Héroe privado

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Spider-Punk impactó su rodilla contra el vientre de un pandillero de diecisiete años. El chico escupió sangre, se tambaleó con el cuerpo doblado de dolor mientras bramaba como una bestia más que como una persona, al final se quedó en pie y atacó de vuelta, sus ojos dilatados e inyectados de sangre revelaban lo drogado que estaba.

El trepamuros había salido temprano de su edificio para ir a las oficinas de El Clarín. En lugar de ir de El Bronx a Manhattan se dirigió a Queens para servir como el enmascarado. En ese distrito divisó a pandilleros que atacaban a toda persona que veían, no les robaban, agredían a los peatones solo para causarles daño.

Estaban estimulados por la nueva droga que circulaba en la ciudad y eso dificultaba derrotarlos. Golpes que dejarían noqueados a otros ellos los resistían. La mejor forma de inmovilizarlos era con su telaraña, ya tenía capturados a una veintena de pandilleros afroamericanos, faltaban seis, no iba a usar sus lanza-redes con ellos, quería tener reservas de telaraña por si sucedía una urgencia.

El agresor que había golpeado en el vientre lanzó un golpe. Spider-Man evadió el ataque, sujetó ese brazo, levantó al pandillero del suelo y lo abalanzó contra el pavimento. El chico se retorció sobre el concreto y no pudo ponerse de pie. Otros dos se acercaron y acometieron con sus puños mientras gritaban palabras sin sentido. Spider-Punk esquivó los puñetazos al doblar su cuerpo y aun así sintió dolor, sus costillas seguían fracturadas por el golpe que recibió de Ox el día anterior, si se movía brusco experimentaba la sensación de recibir martillazos en su costado. Evadió los puñetazos de los dos intoxicados, cuando divisó una abertura entre sus ataques agarró sus cabezas y las impactó entre sí. Los dos se tambalearon, la rabia que sentían y la droga en su sangre los mantuvo de pie unos segundos, después cayeron inconscientes. Faltaban cuatro.

Spider-Man se acercó a dos y les pateó las piernas, lo suficiente para magullarlas pero no para fracturarlas, no consiguió tirarlos. Un tercero se aproximó desde atrás y atacó con un cabezazo que acertó, fue peor para sí mismo. Spider-Punk le dio un codazo en el entrecejo y terminó por noquearlo. Se giró, eludió puñetazos de los anteriores dos, respondió con patadas a sus costillas pero siguió sin derribarlos. Otro pandillero arremetió desde un flanco y lanzó una patada. Spider-Man la bloqueó, sostuvo la pierna, elevó a ese atacante del suelo, giró con él sintiendo punzadas como clavos al rojo vivo en su costado y después abalanzó al pandillero contra sus compañeros. Cayeron al suelo por el impacto y fue suficiente para que no se levantaran.

Maldita droga, está pudriendo la cabeza de toda esta gente desesperada.

Respiró y relajó poco a poco el dolor en su costado. Creía que ya había acabado la pelea, se equivocó, dos patrullas llegaron y bajaron cuatro policías con exoesqueletos y equipo militar. 

—Encierren a todas estas escorias —vociferó uno de los uniformados.

—No voy a dejar que los arresten —exclamó Spider-Punk, aceleró contra uno y le lanzó una patada en la cabeza.

Por la fuerza que llevaba, a pesar de que el oficial portaba un casco militar, lo derribó. Los otros tres desenfundaron sus porras eléctricas y atacaron. Spider-Man eludió las acometidas, dobló su cuerpo de un lado a otro, sus costillas lo agobiaron con punzadas, esquivó otro mandoble, sostuvo las muñecas de ese policía y las dislocó. El uniformado retrocedió sin ser capaz de atacar.

—Maldita alimaña —gritó uno de los compañeros—. Proteges a estos drogadictos que lastiman a gente inocente, ¿acaso no eras un héroe?

—No creo en esa etiqueta —mencionó Spider-Punk, se libró de tres porrazos pero uno lo alcanzó y lo hizo sufrir quemaduras eléctricas.

Spider-Punk El Spider-Man AnarquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora