olor a metal y otros olores menos agradables.

Spider-Punk El Spider-Man AnarquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora