Poco más de dos años atrás, cuando Hobie llevaba un mes de cumplir 16 años, su vida cambió para siempre.
Vivía con sus padres en un barrio pobre y con mucha delincuencia. Su familia no estaba en la extrema pobreza pero tampoco ganaban más que lo necesario para vivir. Hobie se esforzaba en la escuela y sacaba notas sobresalientes. Su sueño era entrar a una buena universidad, titularse como ingeniero y volverse millonario. No solo para poder comprarse todo lo que quisiera, sino para darle una buena vida a sus padres quienes tuvieron una existencia precaria y siempre estuvieron trabajando.
Una tarde, de regreso a su departamento después de la escuela, sus padres lo miraron con ojos apagados.
—¿Qué sucede? —preguntó preocupado.
—Siéntate Hobie —pidió su padre con voz débil.
Hobie lo hizo y miró como ellos se agarraban la mano con tristeza.
—Me detectaron cáncer —dijo entonces su madre.
Hobie sintió que su mundo se derrumbaba. Tiempo después comprendió que su mamá padeció tal enfermedad por las sustancias radioactivas que dejaban sin la protección adecuada mientras ella limpiaba el laboratorio. Pero en ese momento no pudo pensar nada.
—Está en etapa 2 —continuó su madre—. Pero el tratamiento saldrá muy caro, lo mejor será no intentarlo.
—¿De qué hablas? ¿Quieres rendirte? ¿Ya no quieres vivir? —exclamó Hobie en un exabrupto.
—Claro que quiero seguir viviendo con ustedes Hobie, pero todos los cargos del hospital serían demasiado —sollozó su madre.
—No importa —enunció el padre de Hobie—. Buscaré la forma de pagar todo, eliminaran tu tumor y en unos años este momento veremos lo exagerados que nos pusimos.
—Exactamente —exclamó Hobie, se acercó a ellos y entre los tres se abrazaron.
Iniciaron la quimioterapia, Hobie no podía creer lo caro que era a pesar de ser uno de los hospitales más sencillos, pero su padre trabajo 16 horas al día y contrajo deudas para pagar todo lo que se necesitaba. Hobie observó cómo su madre se iba demacrando día con día, sus rizos se cayeron, su sonrisa se apagó y sus ojos se llenaron de tristeza al saber que se estaban endeudado por sus tratamientos. Unos meses después, casi un año, ella murió.
La pérdida los inundó de tristeza y también de vergüenza, no pudieron pagar un funeral y el hospital les propuso comprar el cuerpo para sus prácticas. Hobie notó en la cara de su padre una gran ira por esa propuesta, luego tristeza al darse cuenta de que necesitaban dinero y finalmente humillación al aceptar vender el cuerpo.
Pese a ese dinero no consiguieron solventar todas las deudas y en menos de un mes los desahuciaron. Hobie junto a su padre buscaron otros departamentos más baratos, pero todos tenían precios ridículos a pesar de la pocilgas que eran.
Hobie jamás olvidara la primera noche que durmieron en la calle: Las luces de postes, vehículos y pantallas no le permitían dormir a profundidad; el hedor de la basura y deshechos irritaban su nariz y el sonido de cualquier persona acercándose lo ponía en alerta. Miró a su padre y supo qué él debía sentirse igual.
Con el pasar de los días se fueron acostumbrando un poco a dormir en callejones, bajo puentes o en parques. Aunque esa sensación de amenaza por todas las personas a su alrededor no desapareció del todo. Sin embargo tenían otro problema mayor, estaban muriendo de hambre.
Su padre siempre fue un hombre hábil e ingenioso, Hobie lo sabía y durante esos días se percató de cuánto lo era en realidad. Su padre primero hurgó en la basura por alimento, después usó un trozo de cartón para pedir comida o dinero y siempre estuvieron en movimiento para que no fueran atacados por otras personas sin hogar o por la policía.
Semanas después se dieron cuenta de que eso no era suficiente. El padre de Hobie empezó a robar, nunca con armas y siempre a personas de clase alta, o mejor aún, a tiendas que pertenecían a cadenas comerciales.
Entraba a los locales con la cabeza agachada, paseaba por los estantes y cuando unos clientes pagaban por sus compras, él cargaba varios paquetes y salía a toda prisa. También fueron al barrio rico de Nueva York donde se convirtió en un carterista habilidoso.
—También quiero ayudar a conseguir dinero y comida. Déjame ayudarte papá.
—No Hobie —vociferó su padre—. Hago esto para sobrevivir pero también estoy ahorrando una parte para volver a nuestra vida. Tú nunca tendrás que robar, tú eres más inteligente que yo, mereces entrar a una buena universidad y tener una buena vida.
Hobie no supo si su padre le dijo eso para no preocuparlo o porque de verdad lo creía. Luego de unas semanas era obvio que su vida nunca regresaría a ser como antes. Su padre se rindió y aceptó la ayuda de Hobie en los robos. Entre ambos consiguieron mucho más, tanto que incluso compartieron un par de veces su comida con otras personas sin hogar.
Había pasado casi medio año desde que fueron desahuciados, se hallaban en un área rica de Nueva York y tanto Hobie como su padre robaban las carteras de las personas con apariencia más pudiente. Una se dio cuenta, agarró el brazo del padre de Hobie y llamó a la policía. En un menos de un minuto dos oficiales lo sometieron.
Su padre se rindió enseguida, no quería darle razones a los oficiales para usar la violencia. Pero Hobie estaba asustado y furioso y fue contra los policías. Uno sacó su macana, le golpeó la cabeza y le abrió una herida que manó un riachuelo de sangre. Hobie retrocedió, cayó de rodillas y estuvo por perder el conocimiento. Su vista se nubló y todo el mundo dio vueltas.
Su padre experimentó una furia como nunca antes al ver a Hobie en ese estado, logró zafarse del sometimiento del oficial, golpeó la nariz del uniformado, se levantó presuroso y corrió para socorrer a Hobie. Antes de llegar los dos policías lo acribillaron por la espalda. Hobie creía estar en una pesadilla por lo borroso de la escena tan cruel. El cuerpo de su padre cayó inerte a su lado.
—¿Qué hacemos con el otro? —oyó que preguntaba uno de los oficiales.
—Dispárale, nos intentó agredir, es un criminal y las prisiones ya están llenas —contestó el otro.
—Pero luce joven, tal vez sea menor de edad.
—No importa, míralo, sin duda es un delincuente, nadie nos recriminará por eliminar a dos de estas pestes.
Hobie cerró los ojos, lloró por el dolor abrumador que experimentaba física y emocionalmente, esperó oír el estruendo de los disparos y caer muerto junto a su padre. Escuchó los disparos, pero las balas no llegaron. Abrió los ojos, el Capitán Anarquía estaba frente a él y lo había protegido con su escudo.
—¿Estás bien chico? —le preguntó aquel hombre—. Malditos bastardos —vociferó hacia los oficiales—. Ustedes y los fascistas merecen un puñetazo en la cara —dijo, se abalanzó hacia los uniformados y noqueó a cada uno de un golpe.
Después regresó con Hobie, quien lloraba sobre el cuerpo de su padre.
—Lamento lo que te ha pasado, pero debes irte antes de que lleguen más policías.
—No tengo a donde ir, no tengo hogar y no tengo más familia.
El Capitán Anarquía le colocó una mano en la espalda.
—Lo lamento mucho chico, este mundo no te ha tratado bien, pero no te rindas, sigue con vida, organízate y lucha para que este mundo sea mejor.
La sirenas de las patrullas se escucharon a lo lejos, Hobie se despidió del cuerpo de su padre con un beso en la frente y huyó. Fue justo esa noche, al dormir en un callejón contaminado con deshechos ilegales, que una araña radioactiva le mordió y le otorgó sus poderes.
Se fabricó una máscara, se volvió Spider-Man y se dedicó a usar sus nuevos dones para proteger a toda la gente oprimida de la ciudad.
Días después, durante una manifestación, encontró a Flint, Felicia y todo el grupo compartiendo folletos sobre anarquismo. Los siguió al edificio que ocupaban y pidió pertenecer a ellos.
Así fue como una nueva etapa de su vida comenzó. Ahora estaba con una herida en la cabeza por un policía mutante y con el Capitán Anarquía salvando su vida una vez más, pero ya no era el mismo chico de antes. Ahora era el luchador anarquista, Spider-Punk, y no se iba a rendir hasta poner fin al gobierno, el capitalismo y cualquier otra persona o institución que realizara opresión hacia otros.
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Spider-Punk El Spider-Man Anarquista
Fiksi PenggemarSpider-Punk lucha contra la tiranía del presidente Norman Osborn y el sistema inhumano en el que se encuentran todos.