Silvermane

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Spider-Man se columpió sobre la avenida de Broadway, hacia el sur, no estaba recuperado del todo pero no permitiría que Silvermane triunfara en sus planes. Siguió el rastro de destrucción y en menos de un minuto observó el nuevo frente de batalla. Unos sesenta subordinados de Silvermane contra unos treinta de Kingpin. El propio Silvermane en su armadura plateada aniquilaba a sus enemigos de un golpe. 

El estallido de disparos hacía eco en todas partes, había agujeros de balas en edificios, vehículos y postes de luz, sobre la calle y las aceras yacían cadáveres de civiles que habían sido alcanzados por el fuego cruzado. 

Spider-Punk saltó, giró en el aire y aterrizó frente al jefe criminal. La lente rota de su máscara permitió ver su ojo surcado por venas rojas debido a la furia que sentía.

—¿Cómo es que estás aquí? —interrogó Silvermane, su armadura plateada manchada de sangre—. Sable y Tombstone debieron encargarse de ti.

Spider-Man no contestó, apuntó a las articulaciones del exoesqueleto y disparó balas de telaraña. Esperaba hallar un punto débil, no descubrió ninguno.

—Yo no debería encargarme de estos asuntos —comentó Silvermane, fue hacia un vehículo y lo levantó sobre su cabeza—. Pero hay ocasiones donde tengo que demostrar cómo se hace el trabajo —arrojó el coche hacia el trepamuros.

Spider-Punk rodó a su derecha, el carro se deformó a su lado por el impacto contra el pavimento. Su sentido arácnido zumbó, cuatro subordinados de Silvermane dispararon sus fusiles contra él. Se les aproximó entre acrobacias, evitó las municiones y derribó uno a uno con un par de golpes. Otros mercenarios se acercaron.

—No —vociferó Silvermane—. Yo me encargaré de este enemigo, ustedes sigan y acaben con todos los hombres de Kingpin.

Los subordinados obedecieron. Spider-Man pensó que no era bueno que ellos continuaran la batalla pero si se alejaban podría concentrarse en el líder. Silvermane arrancó puertas de unos vehículos cercanos y se las lanzó. Spider-Punk saltó entre estas, evitó ser dañado, les arrojó telaraña y las devolvió hacia el jefe criminal. Las puertas chocaron contra la armadura sin causar rasguños. Spider-Man aterrizó en la calle, pensó en qué objeto podría dañar el exoesqueleto cuando vio que dentro de un coche había un hombre.

Con su sentido arácnido detectó que en otros vehículos alrededor había personas resguardadas que no habían podido huir.

—¡M!"#$! —masculló.

Silvermane se alejó unos pasos y cargó otro coche, uno con una pareja. Spider-Punk aceleró, saltó hacia el capó del carro, rompió el parabrisas de un golpe y agarró a las personas. Silvermane abalanzó el coche contra el pavimento. Spider-Man extrajo en un instante a los civiles, cuidadoso de no herirlos con las orillas filosas del cristal roto, y saltó con ellos antes de que el vehículo se estrellara contra el suelo. Él se posicionó para recibir el impacto, los músculos de su espalda dolieron como si fueran estrujados por pinzas de hierro por el castigo que ya había recibido antes.

—Huyan —dijo, se giró y disparó redes. Aunque apenas retesaban a Silvermane cada segundo valía.

—Tú no vas a impedir que controle esta ciudad —dijo el líder criminal mientras se apartaba las telarañas de su traje—. He luchado por su dominio desde antes de que nacieras. A los once años maté por primera vez a un enemigo, a los catorce eliminé líderes de pandillas y aumenté el número en nuestras filas, a los diecisiete toda la ciudad me temía. Ni tú ni Kingpin me van a quitar lo que yo he ganado con ingenio y fuerza durante tantos años. Nueva York me pertenece.

Silvermane aceleró contra el trepamuros.

—Eres otro idiota al que le metieron en la cabeza la estupidez de competir por el poder en lugar de colaborar por una vida digna para todos —contestó Spider-Punk, brincó justo cuando el jefe criminal lanzaba un golpe, realizó una voltereta sobre la armadura plateada, tomó impulso sobre los hombros de esta y fue a sacar al hombre que había visto antes.

Spider-Punk El Spider-Man AnarquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora