Romance y política

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Hobie despertó a las ocho de la mañana, su cabeza retumbó, el dolor no se comparaba con el del día anterior pero era un fastidio que no desapareciera. Se tomó las cápsulas que le había proporcionado Vin y descansó hasta medio día. Necesitaba que el daño de su cráneo sanará por completo, no podía ser Spider-Man ni Hobie Brown si proseguían las migrañas.

A la una de la tarde, libre de las punzadas alrededor de su cabeza, ingresó a las oficinas de El Clarín, avanzó entre escritorios repletos de computadoras, impresoras y papeles, entró al despacho de Jameson y le entregó una memoria con las fotos sobre los drones buitre. El editor en jefe miró los archivos en su pantalla, observó a Hobie, volvió a ver las fotos, regresó su mirada a Hobie.

—¿Por qué me muestras basura Brown? —gritó Jameson—. No te pagó para que fotografíes juguetes destruidos, quiero a Spider-Man robando bancos y golpeando policías.

Hobie sonrió, bien podría darle al editor en jefe lo que buscaba. Jameson despotricó por cinco minutos con gritos cada vez más sonoros, cuando terminó anotó una cifra en el cheque y se lo entregó. Hobie se dio cuenta de que las quejas de Jameson no hicieron resurgir su dolor de cabeza, era una buena señal. Tomó su cheque, hizo una mueca al ver la cantidad, se encaminó al escritorio de Betty Brant y la saludó. Ella devolvió el saludo sin ánimo.

—No pondré excusas —dijo Hobie con las manos en los bolsillos de su chaqueta—. Que no fuera a nuestra cita del domingo y ni siquiera te avisara fue una estupidez de mi parte.

—Sí —respondió Betty sin alzar la vista y mostró la mano para que le diera el cheque.

—¿Hay algo que pueda hacer para compensarlo? —Hobie entregó el papel con su paga.

Betty selló el cheque, suspiró, tamborileó sus dedos sobre el escritorio, levantó la vista y dijo:

—Sí, puedes hacer algo, tener una cita conmigo, una donde sí llegues.

—Un pago justo, ¿te parece si la tenemos hoy?

—¿Hoy?

—Sí, eso de planificar no sé me da bien, mejor improvisemos, ¿qué dices?

Betty esbozó una sonrisa y Hobie sonrió también.

—¿A dónde iríamos? —preguntó ella.

—Ni idea, improvisemos, caminemos sin destino y vayamos a cualquier lugar que nos atraiga.

Betty negó con la cabeza pero su sonrisa se amplió.

—Eres un hombre caótico Hobie Brown. Quisiera tener esa cita pero hoy es jueves, saldré tarde y no quiero dejar a mi mamá sola por mucho tiempo.

—¿Y si tenemos una cita corta? Quiero estar contigo aunque sea unos minutos.

Betty mantuvo su sonrisa y se sonrojó.

—De acuerdo Hobie, te mandó mensaje cuando esté por salir.

—Perfecto, yo estaré por los alrededores —agarró su cheque sellado y se despidió con una seña.

Había dejado la mochila con su equipo cerca de las oficinas de El Clarín, en una callejuela digna de una película de terror. Se cambió, saltó entre las paredes de los edificios, arrojó una telaraña y rondó esa parte de la ciudad.

No hubo mucho qué hacer, las calles estaban vigiladas por policías pero estos no hostigaban indigentes o minorías raciales, porque no se veían por ninguna parte.

¿Qué habrán hecho con las personas sin hogar? ¿Y desde cuándo en Manhattan solo hay blancos?

Se preguntó preocupado, arrancó carteles de reclutamiento, quebró parabrisas de patrullas con sus balas de telaraña y mientras se columpiaba sobre las calles voceó:

Spider-Punk El Spider-Man AnarquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora